Chelsea Wolfe es de aquellas artistas que con su sensibilidad arman un fuerte florido y lumínico alrededor de su música, la cual se enfrenta a nosotros como un confortante acontecimiento. Cada muestra de aquella emotiva fuerza musical, encarna una nueva forma material; a veces nos posiciona entre la brisa marina y las ruinas de un castillo abandonado en las rocas, otras nos sumerge en aguas ácidas, y en ocasiones nos muestra el suave sendero florecido entre bosques nevados. Esta capacidad provocativa y evocadora de Wolfe no es un azar, sino una delicada forma de transportarnos en sus composiciones a terrenos familiares y cálidos. “Unknown Rooms” no es una excepción, más bien un manifiesto de aquello: con esta colección de tracks acústicos nos muestra la densidad desde otro lente, nos muestra la aflicción desde las sutileza que forman las palabras en melancolía.
Esta aparición discográfica no es una novedosa, destelló hace 8 años, el 16 de Octubre de 2012 a través de Sargent House, siendo una re-conexión con un folk más inmediato y menos electrificante. Con 12 composiciones “alguna vez huérfanas” que convalecían como demos sin hogar, Chelsea Wolfe les entrega un lugar; más que ser un LP compuesto como tal “Unknown Rooms: A Collection of Acoustic Songs” es una recopilación de estas canciones olvidadas que cobran un nuevo sentido. Con 32 minutos y 43 segundos, esta tercera aparición busca dar con una suavidad acústica con la que nos había dado destellos anteriormente con “The Grime and the Glow” y “Apokalypsis“, pero aquella pincelada evocada es ahora materializada.
Este LP recopilatotrio es al menos un viaje a la soledad, y es con “Flatlands” que comienza esta aventura. Percusiones graves que suavizan su entrada, se comienzan a mezclar con las cuerdas de Wolfe que lentamente entra para describirnos su narrativa escapista. Con una voz más clara y desprovista de filtros abrumantes, la artista nos lleva al mar, materializa los anhelos de la naturaleza en una balada que nos hace flotar con su fácil inmersión. Nos habla de sus única y real ambición: la naturaleza, describiéndonos así el escenario de sus más ávidos anhelos.
“I want open plains and scattered trees
I want flower fields, I want salty seas
I want flatlands, soft and steady breeze
Bringing scents of lined-up orchard trees
Dripping heavy with pears and dancing leaves”
“The Way We Used To” y “Spinning Centers” reflejan la delicadeza de su visión, además de la facilidad con as que estas composiciones arman un álbum que no debió ser álbum. Con sintetizadores abosrtos en este paisaje etéreo y acompañado de una viola confortante, esta narrativa abre las puertas de sus sueños desoladores, y mientras llegamos a “Appalachia“. Chelsea Wolfe siempre ha sabido conformar palabras que nos hablan de lo orgánico de la materia y la conexión de aquello con nuestros sentimientos; sentimientos que nos siempre son expresados por su autora, más bien se elevan de sus cuerdas vocales con sensaciones ásperas y dulces. Es en este escenario, con estas grabaciones unísonas y también dispersas, refleja la habilidad encontrada en la simplicidad de su ejecución musical, no por esto menos compleja en sentimiento.
“Here, we bleed into the wild
Then laid to rest there, man or child
This shining gutter in the sun
Is it worth it in the run?”
Las aguas se elevan con “Boyfriend“, la cual se entrega a la voz de Wolfe para apaciguar su función original, compuesta por Karlos Rene Ayala. Esta interpretación nos remarca las referncias folk que hemos ido captando con atención, además de tintes de barroco en su ejecución, transportándonos al unísono a quizás una Inglaterra Victoriana rural, como si este pasaje en particular perteneciera a una novela de las hermanas Brönte.
“Sunstorm” toma los rayos de sol como fuente luminosa y sonora, mientras “Virginia Woolf Underwater” nos aproxima al momento más álgido de esta narrativa. Este último tema toma los verdaderos elementos de la vida de la escritora Virginia Woolf; Chelsea en esta ocasión actúa de narradora de los últimos sentimientos que llevarían a la novelista al suicidio sumergido, ya que Woolf se ahoga en el río Ouse luego de llenar sus bolsillos con rocas. Como narradora, la cantautora habla en segunda persona mientras recorre sentimientos empáticos, infiriéndose entonces como compartidos; en este sentido, tanto para Virginia como para Chelsea, el agua sería el medio que las liberaría. Suave pero a la vez intenso y perspicaz, este tema se nutre de un dinamismo agudo y navega las aguas de nuestra melancolía a flor de piel.
“When you’re underwater, whisper
Wait for all the sounds to fall away
When you’re underwater
Winter will feed on the warmth of your things”
Este compilación es una aparición orgánica y etérea de una forma colorida. Chlesea Wolfe con esta colección acústica logra confortarnos con la naturaleza desde las palabras y lo sonoro, concentrando la dulzura de una voz honesta. En tiempos donde la esperanza se desvanece y el encierro nos drena el alma, Chelsea con su voz forma un círculo de luz a nuestro alrededor. La cohesión con la que fluyen estas 12 composiciones escritas y dispersas en su trayectoria temprana, nos habla de la coherencia de su propuesta sonora además de su atención a los detalles que componen un álbum perspicaz y sensible. Quizás el álbum más potente sentimentalmente de la artista, nos sumergimos en su mundo orgánico y esperanzador, donde la sensibilidad es la fuente y nuestra percepción lo que mantiene el eterno reflejo de aquellas aguas indomables.
“Hold on to your gold
When you find her, never let her go”