16 de abril, 2016. La industria musical Argentina se remecía. En pleno festival Warp, abocado en su integridad a la electrónica, cinco jóvenes perecían a causa del indiscriminado consumo de drogas. Tras ello, la autoridad trasandina tomaría una drástica medida; el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, decidió paralizar la concesión de permisos para la celebración de festivales del género de los beats en dicho territorio, apoyado por una decisión judicial. Ordenanza recién estrenada, que ya cobra su primera gran víctima: Kraftwerk.
La presentación de los alemanes estaba pactada para el 23 de este mes, pero la Agencia Gubernamental de Control negó la autorización al considerar que si bien no estamos ante un festival propiamente tal, sí nos encontramos ante un espectáculo donde el instrumento principal es un sintetizador: «Luego de Time Warp, un fallo del magistrado Fastman prohibió todos los festivales electrónicos. Por eso, y a pesar de que se presentaron los papeles con 30 días de anticipación como corresponde, no podemos otorgar dicho permiso. Si bien no es una fiesta electrónica convencional, aplica la misma resolución por utilizar como instrumento principal un sintetizador o sampler. En la descripción del evento, lo presentan como un festival de música electrónica», afirma el ente gubernamental.
La producción a pesar de haber interpuesto todos los recursos legales a tiempo, no consiguió más. Argumentaron: «Usan sintetizadores pero la propuesta tiene otro formato: es un concierto para todo público que dura entre una hora y media y dos horas; y no se ofrecen bebidas alcohólicas». El debate social se instauró.
Federico Arancibia, uno de los fundadores de la Asociación Civil de Música Electrónica (AME), sostuvo en Clarín que “[…] no se puede perseguir y sancionar a un género musical por un empresario negligente. en las electrónicas circula droga como en cualquier evento de músicaa. El público de Kraftwerk es muy diferente al de Time Warp».
Vacío legal que reconocen desde la administración política de Buenos Aires, suscitando una arbitrariedad al momento de conceder un permiso. Por ejemplo, hace unas semanas se celebró el festival Sónar, pero que al ser llevado a cabo en un espacio público fue autorizado por el Ministerio de Cultura que razonó su visto bueno «porque son conciertos: no hay situaciones de baile ni DJs».
A mediados de los años 70’ Kraftwerk había alcanzado reconocimiento internacional por su revolucionario sonido electrónico, sus paisajes sonoros, y su experimentación musical con la robótica y otras innovaciones técnicas. Con su visión del futuro, Kraftwerk creó la banda sonora de la era digital del siglo 21.
Sus composiciones, usando técnicas innovadoras, voces sintéticas y ritmos computarizados, han tenido una gran influencia internacional a través de una gran gama de géneros musicales: desde el Electro al Hip Hop, desde el Techno al Pop Sintético.
En sus presentaciones en vivo, Kraftwerk —Ralf Hütter, Henning Schmitz, Fritz Hilpert, Falk Grieffenhagen—ilustra sus creencias en las respectivas contribuciones, tanto del hombre como de la máquina.
Comenzando con la retrospectiva de su catálogo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 2012, en los últimos años Kraftwerk ha regresado al punto de partida de sus orígenes dentro de la escena del arte de Düsseldorf a finales de los años sesenta . Reunir a la música y el arte del perfomance, sus conciertos en 3-D son una verdadera “Gesamtkunstwerk – una obra de arte total”.
«El concierto recupera de alguna manera la humanidad subyacente en todos nosotros utilizando el lenguaje de las máquinas, en formas que otros músicos no parecen haber capturado», escribió el sitio Consequence of Sound en la reseña de uno de los primeros shows con esta estructura en 2014.
Este mismo concepto es el que pretende llevar el conjunto a su próximo álbum, y así romper una vez más la barrera sonora: «hemos trasladado nuestros shows a 3D y con sonido surround, una especie de sonido tridimensional. Hemos puesto un montón de trabajo en todas esas imágenes, transformándolas de nuestros archivos Kling Klang a formato 3D, arreglándolas sincronizadas con la música. Así que es una producción muy trabajosa», explicó Ralf Hütter a Rolling Stone.
La serie de conciertos en el MoMA fueron seguidos con presentaciones en el Tate Modern Turbine Hall in London, Akasaka Blitz en Tokio, El Ópera House en Sydney, Walt Disney Concert Hall en Los Angeles y en el Neue Nationalgalerie en Berlín.
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