La carta contenía el repertorio completo del San Miguelino, sus discos “Gepinto”, “Hungría”, “Audivisión”, “GP” y su último, “Estilo libre” además de “5×5” y “Las piedras”, sus dos EP’s. Así desglosó Gepe la preparación para su show de este 1 de octubre en el Teatro Caupolicán, el cual ya ha llenado en una ocasión hace un par de años atrás.
La cita estaba más que preparada: la cancha, platea y palcos agotados, la galería casi repleta; la carta ya estaba retirada y el plato envuelto en show listo para comenzar. Si bien el concierto no tenía como fin ninguna nueva producción, lo inédito no se hizo esperar, una nueva puesta en escena por completo, nueva indumentaria, nuevos juegos de luces y un cuerpo de baile extenso.
Un juego de luces blanca marcaba el contorno de la batería, mientras la gente gritaba y ovacionaba a la espera del cantautor. Entre imágenes de icónicas mujeres como Violeta Parra y un canto de pájaros, salen a escena tocando “Las piedras”, “Platina” y “Marinero Capitán”, así sin más, implícitamente algo decía el show: relataba que el cantante es una máquina de hits, no se quedó estancado en ningún tema en su carrera, al contrario cada nuevo hit lo hizo ganar adeptos. Eso contaba el show entre dientes.
“Naturaleza” y “Hambre” dieron el pase para que el público —ya bailando y cantando— subiera el nivel de expectación y aclamación. “Un día ayer” dio el saludo a Javiera Mena, una pequeña pero ya esperada sorpresa de la noche. “12 minerales”, “Fiesta Maestra”, hacían evidenciar que Gepe está en un proceso en donde la búsqueda y experimentación sonora, quizás ya está, ya logro el objetivo de una atmósfera singular, una batería potente, y una escapada y aventura por variados estilos, como el reggae, el hip-hop o la bachata.
“TKM” cuando recién se estrenó causó controversia y un sin fin de opiniones en su fanaticada, para bien y para mal, hasta en sus compañeros músicos causó repercusiones. Se crítico, se alabó, se dijo que cambió, pero a fin de cuentas fue una de las más bailadas en la cancha y en uno que otro espectador en sus butacas vacías, ya que el público mantuvo su permanencia de pie.
Está de más seguir enumerando hits, la noche fue redonda. Gepe saludó y agradeció a todos, sobre todo a los “grandes de la música chilena”, lo más probable es que se haya referido a Jorge González que estaba en una de las butacas junto a Gonzalo Yáñez.
“Alfabeto” se encargó de cerrar la gran jornada de dos horas casi cronometradas, el tema lo interpretó en conjunto con una comparsa conformada por niños de dos colegios: uno de Lo Espejo y otro de Puente Alto. Al finalizar, el cantautor da el espacio a las bailarinas para que ellas mismas se presenten; luego agradece–con una humildad sobre el escenario característica – al público presente, y entre ovación, pero a su vez con una conformidad atípica del consumidor musical chileno, se despidió de su audiencia.
Si bien algunos dirían que Gepe cambió, la permuta va con todo. Desde el vestuario hasta su modo de hacer música, tanto se critica hoy en día como lo que se puede hablar, se le apuntó por ser rostro de una marca comercial, o ahora porque su música se está yendo por la senda pop (también comercial); incluso algunos más directos dirían que por un reggaetón, pero un reggaetón que nacería como estilo con él y algunos otros, como con su amigo Oddó. Porque Daniel sí que está haciendo música, fuera el género que sea, aunque a la mayoría no le guste, él lo hace con música, y ese es lado bueno y el último que queda a fin de cuentas.
Gepe a la carta fue un éxito y el plato fue devorado por sus fanáticos que quedaron saciados, paso siguiente y último: la propina se tradujo en aplausos, gritos, ovación, saltos y alegría; Esa noche de sábado en el Caupolicán el San Miguelino repletó el Teatro por segunda vez en su carrera, lo que apunta a un desafío mayor que quizás no esté muy lejos ser completado.
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