Por Salvador J. Leiva
En la mayoría de las veces, la música suele ser significativa para quien la escucha cuando ésta transmite emociones extremas. Síntomas físicos como llorar, el erizar la piel o simplemente sonreír al escuchar una canción pueden ser diferentes características que la música de temple alegre o triste pueden hacer sentir al auditor. Pero ¿qué pasa cuando existe música que tensa o turba al oyente? Porque el nuevo disco de Daughters hace precisamente eso: constantemente aterrorizar tímpanos y llegar al limite de hacer música tan oscura como una noche sin electricidad.
Después de ocho años de inactividad discográfica y tres años de receso, Daughters se pasó desde el año 2015 gestando lo que sería uno de los discos más destacados de este año. Sin embargo, para llegar a materializar el nuevo álbum se necesitaba equipo, práctica y unión entre cuatro personas que ya no estaban acostumbradas a estar en una banda.
‘La verdadera pregunta es si podríamos volver a ser una banda de nuevo, no podíamos volver a las pistas, así como así y ser una decepción’ decía Jon Syverson, baterista del cuarteto de Rhode Island.
‘Este disco ha sido un sentimiento único para nosotros, porque ha pasado tanto tiempo desde que habíamos tenido algún tipo de actividad musical, así que teníamos que resolver como sonar de nuevo como banda, como comunicarnos y como grabar’ contaba Samuel Walker, encargado de las cuatro cuerdas en Daughters.
Entonces, de acuerdo con las mismas palabras de Daughters, debieron buscar cortos lapsos de tiempo para justarse, escribir música y ensayar, proceso que podría parecer poco efectivo, pero que finalmente dio luz a ‘You Won’t Get What You Want’, cuarto capítulo en la historia del lúgubre cuarteto, que quizá posea una de las portadas más perturbadoras del año, claramente encajando con la música.
La tensión abre los fuegos con ‘City Song’, con una espera angustiosa de sonido industrial, mientras una caja de batería anuncia lo que está por venir. Secuencias explosivas van y vienen, mientras la voz de Alexis Marshall parece sentir verdadera ansiedad, como si en verdad estuviera sufriendo mientras grita, y cuando unas caóticas guitarras irrumpen, pareciera que todo se va a derrumbar, hasta que todo se silencia, y queda sólo la voz de Marshall. Y esto recién comienza, porque la sincopada ‘Long Road No Turns’ nos hace recordar de nuevo que estamos en peligro. Solo hay caos instrumental, mientras la voz de Daughters nos recuerda que, en el sufrimiento, el camino siempre es oscuro, siempre es largo. El terror es real, y no hay salvación.
Mucho más melódica, pero no menos terrorífica es la centrada en teclas y bajos saturados ‘Satan In The Wait’,que nos demuestra el nivel de violencia que el mundo puede experimentar, usando la máxima figura del infierno como el mejor representante de la violencia humana, anunciando que el mundo se partirá en dos por culpa de la humanidad, y esta parece la mejor banda sonora para cuando aquello ocurra.
La locura también forma parte del tracklist. ‘The Flammable Man’ comienza con un súbito caos y a un Marshall gritando sobre no querer estar dormido de noche ni cerca del océano, porque en cualquier momento una catástrofe puede suceder, creando un constante estado de paranoia que se siente desde que comienza hasta que acaba el track. En la siguiente ‘The Lords Song’ el estado del narrador cambia a un llanto interminable, debido al estado de la humanidad y por el Dios que pareciera querer ver a un mundo miserable.
Las cosas bajan bastante de decibeles con la industrial ‘Less Sex’, que habla de buscar una forma de placer diferente al sexo, que podría ser algún tipo de adicción que hace que el narrador sea consumido por ésta. Un vicio destructivo que se refleja en un desierto hecho de ruido. Y de una adicción, pasamos al sombrío tema del suicidio, y justamente en ‘Daughter’ se habla de la guerra mental que un individuo suicida puede experimentar. Siempre hay una cuerda donde colgarse o una pistola cargada que disparar. Un suicida siempre sabrá que podría morir aquí o allá.
El frenesí de ‘The Reason They Hate Me’ asoma como uno de los puntos altos por su constante coqueteo a la música industrial y su fuerte sentimiento de claustrofobia, que daría paso a ‘Ocean Song’, una larga pesadilla de más de siete minutos que entrega disonantes dosis de cuerdas y teclas, generando quizá el máximo ambiente de tensión en la placa. Finalmente, ‘Guest House’ -con un desesperado Marshall pidiendo a gritos que lo dejen entrar-finalizaría de una vez por todas este disco con un aire a oscuridad tan real y tangible que puede llegar a estremecer cada musculo del auditor.
Si ‘You Won’t Get What You Want’ fuera una película de terror, probablemente estaría dentro de las mejores películas de terror hechas, de esas que quieres ver muchas veces: el tipo de película que te causa siempre las mismas emociones. Daughters se matricula con un disco irrepetible, complejo y terroríficamente real.
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