Antes de tener la invasiva inteligencia del teléfono celular, eran las cadenas del cable las que gobernaban los estímulos visuales y auditivos. En los 90, gigantes imperios televisivos comenzaban a introducir la cultura americana a través de la televisión. MTV ya se hacía con la gloria de representar visualmente la música de las distintas generaciones del pop. Pero ni siquiera la M mayúscula pudo hacerle frente a la gran programación de Nickelodeon, que influyó en el gusto musical de muchas pequeñas, pequeños televidentes gracias al colorido mundo jazzero de Hey, Arnold!, generando un impacto cultural inigualable.
Y no es que todos los que vimos a Arnold y sus aventuras seamos, necesariamente, fanáticos acérrimos del jazz. Pero sí somos adictos a la música y eso, entre otras variables, es gracias a ese consumo. Ahí es donde cae el “Cabeza de Balón”, como también podría caer un programa subversivo como 31 Minutos. Pero hoy hablaremos de nuestra pandilla callejera favorita.
En un contexto musical que comenzaba lentamente a olvidar la comercialidad del grunge, e invitaba con manos abiertas a iconos como Oasis y Radiohead, es que Arnold se comenzaba a emitir en 1995. Tuvo un total de 100 episodios que se dividieron en cinco temporada, donde una colorida y diversa comunidad preadolescente se aventuraba dentro de la vida urbana en un ficticio vecindario ambientado en suburbios tipo Brooklyn o Queens.
Al norteamericano no le es difícil asumir que la serie estuvo ambientada en la ciudad de Nueva York. La música que se escuchaba en las historias del mejor amigo de Gerald encajaba totalmente. Solo el jazz podía darle espontaneidad y vida al universo del Cabeza de Balón.
Un acercamiento al jazz bebop
La mente detrás de las cacofonías fue el director musical y compositor Jim Lang. Sus composiciones a lo largo de la serie establecieron un marco en donde cada episodio circulaba con suave armonía, comenzando siempre con el animado espíritu de la clásica y memorable canción principal. Esta pieza está inspirada en un jazz con un tempo más acelerado, progresiones más complejas y, por supuesto, la clásica virtuosidad instrumental de sus ejecutores.
El estilo se llama “Bebop” y nació en los primeros años de los 40 con el fin de eliminar los límites que los jóvenes jazzeros veían en un jazz que solo servía para bailar. Este nuevo jazz sumergía al espectador en un espacio de contemplación, mientras el artista se mantenía en la “zona”, con su instrumento (En la película “Soul” podemos entender a cabalidad este concepto. Aquí te dejamos este pequeño extracto).
“Recuerdo cuando íbamos en la segunda o tercera temporada y yo pensaba ‘me pondré lo más raro posible’. Voy a traer la rareza post-bebop al show”, comento Jim Lang en entrevista con Vice hace un par de años.
La exuberante mezcla de un jazz soñador y energizante, “post-bebop”, dotó a la serie de color y sustento ambiental para cada una de las aventuras urbanas que tendría Arnold junto a sus amigos, simpáticos huéspedes, vecinos y excéntricos abuelos. La suave instrumentación, también ayudó a contrastar matices serios de algunos episodios, y siempre complementando magistralmente las escenas, como en el ya clásico episodio del “Chico del Pórtico” (Que no deja su pórtico).
Las composiciones de Lang entregaron cuerdas emocionales en momentos claves de los episodios menos alegres. Piezas como “Headin’ South” utiliza los tonos melancólicos en trompetas junto a teclados atmosféricos y ritmos suaves para establecer un ambiente más relajado, como si los personajes se hubieran envuelto en una larga y lluviosa noche en la ciudad. Por el contrario, una pieza como “Harold’s Boogie” eleva a los espectadores al ajetreo y el bullicio de la vida urbana, manteniendo un estado chill, a la vez que va subiendo constantemente gracias a las líneas extravagantes del xilófono y los sonidos animados del grupo de cuernos.
El piano y el saxofón fueron utilizados para presentar una inocente vulnerabilidad en la historia de romance entre Helga y Arnold. “Helga’s True Love” es la evidencia. Por otro lado, cuando la serie se anotaba con tópicos serios, como en el episodio del Hombre Paloma, Lang escapaba del jazz al que nos tenía acostumbrado y se sumergía en una calma que solo los sintetizadores, unas cuerdas y una flauta nos podrían entregar.
Está claro que no todos somos fanáticos acérrimos del jazz, pero si estás leyendo esto de seguro eres devoto de la música. Hey, Arnold! Tuvo mucho que ver en eso, no solo fue la introducción al jazz para algunos, si no que fue una experiencia sensorial más que agradable y placentera para adolescentes y preadolescentes que no sabían que la música sería su motor principal.
Aquí el sountrack completo del Cabeza de Balón: