La primera impresión que se desprende de la actitud de Courtney Barnett cuando tiene que referirse al éxito y la atención que su música ha acaparado durante estos pocos años de carrera, es que le sobra ingenuidad. Avant Gardener fue la canción que la ayudó a pasar de bares a lugares con una capacidad mayor en su natal Australia, y cuando se le pregunta cuál considera ser el atractivo de esta, responde de lleno: “No lo sé. Me divertí mucho escribiéndola pero creí que sería algo aburrida para la gente. Tal vez fue porque es muy plana, sobre la vida diaria”. Lo cierto es que lo que seduce de la canción es su narrativa vívida sobre la ansiedad y el tedio diario –conducido acá por un relato de un lunes en la mañana durante una ola de calor que la asfixia en un barrio de Melbourne-, llevada a cabo por una interpretación casi-hablada, todo esto en clave folk lo-fi con esbozos que traen a la mente a nombres como Kurt Vile y Kimya Dawson.
Con sólo un par de EP suficientemente exitosos dentro de la maleta, Barnett tuvo la oportunidad de salir de Australia y emprenderlas en Reino Unido y Estados unidos. Presentaciones en shows de radio de la BBC y KEXP, un espacio como artista emergente en festivales y par de singles rotando ayudaron a establecer su nombre como alguien que vale la pena estar atento.
Con la expectativa ya sembrada en la prensa y los fans, sólo faltaba cosechar y capitalizar esa espera con un disco que estuviera a la altura.
“Sometimes I Sit and Think, And Sometimes I Just Sit”, deja en manifiesto a una artista que piensa, y piensa mucho. El disco se muestra como la evolución lógica que debía seguir Barnett. El juego de palabras y las frases ingeniosas abundan en cada minuto de este trabajo. Líneas cómo “Give me all your money and i’ll make some origami honey” y “I think you are a joke, but i don’t find you very funny” en la grunge Pedestrian at best quedan grabadas en la cabeza como punto alto de la creatividad lírica de la australiana y al mismo tiempo cómo reflejo de que una canción que mezcla los versos hablados con un coro enganchador, difíciles de encontrar en muchos trabajos contemporáneos.
Courtney Barnett es una excelente contadora de historias. Siempre con humor, y de alguna forma haciendo extraordinarias historias comunes, su disco del año pasado se escucha refrescante y necesario para poner una guitarras secas entre lo mejor del 2015. Puede transitar entre la descripción sombría de un ciudad que evoca melancolía en Depreston hasta una metáfora del poder destructivo de las industrias australianas en Dead Fox.
Mucho antes de empezar a trabajar en su primer larga duración, Barnett se empeñó para ser protagonista de la escena musical en Melbourne. Así llegó fundar junto a otros artistas locales el sello independiente Milk! Records. Desde su primer EP distribuye su material a través de su propia discográfica, casi todo es manejado personalmente por los propios artistas. Incluso, es la propia Barnett la que dibuja y diseña las portadas y visuales de los discos como de su sitio web. Aprovechando lo aprendido en su paso de dos años por la escuela de arte – y haciendo uso de su obsesión personal y familiar con las sillas- dibujó un modelo de silla para cada canción de su álbum, a su estilo, simple y hasta desalineadas, un paralelo que encaja perfectamente con las características de sus canciones.
Con un segundo disco a cuestas, y con haber estado en nuestro recuento de los mejores del 2018 según este medio, Barnett prepara su arsenal de canciones para presentarse el 1 de marzo en el Centro de Eventos Blondie. Entradas por Puntoticket.