A Damon Albarn nadie lo para. En los últimos cinco años, para poner un margen, ha distribuido su creatividad en proyectos que poco tienen común y aun así dar que hablar con cada uno de ellos. La resurrección de Blur, un segundo disco para Africa Express, adaptar Alicia en el País de las Maravillas hacia un musical oscuro y su postergadísimo debut solista, es lo que mantuvo a Albarn ocupado antes de empezar a gestar en su cabeza el retorno de Gorillaz y así terminar con los casi siete años de silencio musical.
Albarn parece incursionar en una variedad de géneros y, a través de esto, darle a cada proyecto una identidad particular. Y Gorillaz es el que parece liderar esa norma.
Debutando en 2001 con un disco que no sonaba a nada de ese tiempo, y con el artista visual Jamie Hewlett como encargado de construir el mundo virtual que habitan 2-D, Noodle, Murdoc y Russel. Un mundo y personajes que han mutado de la mano de los cuatro discos que constituyen su discografía.
La prensa y los fans supieron de un inminente regreso cuando las redes sociales de Gorillaz fueron actualizadas para hacer un recuento de sus años como banda que más parecía una cuenta regresiva para algo. Ese algo fueron cuatro historias dedicadas a cada cuarto de la banda, que narraban su historia posterior a Plastic Beach. La confirmación de que el disco era un hecho parecía inminente, pero más tiempo tuvo que pasar para eso.
“Un rayo de verdad en una noche oscura”.
Esa frase apareció en la página de Facebook de la banda, un día antes de toma de poder de Donald Trump. Hallelujah Money fue el primer bocado del nuevo período de Gorillaz, uno que aparecía explícitamente político y sorpresivo en lo musical. Albarn se alió en esta oportunidad con –el ganador de un premio Mercury- Benjamin Clementine para una canción sombría – e incomprendida- que tuvo reacciones mixtas en su debut. Muchos se preguntaron si lo político de este primer corte en seis años representaba una jugada puntual para una coyuntura, o si era la primera pincelada de lo que traería el futuro disco.
23 de marzo y Gorillaz anunció que su quinto disco llevaría por nombre “Humanz” y al mismo tiempo se pusieron a disposición cuatro nuevos singles más el tracklist oficial. Varios nombres importantes contemporáneos y de décadas pasadas aparecían en esas 14 canciones. Poco tiempo después supimos el concepto del disco. Humanz sería el soundtrack para la fantasía oscura de Albarn que se volvió realidad: la elección de Donald Trump. Según el británico, más que meramente combativo, el disco representa una respuesta emocional a la situación política.
Muchos nombres pasaron por el estudio para trabajar en este Humanz, sin embargo, no todos llegaron al producto final. Y muchos fueron pensados para participar, pero Damon no pudo aunar todas las voluntades que quiso – como Morrissey y Sade-, cuya colaboración habría sido sorpresiva e interesantísima de escuchar.
Humanz hace uso de nombres del hip-hop que trascienden épocas y subgéneros. La apertura a cargo de Vince Staples en Ascencion, pidiendo por sexo una última vez antes de que el mundo acabe, siempre con un mensaje de reivindicación racial (Puedes vivir tus sueños siempre que no te veas como yo) para la nueva América de Trump marca el tono de lo que será la participación del resto de los maestros de ceremonias del disco: haciendo suyo el concepto vertebral del largaduración, pero manteniendo su individualidad y agregando su toque personal. Danny Brown, por su lado, hace de las suyas en Submission junto a la cantante etíope-americana Kelela –que trae a la mente la voz de Little Dragon, que tan bien le hizo a Plastic Beach-, despachándose un verso que habla de su inestabilidad mental y con referencias a poder abusivo del dinero (hola, Trump).
Vince Staples y Danny Brown son dos de los nombres más aplaudidos del rap norteamericano, que sacaron alguno de los mejores discos del 2015 y el año pasado respectivamente, y que vuelve a reiterar el poder de Albarn para aprovechar el talento y la vigencia de artistas con personalidad y que se transforman en protagonistas donde sus rimas suenan.
Busted and Blue, justo en la mitad del disco, trae a Damon frente al piano para la única “balada” del disco. La voz melancólica del británico junto a la instrumentalización a cargo de sintetizadores y cuerdas rememora inevitablemente al Albarn de Everyday Robots. Una canción colocada en el momento justo y que llega como una dosis inesperada de calma dentro del ambiento post apocalíptico del disco.
Hallelujah Money, en el contexto del disco, adquiere una identidad fresca y aporta a la multitud de estilos del resto de las canciones con la rareza del tenor spinto de Benjamin Clementine, cuya voz destaca como las más interesantes del larga duración. Una exposición que se agradece, pero lamentablemente opacada por las reacciones mixtas al mostrarse como primer single –aunque técnicamente no lo fuera-.
Damon Abarn considera a Gorillaz su “banda americana” y usa esta plataforma para hablar del fenómeno Trump como el fin del mundo tal cual lo conocemos. Reconoce que el ahora presidente utilizó el dinero, la fama y atención mediática para llegar donde está y por esa razón censuró todas las menciones de su nombre. “No necesita más atención”.
La banda virtual de Damon Albarn y Jamie Hewlett demuestra estar en mejor forma que nunca. No solo en lo musical, sino el esfuerzo mayor por aprovechar las plataformas digitales para darle una inyección de realidad a los cuatro personajes animados que componen el grupo, además de escribir un nuevo capítulo en la historia de la banda animada del que todos quieren ser testigos.
En Humanz, Gorillaz se torna explícitamente político, describiendo un escenario post apocalíptico derivado de algo que nunca vieron venir. Damon Albarn se pone en el lugar de los americanos para hablar de América, postergando su postura frente a algo que lo afectaba directamente: el Brexit. Que, según señala, será otro de sus proyectos el medio para tratarlo.
Bienvenidos a la fiesta del fin del mundo, Gorillaz será su anfitrión.