Por Lily Molina
Durante 18 años los fans han estado esperando pacientemente para que Faith no More cerrara una etapa que fue el resultado inevitable del cansancio, las diferencias creativas y los distintos caminos que tomaron los integrantes. Desde ese momento, Mike Patton formó el sello Ipecac y se dedicó a varios proyectos en solitario, desde el popero Peeping Tom al experimental Fantômas y Tomahawk. El tecladista Roddy Bottum inició la banda Imperial Teen, hizo música para películas y escribió una ópera sobre Bigfoot; mientras tanto, el bajista Billy Gould formó el sello Koolarrow y el baterista Mike Bordin participó en la carrera de Ozzy Osbourne. En el 2009, la banda oriunda de San Francisco, salió de la pausa y volvió a los escenarios. Y ahora, por fin, llegamos a “Sol Invictus”, el sucesor del grandioso “Album of the Year” de 1997.
No siempre la distancia y el tiempo ablandan el corazón, por lo que dos décadas no han suavizado ni han puesto más afectuoso a Mike Patton. Está airado y orgulloso de estarlo, buscando peleas con cualquiera. En “Superhero”, el primer single que compartieron, se le ve al frontman con una postura iconoclasta, insultando a figuras con autoridad, donde cada sílaba golpea con la fuerza de percusión de un puñetazo a la mandíbula. “Lider del hombre, vuelve a tu jaula”, Patton se burla desde el majestuoso piano de Bottum, como un tonto dándole latigazos a un Dios rebajado. Las humillaciones continúan con “Cone of Shame”, que imaginan a un amante ilícito en un estado de despersonalización y animalidad, mientras que “Black Friday” se mofa de cualquier persona, víctima del consumismo, que es capaz de estar en pie a las 4 de la mañana para alcanzar su objetivo. Dejando las sutilezas de lado, la ridiculez es parte de la experiencia, y no se puede evitar sonreír ante el regreso de uno de los grandes inconformistas del rock como Faith no More.
El éxito del enfoque teatral de la banda depende de su capacidad para organizar motivos, riffs, gritos y gemidos dentro de las catárticas estructuras musicales. La mayoría de las canciones del álbum siguen un patrón similar, donde el grupo canaliza su frenética (y comúnmente breve) clímax con pasajes inquietantemente tranquilos y tempos perseverantes. Las melodías modestamente simples de “Sunny Side Up” y “Rise of the Fall” son montajes para la rabia cuidadosamente orquestada que acechaban, y cuando llega el contraste lo convierten en un momento que fascina, sobre todo en la venenosa “Cone of Shame”. Pero a lo largo del álbum, especialmente durante las canciones posteriores como “Black Friday”, “Motherfucker”, tema que debió abrir el disco, y “Matador”, la dinámica comienza a perder su fuerza.
Poniendo de lado la abertura algo insignificante y las pistas que cierran, “Sol Invictus” tiene solo 8 temas que abarcan 34 minutos más o menos, una duración que decepciona teniendo en cuenta lo mucho que Faith no More ha estado lejos. Tal brevedad podría pasar por alto si “Sol Invictus” estuviera acompañado por un cambio significativo en el sonido del grupo. “Superhero” y “Separation Anxiety”, aunque agradan a la primera, llevan las firmas de “Epic” y “Midlife Crisis”, con sus líneas de piano y el cautivante rap agresivo. Por otro lado, “Black Friday” y “Sunny Side Up” evocan un déjà vu en los proyectos paralelos de Patton; “Motherfucker” podría ser una versión de I.O.U. de Tomahawk por ejemplo.
Quizás Matt Wallace, quien produjo los primeros 4 discos del grupo y ayudó en la producción de este nuevo trabajo, debió involucrarse más en el disco, porque aunque “Cone of Shame” y “Separation Anxiety” puedan quedar en el colectivo de los melómanos, examinando el álbum en su totalidad parece poco atractivo para los seguidores de los californianos o para quienes tenían expectativas muy altas. De todas formas, un nuevo disco significa una nueva gira, cuyo tour los traerá por enésima vez a Chile, quienes promocionarán un álbum que suena como Faith no More aprendiendo a ser Faith no More de nuevo en el presente.