Por Lily Molina
Eminem podría usar un truco publicitario, y su disco más reciente, The Marshall Mathers LP 2 sería justo lo que el terapeuta pide. Durante los 16 años transcurridos desde The Marshall Mathers LP, el rapero blanco nunca ha perdido sus habilidades acrobáticas en el micrófono. Sin embargo, algunos álbumes posteriores se sienten algo herméticos, pervirtiendo la rabia en un rock star quejándose en el Encore del 2004, el horrorcore de Relapse del 2009 y la purga en Recovery del 2010. The Marshall Mathers LP 2, que estuvo presente esta noche con “Berzek”, el loado por todos “Rap God”, con Eminem fraseando a una velocidad imposible y TheMonster, es una suerte de reclamo, que trata sobre cabrear al mundo para tener uno más transparente y menos cínico.
La nostalgia está en todas partes. El apadrinado por Dr. Dre se rodea de alusiones del clásico hip-hop, como el trabajo de Rick Rubin con los samples de los BeastieBoys en “Berzek”. El único Maestro de Ceremonias invitado es Kendrick Lamar en “LoveGame”, probablemente porque su manera de rapear le debe mucho a Eminem. Sin embargo, la obsesión original del rapero oriundo de Detroit, su propia imagen mediática, ha sido reemplazada por la de un enervado con preocupaciones. Sigue siendo un solipsista. Rapea sobre asuntos muy eclécticos, como no poder encontrar una forma de descargar música de Luda en el computador y referirse a temas que dieron mucho de qué hablar durante los 90’s, como lo que sucedió con los criminales Jeffrey Dahmery Unabomber.Pero independiente de las letras y los samples usados en los últimos trabajos del Slim Shady, su propuesta parece encajar bien en estos tiempos, porque aún puede darse el lujo de ser headliner de un evento tan magno como es Lollapalooza en Chile.
“Won’t Back Down” feat. Pink fue la canción que abrió la cátedra de hip-hop de la noche, la misma canción que inició sus shows en las ediciones del festival en Brasil y Argentina. Eminem vestía una capucha y una polera con la frase “Get off my dick” en la espalda. La pantalla gigante del escenario, la más grande que ha habido en la edición nacional del festival, transmitía la imagen de una vieja radio de los 80’s, parecida a las que usaban las influencias del Slim Shady como Public Enemy y Run-D.M.C en sus videos. Fueron muchos años de espera para ver a uno de los artistas que desafió al género del rap con su estereotipo de música exclusiva para gente de color y que a comienzos del 2000 saturó con justa razón a MTV, cuando todavía MTV consideraba más trascendente un videoclip que un reality show.
Eminem presenta a una banda con dos baterías sobre la tarima, bajo, guitarra, teclados y tornamesa. Junto a él está Royce da 5’9, músico que forma parte de un proyecto paralelo de Em y quien lo acompaña esta vez en las rimas e interactúa con el público. El flow de Eminem es sorprendente y tiene la talla de los grandes del género, indiscutidamente. A veces acelera los beats de su fraseo o rimas como si fueran trabalenguas. Fueron 33 canciones en una hora y media, que alcanzaron porque alguno de los temas que interpretó fueron cortados y mezclados de tal forma que calzara con los tiempos, como sucedió con varios de los hits como “My Name Is”, el himno “The Real Slim Shady” y “Without Me”.
En realidad, no parecía un show dentro de un festival, más bien se sentía como si hubiese sido un concierto de Eminem. Los fans estaban en éxtasis y celebraban todo lo que ofrecía Eminem y su compañero Royce da 5’9, que ganaba protagonismo durante la presentación. En la interacción con el público participaban ambos, manteniendo en todo momento un ambiente cálido, a pesar de lo fresca que estaba la noche, y lleno de entusiasmo. “This shit is crazy!” exclamaba Eminem, y destacó que era la primera vez que estaba en Chile.
Era como estar viendo “Mad Max:Fury Road”, el climax duraba desde que comenzaba la travesía hasta que terminaba. Hubo algunos covers también, “TheHills” de TheWeeknd, “AirplanesPart II” de B.o.B. y “Forever” de Drake. El clásico “Stan” feat. Dido, “SingfortheMoment” que usa samples de “DreamOn” de Aerosmith y “LikeToySoldiers” marcaron el show, todo eso acompañado de fuegos artificiales que enmarcaban una postal inolvidable.
Y antes de llegar al encore con “Lose Yourself”, que ganó un Oscar como mejor canción original por la notable película 8 Mile, dedicó “Not Afraid”, del Recovery, “a todos los que habían perdido a alguien”, cerrando así la primera jornada festivalera. Se extrañaron algunas canciones oldschool como “Role Model” o la bailable y satírica “Just Lose It”, pero el catálogo de Eminem es amplio y se requería más tiempo.
Demoledor. Eminem debería haber venido hace diez años cuando su voz era una explosión de odio y rencor del sueño americano hecho pedazos. Sin embargo, parece el momento justo para un público chileno que aprecia bastante este tipo de música. Frente a otros monstruos del género como Kanye West o Kendrick Lamar, el hip hop de Eminem es de la vieja escuela, de acuerdo a los tiempos de la industria musical y con un flow que rompe las dicotomías raciales del género. Sus transgresiones no están en su música sino en su habilidad para aplastarte con su ritmo y sus versos. En este primer concierto Eminem, más allá de su estrellato y sus provocaciones, demostró por que es una de las figuras del género, en un olimpo de maestros.