Ver a The Flaming Lips en la portada de los medios más prestigiosos a nivel internacional parece ser un ejercicio cotidiano. Ya sea colaborando con algún artista, facturando discos tributos, o hablando de su increíble puesta en escena, el conjunto liderado por Wayne Coyne siempre se las ingenia para estar en la palestra del acontecer musical. Un proyecto sumamente activo si hacemos la raya para la suma, exceptuando eso sí sus más de tres años sin editar un álbum netamente original. Y es que tras The Terror (2013) sólo hemos visto algunos sencillos de giro comercial; vagos esfuerzos para un colectivo que desde su fundación se ha caracterizado por llevar la etiqueta de ‘creatividad’ en su ADN.
Un panorama que cambió con la edición de Oczy Mlody (ojo de niño en polaco), la decimocuarta producción de estudio de los norteamericanos. El fin de un proceso iniciado en 2014 que ha transitado por una infinidad de paradigmas: años en que The Flaming Lips ha compartido giras y creaciones con Miley Cyrus, ha visto cómo su baterista original Kliph Scurlock dejaba sus filas esgrimando fuertes críticas contra Wayne Coyne, y participando en una infinidad de proyectos aledaños.
¿Resultado? Una travesía onírica de cerca de una hora, que en conexión a algún utensilio lisérgico-consumible, logra adentrarnos en un paisaje fantástico, con unicornios y constantes poemas a la galaxia. Piezas en orden para una tabla de ajedrez donde los arcoíris son peones que intentan conquistar castillos y formar una comunión infinita. Puedes escuchar el álbum en este enlace (Spotify).
El sonido de The Flaming Lips —fundado en 1983— contiene una notoria influencia del rock psicodélico, combinado con elementos del rock espacial; al más puro estilo Pink Floyd. Pero lo que los define como banda son sus espectáculos en vivo, que cuentan con disfraces, globos, títeres, proyecciones de vídeo, complejas configuraciones de luces, manos gigantes, grandes cantidades de confeti, y la característica burbuja de plástico de tamaño humano de Wayne Coyne, en la que atraviesa la audiencia. Inclusive: en 2002 la revista Q nombró a The Flaming Lips una de las “50 bandas para ver antes de morir”.
La banda es conocida por sus asociaciones con la subcultura psicodélica de las décadas de 1960 y 1970, con elementos de esta cultura impregnando su instrumentación, efectos y composición. Las letras de Coyne, en particular, referencian y encarnan la fascinación con los géneros de ciencia ficción y space opera bajo un concepto metafísico.