Diversificación de géneros, una progresión instrumental inmejorable, tan excéntricos como complejos, una conmoción musical que llegó a finales de los 60 desde el viejo continente, mientras en el otro lado del charco, la zurda de Seattle ya había copado muchas listas con 3 incontestables discos que servirían para revolución de un género que empezaba a abrir los ojos.
Hoy queremos hablar del comienzo de los británicos King Crimson, otros más que servirían con pundonor en aquellos grandes tiempos que finalizaban los 60, y servían de tareas esenciales para la llegada de muchas de las bandas que nacerían al comienzo inminente de una de las décadas más grandes que ha deparado la industria del rock.
No quiero divagar ni andar por las ramas, pero el mensaje que parte de muchos de los proyectos actuales tienen influencias esenciales en bandas de un país como Inglaterra y que tantas ilustres joyas nos ha regalado, está ahí. Sin embargo, el quinteto londinense fue menos reconocido y se convirtió prácticamente en algo más underground dentro de aquella época y del género en cuestión.
Relatar o desglosar un pedazo de disco como es el debut de estos ingleses llamado “In The Court Of The Crimson King” se convierte en algo tan complejo como atractivo. Las inducciones de la banda al mundo del hard rock como del jazz, le hacen característicos a una música y estilo esencial. Hablamos de un disco que puede ser pionero dentro de un género como es la música progresiva.
King Crimson son portadores de la innovación a la música que se mostraba por aquellas fechas. El sonido y la intensidad que descarga una verdadera obra maestra como es este álbum, te hace pensar que no hablamos de un disco que sea para escucharlo a la ligera. Su estilo exige escuchar su música con detenimiento, prácticamente todos los aspectos de este disco se resume a un género creativo por parte de la banda y el descubrimiento de uno de los músicos más grandes que ha deparado la música como es Ian McDonald.
Siendo un punto de inflexión dentro del rock, el mellotron supuso toda una revolución para aquellas fechas señaladas. Tanto su batería Mike Giles como el guitarrista Robert Fripp ya dieron muestras de su talento innato con el nombre de Giles, Giles An Fripp, pero apenas tuvo la repercusión merecida. Es entonces cuando el guitarrista conoce al saxofonista McDonald, un multiusos que no se cortaba ante nada. Saxofonista, flautista, compositor, teclista, también tocaba el clarinete y todo un genio a la hora de usar el famoso instrumento musical electro-mecánico como era el mellotron.
La sensación de quedar boquiabierto, de encontrarte con una música que bien puede hacerse valer en los tiempos actuales pero que sonará de esa manera en un año como 1969, fue el pistoletazo de salida para una banda como King Crimson. Hoy en día, se sigue escuchando con la misma admiración y el asombro ante tanto talento unido, se percibe en el ambiente. Una canción como “21 Century Schizoid Man”, es música del siglo XXI recibida décadas atrás. El delirio puro de estos británicos reflejados en sus 7 minutos de canción, bajo un manto de psicodelia, progresión musical, intromisiones al jazz y la misteriosa voz de Greg Lake, un músico de múltiples talentos, detrás de todo. La mejor publicidad que puede tener una banda como esta, clases particulares de manera gratuita con cualquier tipo de instrumento, el grito a los cuatro vientos de una banda que aportaba savia nueva al género. Infinidad de adjetivos siempre positivos para un tema inolvidable.
La atmósfera del disco cambia rotundamente con “I Talk To The Wind”. Más suave y enigmática, la banda baja revoluciones bajo un clímax embriagado. Un profundo sentimiento de la inconsciencia que actúa de manera flotante para el oyente, con un solo de flauta por parte de McDonald rimbombante. Siguiendo esa estela misteriosa y de sonidos clásicos prosigue esta obra “Epitaph”, una mayúscula balada que actúa de manera impenetrable dentro de un álbum puramente progresivo. Su estilo lento y parsimonioso sentó un precedente en años venideros. Una razón de peso para demostrar un tema ambiental dentro de un disco de gran repercusión y multitud de géneros.
“Moonchild” es una improvisación electrónica de sonidos de sintetizador. Corte instrumental de los británicos en el cual con sus 12 minutos de duración, actúa como interludio ambiental y relajante que te llevará a los próximos 9 minutos del disco, que resultan ser el epítome de la palabra épica. “The Court Of The Crimson King” es la finalización excelente de esta obra maestra. La brillantez del sonido de King Crimson aquí se hace cristalina. Oscuros acordes al piano, pasajes acústicos, solos de flauta, voces clásicas por parte de Greg Lake y la mejor versión en este disco para el percusionista Michael Giles. En pocas palabras la banda se supera a sí mismos con este magnífico corte.
Los degustadores del rock más clásico, unidos a los oyentes exigentes de música exquisita, tendrán su momento culminante con esta pieza ilustre de la música en general. Pero aquí hay para todos los gustos, puesto que hablamos de un disco progresivo y en dónde se demuestra la profundidad de una banda impresionante. Tan brillante como intenso, tan épico como inmejorable, cada segundo de este disco vale su peso en oro, pero su totalidad de 45 minutos ha hecho convertirlo en un verdadero DISCO RECOMENDADO, para todo aquel que aún tenga la virtud de ser virgen a su sonido.