“Goddamn, man-child / You fucked me so good that I almost said «I love you»“ son los versos con los que entramos en “Norman Fucking Rockwell!”. El sexto larga-duración de Elizabeth Woolridge Grant, mejor conocida como Lana del Rey, es un evolución narrativa desde las bases del fundamentalismo que canaliza la nueva era del art-pop. Siendo uno de los rostros del chamber pop moderno, la interprete aún estaba en camino a escribir la que se convertiría en su obra maestra. Y si hay algo en el corazón de la estadounidense capaz de confeccionar una obra así, esto es lo más cercana a dicha visión.
A pesar de presentarse con una sólida estética vintage y clara visión melódica, incluso en sus mejores momentos la interprete neo-yorkina se encontraba en confusas instancias sobre las cuales trabajar. Desde su excelente debut “Born to Die” (2012), la autora cautivó los corazones de sus fanáticos, hilando en una más o menos diversa carrera discográfica. “Lust for Life” (2017) contuvo una serie de colaboraciones y mezclas con música urbana, pero los resultados fueron menos que indiferentes. Lejos de esperar que la artista siguiera experimentado, lo deseado era llegar a un proyecto completamente conciso y cinemático, el cual termina recibiendo el título de “Norman Fucking Rockwell!”.
Desde el corte homónimo, la narrativa se desliza en dulces y cautivadoras metáforas sobre corazones rotos y decepciones románticas. Su jerarquía vocal entra en rangos encantadores. Moviéndose con destreza entre hermosos arreglos de cuerdas, el álbum se presenta como una experiencia completamente abrumadora. “Mariners Apartment Complex” es una composición que explora el perderse en los brazos de otro ser humano. “Sacaste mi tristeza de contexto” es uno de las piezas líricas más devastadoras que han emergido de las cuerdas vocales de la interprete. Compara constantemente esta idea con metáforas marinas: “Tú pierdes tu camino, solo toma mi mano / Estás perdido en el mar, llevaré tu bote a mí de nuevo”. Estamos perdidos junto a su oceano de tristeza.
Es bastante posible que “Venice Bitch” sea una de las piezas más compléjamente hermosas que haya llegado a entregarse en un álbum de la estadounidense. “Oh Dios, te perdí en mis labios / Soy yo, tu pequeña perra de Venecia / En el pórtico con los chicos del vecindario / Te lo digo, besos y balazos”. Una increíble evolución lírica en Lana alcanza su máxima virtud en el corte que se extiende por nueve minutos. Deliciosos arreglos de guitarras y una espectacular producción hacen volar el tiempo. Los granos de arena descienden con delicadeza mientras el autor se pierde entre las armonías.
No hay ningún instante en que Lana del Rey abandone o revolucione el estilo que ella misma se ha visto perfeccionando. Pero no creo que ni ella ni sus espectadores esperen un resultado distinto. Hay una exquisita combinación entre la interpretación de Elizabeth y la producción en conjunto de Jack Antonoff, integrante del desaparecido grupo Fun. Antonoff ha obtenido reconocimiento detrás de las mezclas por su trabajo en los espectaculares “Melodrama” de Lorde y “Masseduction“ de St Vincent. Su vibrante visión encaja perfectamente con los movimientos de la interprete de “Born to Die”. Siendo su primera colaboración, exprimen una colorida química entre la teoría musical, y los exquisitos arreglos de cuerdas que acompañan la melancólica voz de la compositora.
Su sombría expresión de romance se impregna en cortes como “Fuck it I love you” y “Love Song”. Melancólicas armonías de pop barroco realizadas para quebrar corazones y simpatizar con todas las y los desgraciados que hay allá afuera. Lana olvida las inmaduras metáforas y la expresión de una imagen sin-sentido sobre su figura, y abraza una verdadera expresión que, en todos los sentidos, palpita como un corazón. No somos nadie para juzgar cuando las emociones son auténticas, pero Elizabeth se mueve con comodidad entre estas canciones, y no por nada el enlace afectivo es tan palpable.
“Cinnamon Girl” expresa una hipnótica muestra de su calidad vocal, uno de sus elementos más criticados en previas producciones. Olvidándose de sobre-exigir un rango en lentas y arrastradas adaptaciones musicales, la neo-yorkina se desliza con comodidad sobre el micrófono. “California” es hipnótica y psicodélica, una balada de baterías pesadas y pianos arremetedores. “hope is a dangeiours thing for a woman like me to have – but I have it” es un demoledor cierre. Fuera del contexto del álbum puede fallar en generar esa conexión emocional que radica en los lentos pulsos del tema. No obstante, como cerradura es una impresionante y desoladora muestra de pasión y tristeza.
En la cómoda posición de una interprete como Lana del Rey, es fácil descansar ante tus propias restricciones, y dejar que los estereotipos musicales construyan las canciones por sobre la verdadera intencionalidad. Pero cuando tienes un concepto atrapado en tu cuerpo físico, es necesario dejarlo escapar. El arte como expresión de vehemencia. Una narrativa nostálgica, pero contemporánea. La expresión de una artista que sigue explorando qué puede entregar desde sus letras y melodías. “Norman Fucking Rockwell!” es agresivo y seductor, una cinemática muestra de aflicción y madurez.
A Lana del Rey la podremos ver nuevamente en Chile el 27 de marzo en la décima edición de Lollapalooza Chile. Aún quedan pases disponibles aquí.
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