La gente que llegó a ver a la joven neozelandesa sabía que se toparía con una de las artistas más respetadas del momento; si hasta el mismo Bowie se ha referido en más de una oportunidad con mucha admiración hacia la cantante, pero nunca se pronosticó que Lorde entregaría una presentación descomunal.
Desde el primer segundo sorprendió por su puesta en escena y sus movimientos característicos. Es tan fácil entender por qué todo el mundo quiere formar parte de su trabajo, ya sea con colaboraciones o ir de gira con ella. La calidad vocal e interpretativa de la cantante es algo que provoca, más que escuchar, admirar la manera en que se expresa.
Lo que más llamó la atención de la crítica que asistió al show fueron los arreglos espartanos, en algunos momentos casi de karaoke, que mostró Lorde en esta presentación, arreglos que generaban una versión exiquisitamente distitnta en comparación con la apabullante y excelsa producción de su debut “Pure Heroine”; debemos aclarar que todo esto no fue señalado como un inconveniente, sino como una virtud, una manera de ofrecer algo distinto a lo grabado en el disco, sin perder su escencia.
El concierto se abrió con una solitaria Lorde sobre el escenario de un Playstation Stage lleno, absolutamente lleno. Los tonos de teclado fúnebres de “Glory and Gore” fue lo primero que escuchamos, más bien, fue lo primero que nos deleitó.
Sin duda la sobriedad de su puesta en escena va a ser la compañera de Lorde, al menos en esta gira por Sudamérica. Tan sólo se hace acompañar de un baterista y un teclista, demostrando que a veces menos es más, que no hace falta un gran montaje o una gran cantidad de músicos para ofrecer un recital inspirador y de la mejor calidad.
A Lorde se la veía cómoda en el escenario, controlando por completo la situación. Muchas de las abundantes pistas vocales de “Pure Heroine” sonaron vía grabaciones pregrabadas, pero Lorde y sus dos músicos acompañantes supieron integrar a la perfección esos sonidos en un todo orgánico y muy natural, sobre todo para una cantante que está empezando y que se enfrenta a su primera gira en el fin del mundo. El show parecía el de una cantante más veterana, no el de una principiante.
Con una previa confesión sumamente profunda la cantante dio el paso a “White Teeth Teens” y “Ribs”, revelando la verdad íntima acerca de estas canciones de rebeldía juvenil y confusión romántica que se han convertido en santo y seña para una multitud de adolescentes en todo el mundo.
Pero lo más importante es que la confianza demostrada por la cantante en sus entrevistas, podía verse de lleno sobre el escenario. Se notaban sus ganas de hacer un espectáculo distinto, prestando mucha atención a todas las canciones y no sólo a los “hits”. Los arreglos de las canciones en directo fueron más oscuros, más en esqueleto, probablemente en un intento de mantener la música fresca, viva, y aun a riesgo de que algunos buenos arreglos puedan perderse.
En resumen, la cantante de 17 años se mostró sobria, pero emocional e intensa. Se metió en el bolsillo a los espectadores durante los 11 cortes que interpretó. Una presentación magnífica de principio a fin.