Hace unos años que se abrió el insufrible debate sobre que tan rock era la Cumbre del Rock Chileno. La discusión se enfrascó básicamente en la incorporación de géneros que no representan la visión más clásica de lo que para algunos significa llevar la “chapita” del rockero en la chaqueta. Algunos acusaron la comercialización extrema del evento, otros lanzaron sus dardos contra músicos y bandas que preferían sintetizadores, groove y melodía por sobre guitarras afiladas. Desde la otra vereda se disparó mucho odio contra el rock, casi como anulando su legado dentro de la historia de la música popular chilena, acusándolo de machista, poco innovador, obsoleto y aburrido. Ambas visiones cuentan con errores de generalización, y si bien es cierto que siempre es bueno exigirle a la producción de cualquier evento local que se atreva a apostar un poco más en la inclusión de proyectos nacionales, hasta la fecha la Cumbre jamás cometido errores imperdonables, todo lo contrario, ha logrado abrir espacios para percatarnos de que en Chile hay una potente diversidad de sonoridades que vale la pena escuchar.
Pero primero, analicemos el fenómeno de que en pleno 2018, algunos sigan con esta extraña pelea del rock contra el pop, como perros y gatos. De partida, el rock no solo en Chile, sino que a nivel global, se encuentra en un declive comercial y mediático que lo hace pasar desapercibido por las listas de ventas, reproducciones o la prensa especializada. El rock en este momento no es un género que convoque a masas por su novedad. Básicamente sobrevive a punta de nostalgia y glorias del pasado.
Cifras que acompañan esta idea se hayan en por ejemplo lo más escuchado de los últimos cinco años en plataformas de streaming, donde el único rock que suena es el de grupos que hoy están extintos o que no han sacado nuevas producciones en la última década. También, por primera vez en la historia, el Hip-Hop superó en números al rock en Estados Unidos, lo que resulta ser un dato bastante revelador. Mientras que en las últimas ediciones de los premios comerciales, el pop ha sido superior de manera abismal.
En tanto en nuestro país, si bien existen varios nichos de público para el rock, quienes han logrado revivir la escena musical del país desde la salida de los sellos multinacionales, hasta la fecha, ha sido la música pop e indie, que a través de equipos de trabajo cada vez más profesionales, han logrado captar la atención de audiencias y salir de los pequeños grupos de tocatas en galpones con públicos de 50 a 100 personas. Y aunque el rock chileno cuenta con exponentes nuevos que sepultan cualquier caricaturización del rockerillo de cantina, hay producciones que hablan de una calidad sonora y compositiva realmente destacable, su poca sed de transversalidad y su comodidad dentro del underground, han limitado la posibilidad de contar con iconos mediáticos que realcen al género a nivel comercial y cultural, es decir, tenerlos dentro del catálogo colectivo.
Ahora, ¿fuiste a la última Cumbre? ¿recuerdas cuando Alex Andwanter ninguneó al rock en el escenario? ¿No fue esa la actitud más rockera que hayamos visto en años? Claro, el Alex detesta el rock, pero en un sentido político, y aunque lo niegue y tal vez crucifique a quien lo afirma, el autor de “Amiga”, es hoy por hoy uno de los artistas que rescata de mejor forma dicha esencia – además, se mandó unos solos de guitarra espectaculares ese día -. ¿Quién podría atreverse a quitarle el título de referente del rock mundial a – por ejemplo – David Bowie? Esto no se trata de defender a un género por sobre otro, sería bastante innecesario. Los géneros son herramientas estéticas y sonoras para levantar una puesta en escena, un personaje, un sello artístico o para que la prensa pueda catalogar a los artistas. Pero también hay que entender, que como dijo un joven escritor nacional por ahí, el discurso es un argumento, no un territorio. En la música también puede aplicarse esta idea, y se plasma en la maleabilidad de las tendencias musicales, las cuales se construyen en base a muchos factores, desde lo comercial a lo más visceral de un melómano.
Los discursos políticos, rebeldes o antisistema que alguna vez fueron gritados por juventudes revolucionarias a través del rock n roll, hoy tienen forma de cumbia, pop bailable y folk de escuela. La contracultura ya no haya nada interesante en el sexo, las drogas y el rock n roll – ¿qué tiene de rebelde todo eso para un milllenial? – las luchas de hoy son otras, o son las mismas, pero decodificadas por otras inquietudes. Y eso sigue siendo “rock”.
Por todo esto amigo rockero, no se enoje, si el histórico evento que busca reunir a lo mejor de la parrilla musical nacional, suma nuevos – o viejos – sonidos y canciones que reflejan la buena salud de la que hoy goza nuestra pequeña y diversa escena nacional. Y usted amigo del pop, entendemos que en su momento el rock era representado por este ser con cabeza de Báltica, pero lo invitamos a poner atención a los sellos de rock independiente que están exportando muy buena música y que acompañarán muy bien a sus audífonos. A usted amigo de la cumbia, sáqueme a bailar y usted amigo folk, sáquese uno por favor.
La música chilena está vibrando de mil maneras hoy en día, y la Cumbre del Rock Chileno está para dejarlo más que claro. Si tiene su entrada, no dude en ir al Club Hípico este sábado, para bailar con Supernova, gritar con Ases Falsos o headbannguear con los Kuervos del Sur.