“Bienvenidos a la fiesta del fin del mundo”. Así fue como Damon Albarn introdujo “Humanz”, cuarto trabajo de Gorillaz y el primero en siete años de silencio. En un mundo tan alocado, lleno de política burda, guerras absurdas y salvaje odio, era comprensible la intención del intérprete británico por darle un poco de alegría a humanidad. El resultado fue más que diverso, encontrando una reacción positiva en la prensa, aunque tibia de parte de la comunidad. Por lo que es de esperar que el líder de Blur se viera abrumado por todo lo que le siguió al álbum. Y en los meses de gira que continuaron, fue que el compositor encontró inspiración para volver con una fórmula menos ambiciosa y más simple.
El líder hace un llamado ligeramente más íntimo en este trabajo. En lugar de ir por los ambiciosos proyectos que han destacado al grupo, decide manufacturar una serie de temas sencillos, tanto en estructura como profundidad. Poco en el álbum busca expandir el universo virtual de sus personajes, en su lugar, se centra en experiencias personales, y todo lo que siguió al éxito del disco previo. La pérdida de la invidualidad es un tema recurrente (“Sorcererz”, “One Percent”), y en eso, el compositor hace un aullido de auxilio en su búsqueda por encontrarse a sí mismo. “Humility”, primer adelanto del disco, abre suavemente entre delicados ritmos de guitarra y simples arreglos de bajo y batería. Un corte irónicamente alegre sobre el miedo al aislamiento, pero la necesidad del proceso.
Desde la primera publicación de Gorillaz, todo larga duración ha sido una punzante transición por ahondar en la vida de los personajes que conforman la banda. Mas en “The Now Now”, la columna vertebral parece reducirse a un concepto bastante más sencillo: la música. Damon Albarn ha escrito un conjunto de canciones que entretienen por doquier, con absorbentes melodías y entretenidas armonías rítmicas. Las pulsaciones electrónicas son herencia directa de los tres álbumes que preceden a esta producción. Y aunque es lamentable que en falta de una narrativa trascendente, el disco sea anti-climático y, hasta cierto punto, un segmento insignificante de la discografía del grupo, es lo suficientemente honesto como para cumplir con lo básico.
Siguiendo meses de giras con “Humanz”, Albarn decidió centrar gran parte de su relato en un experiencias entre pueblos y metrópolis. “Lake Zurich” canta sobre túneles intercontinentales mientras se rodea de sintetizadores ochenteros y pulsos bailables de bombo-caja. El locutor canta: “Encontré difícil compartir esto con alguien / Porque incluso para mí sonaba ridículo / Pero una mañana / Después de una noche complicada / Decidí compartir mi visión con el mundo”. Para el compositor no pasó desapercibida la respuesta divisoria que la placa lanzada en 2017 trajo. No obstante, parece reconocer no arrepentirse de su decisión creativa. Después de todo, solo es un artística entregando su mirada personal.
Los metafóricos usos de ciudades no acaban allí. “Idaho” y “Kansas” manifiestan una mirada íntima y melancólica. El primer corte es una oda a la tranquilidad de la vida fuera de lo urbano. Duro contrasta al desenfrenado estilo de vida de una estrella mundial. Mientras que, por otra parte, el segundo tema narra una ruptura amorosa siguiendo deprimentes similitudes entre drogas y romance. El uso del estado sureño como nombre es quizás una referencia a “El Mago de Oz”. Pues tal como Dorothy, el narrador sabe que debe abandonar su entorno de fantasía para volver a la cruda, aunque sana, realidad. Musicalmente, es posible que sean las piezas menos creativas del LP. Los estribillos repetitivos no congenian significativamente y al hacer las inevitables comparaciones con el trabajo más brillante de la banda, difícilmente resaltan.
El desprecio por los excesos se hace presente tempranamente a través de “Hollywood”, quien solidifica el tercer encuentro entre la agrupación y el rapero Snoop Dogg. Un tema ácido y cómicamente mundano. Rítmicamente psicodélico y bailable. Ignorante de la cínica letra sobre lo intrascendente del conocido barrio de Los Ángeles. “Magic City” cierra el viaje entre zonas urbanas para cantarle a Miami, y de paso, dar un grito de protesta al excesivo uso de publicidad, y el estado del imperialismo. El corte en cierto punto abusa del estilo innato de la banda. Cansando en forma y progresión.
“The Now Now” encuentra su mejor rostro cuando se entrega completamente a la melancolía de su autor. La constante dicotomía entre los ritmos alegres y las líricas mordaces juegan un papel triste, pero efectivo. Recuerdan al grupo que estuvo detrás de “On Mellancholy Hill”, aun cuando pareciera que estén buscando un nuevo “Feel Good Inc.”. El cierre más precioso que el álbum puede confeccionar, haya su punto culmine en “Souk Eyes”. El corte se despide entre arpegios de guitarra y la dulce voz del líder británico. Rememorante de sonidos noventeros, Albarn incluso da toques de su carrera solista para finalmente explorar en un tema que tiene de todo lo que hace al compositor un artista completo.
El sexto trabajo de la banda no es el proyecto sobre-humano que el cuarteto ha confeccionado anteriormente. Sin embargo, conoce las instrucciones y pone las herramientas en el orden correcto. Es un conjunto de temas alegremente tristes que bailan sobre latidos psicodélicos, y que de vez en cuando se acuestan desinteresadamente a cantar de forma sencilla. Y es que luego de una fiesta tan gigantesca, siempre hay un desorden que limpiar, y cuando armas una juerga del nivel de Gorillaz, créanme que hay mucho que poner en su lugar.
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