A las 19:45 ya empezaba a asomarse el ocaso entre los cerros aledaños al Espacio Centenario. El espectacular show de Edward Sharpe and the Magnetic Zeros había culminado con un cielo fosforescente, tiñendo de naranja la parte superior de los escenarios Adidas y Heineken, junto con el horizonte.
Era evidente que Primal Scream era un plato fuerte, y si no lo deja en claro su discografìa e influencia, sí lo hace la cantidad de asistentes que aguardaban la comparecencia de Bobby Gillespie y banda ante sus ojos ansiosos y cuerpos dispuestos a todo.
Parecía que la banda miraba la hora a un costado del escenario aguardando el momento definitivo. Puntual, y acorde a la impecable organización que el festival había mostrado durante el día, Primal Scream se desliza sobre el escenario sin previo aviso. Gillespie, vestido de vaqueros azules y traje rosa, saluda y observa al público con una mirada perdida, mientras es escoltado por los acordes iniciales en la guitarra de Andrew Innes para “Movin’ On Up”. Es la tercera vez que el público chileno puede sacar de su garganta la frase “I was blind, now i can see” después del par de ocasiones pasadas en que hizo creyentes de su culto. Una en 1998 en la extinta Oz y hace media década en el Teatro Caupolicán, cuando revisitó completo el esencial “Screamadelica”, como parte de su gira aniversario.
En vivo, Gillespie muta entre su años de rave y la abstracción. Fueron varios los momentos de show en que se le vio mirando al horizonte y algo perdido mientras sus compañeros realizaban solos o alguna parte instrumental de una canción. Pero todo es parte del mito Gillespie, el eterno joven británico.
“Where The Light Gets In” marca la primera pincelada de Chaosmosis, el material que publicaron a principios de este año pero que se llevó el apoyo de la crítica especializada. Sin embargo, la canción es entretenida y capaz de darle a Gillespie un nuevo aire. “(Feeling like a) Demon Again”, “Trippin on Your Love” y “100% Or Nothing”, fueron los extractos de ese disco que tuvieron lugar en el show. Se nota que la banda está contenta con su nuevo material, las canciones son interpretadas con más energía y dedicación, como si fuera un disco capaz de darle a la banda una renovación y otro motivo para seguir.
Durante lo que llevaba el show, se distinguía una figura de pelo largo y gorra celeste a un costado del escenario junto a la mesa de sonido, que parecía disfrutar a la banda con fervor y al mismo tiempo esperando algo. Ese algo fue el momento cuando Gillespie lo introduce para ayudar a hacer “Damaged”, ese alguien era Kurt Vile.
La colaboración de Vile no fue muy memorable, solo se relegó a tocar casi aislado la guitarra secundaria, permaneciendo en el mismo lugar durante toda la canción y absorto en su instrumento. La canción fue la única balada del show y en algún momento se cedió el espacio para que cantara solamente el público, pero no tuvo la respuesta que se esperaba, solo algunas voces fanáticas dispersas. Antes de despedir a Vile, se le aplaudió y Gillespie le estrechó la mano. Se acababa de dar un gustito de aquellos, y no podía ser más evidente en su cara.
“Just what is it that you want to do?”, todos querían fiesta. Apenas el sample de “Loaded” irrumpió desde los parlantes, se hizo evidente de lo que se trataba esto. Si parte del público no era muy experta en el catálogo de la banda, se bailaba igual. Resulta fácil aplicar el término rave en este punto, pero la canción emblema de esos años en territorio británico tiene el mismo efecto en ese momento en Santiago. Durante lo que se extendió la canción, hubo tiempo para solos, pasos de baile, y maracas frente al micrófono por parte del líder de la banda que sirvieron como ingredientes para uno de los puntos altos de la noche.
“Country Girl” suena y nos deja en claro la dualidad de este concierto. Se hace difícil definir si este es un show rockero o para bailar, porque ambos estilos brillan por igual durante la hora y cuarto que dura el espectáculo. Es evidente entonces que el término house-rock acuñado como respuesta al lanzamiento de Screamadelica en 1990 es tan utilizado cuando se refiere a la banda. Su habilidad pionera de llevar las guitarras a la pista de baile fue influyente en una nueva generación de artistas que aprendió de la mezcla de estilos y una nueva forma de polimerizar la electricidad.
Ahora Gillespie interpreta “Rocks” con algunas modificaciones vocales a la original. También involucra la participación del público, que esta vez sí responde de la manera solicitada a uno de los temas insignes del Give Out But Don’t Give Up del ‘94, que hacia el final de la presentación se generó un clima confuso a partir de la subida repentina de un asistente de la primera fila al escenario, con el objetivo de simular una guitarra frente al propio vocalista. Menos de diez segundos alcanzó a estar su imprudencia cerca de la banda, al ser interrumpida por la acometida de un miembro del staff que lo lanzó al suelo y echó bruscamente del escenario, entre quejas e insultos por parte del tipo que creyó que su absurda actuación no tenía nada de malo.
La noche cayó completa cuando “Come Together” entró para finalizar el show. Una performance de casi quince minutos que cerró el show de una manera ceremonial y memorable. Hubo tiempo para que Gillespie se despidiera del público y mencionara a los actos que más llamaron su atención, entre ellos, Courtney Barnett, Kurt Vile y The Brian Jonestown Massacre. Después del final de su tercera venida a Santiago, nos dejaron sonando en la cabeza por qué estaban todos acá. “Come Together As One”