“Salir de tu zona de ‘comfort’, esa es la idea de hacer música”, explica Fernando Milagros a los micrófonos de CanchaGeneral en 2015. La tarde se oculta en una amenazante nubosidad, y su café se sirve caliente. Sentado, contemplando una pálida ventana sacada de los años 80’s, continúa reflexionando. “Yo –y la mayoría de los músicos– nunca hemos inventado ningún género. Los Ramones no tiene porqué experimentar nada, AC/DC no tiene porqué cambiar los riffs de su guitarra. Pero, ¿te imaginas a Fernando Milagros en el mismo lugar de siempre? Qué huevada más fome”. El concepto queda dando vueltas, como aquellos pensamientos que cargas en tus hombros antes de atravesar el planeta de los sueños. ¿La música se trata de eso…o no? De amenazar los cimientos de la industria con un sutíl escupo. Algo como lo que realizó The Clash, The Beatles, Charly García y el mismísimo Miles Davis. Ser un rupturista, un transgresor, que tumbe la cabeza de todos sus oyentes, la eleve tan solo para dejarla caer.
Sensaciones que reflotan a la perfección con Boarding House Reach, la nueva apuesta discográfica de Jack White. Un pequeño paseo en la red nos relata aquello. “El milagro de Jack White: Llegó al número 1 de EEUU a casi pura venta física”, “Jack White: Bienvenidos al mejor caos”, “El disco síndrome de Jack White”, “El vinilo está más vivo que nunca y el nuevo álbum de Jack White es la prueba”, son sólo algunos de los titulares que la siempre amarillista prensa musical nos entrega. 2018 y la capacidad de sorpresa una vez más aparece vinculada a la música de enfoque global, una que durante los últimos años precisamente realizó lo que el autor de “Reina Japonesa” advertía en el párrafo precedente: quedarse en la zona de comfort.
“Hola, bienvenido a todo lo que has aprendido”, es el primer saludo del ex White Stripes, que más bien toma tintes de advertencia. Entre líneas nos dice que nos tomará de la mano para pasearnos por todos aquellos lugares que jamás nunca pensamos en visitar; no de White en sí, sino de la música.
Oscuro e indescifrable parecen ser dos conceptos que se aplican a la perfección en este registro. Una esquizofrenia musical constante en la vida de Jack White, bien conocida por sus más acérrimos en infinitos proyectos –llámese The Raconteurs, The Dead Weather o Third Man Records- que encuentran en este punto su obra cumbre. Al igual que un buen registro de krautrock o jazz contemporáneo, requiere de un análisis detallado, profesional. Claro ejemplo es “Abulia and Akrasia”, pieza de corta duración que nos presenta un sonido de piano moderno ambientado en un concepto filosófico: akrasia, que significa carencia de poder y control, que intenta responder la pregunta ¿es posible hacer algo que racionalmente sabemos que es malo?; y abulia, que la psiquiatría lo entiende como falta de voluntad. La incapacidad de acabar tareas o de tomar decisiones y que también puede conducir al aislamiento social.
Factor lógico: Jack White es un músico popular de alcance global y necesita pequeños caballos de batalla para sus presentaciones en vivo. Tal es el caso de Connected by Love, Corporation o Why Walk a Dog, composiciones que no requieren mayor detalle. Hits que pasan desde el rock más bailable hasta un funk psicodélico con toques de rap. Claro, también hay espacio para el soul. A pesar de ello, logran alejarse de lugares comunes: en todos ellos hay una suave capa de misterio y experimentación, de algo futurista pero a la vez antiguo.
Seguir hablando de canción por canción se transformaría en un despropósito enorme, aún más cuando la invitación es a descubrir y sorprenderse en un “algo” sin clasificación. Obras como estas se deben apreciar en su totalidad, no hay espacio para la fragmentación. Es acá cuando recordamos a Frank Zappa, un genio tantas veces ridiculizado por culpa de la ignorancia; o incluso Captain Beefheart, un eterno incomprendido y elegido por Matt Groening como el gestor del más grandioso álbum de la historia del rock (Trout Mask Replica). Ambos dieron pasos fueras de la órbita con su música, trascendieron para los entendidos. Y ahora es el momento de Jack White de embarcarse más allá de nuestra concepción.
No debemos olvidar que este álbum se gestó utilizando la tecnología de los años 70, dando todo un contexto único al mismo. Y esa apunta a ser la gracia de Boarding House Reach; una pieza que plasma en perfecto orden la esquizofrenia –conocida- del músico de actuales 42 años, que nos ofrece una biopic de sí, acostumbrado a experimentar géneros que se creían olvidados, con tácticas obsoletas, en una proyección futurista. Alguna vez el mismo guitarrista dijo “el rock necesita una inyección de sangre nueva y joven. Algo está a punto de explotar de nuevo”.
La recomendación cae de cajón. Es un LP que se disfruta en un loop de al menos 4 ocasiones ahogados en la humeante soledad, sin ideas previa del mismo o de los géneros presentes. Puede sonar cliché, pero debemos olvidar por al menos unas horas que estamos ante Jack White, aquél que vestía de rojo y creaba himnos de estadios. Estamos ante un músico que nos ofrece un panorama de todo su desorden mental, que bordea la locura y por ende la genialidad. Muchos otros han intentado lo mismo –como Prince con “Black Album”, Lou Reed con “Metal Machine Music” o Terence Trent D’Arby con “Neither Fish Nor Flesh” –pero la de White, es sin lugar a dudas la mejor ejecución. Este es su pasaje a la historia.