“Cuando lo tengas, da todo lo que tienes”. Hannah Read habla directo y sincero, sobre realizar tu potencial máximo. Y vaya que lo dio todo: la artista, que opera bajo el nombre de Lomelda, comenzó a preparar su nueva apuesta en febrero del año pasado, en las mismas sesiones que comprenderían su sorpresivo proyecto más reciente, M For Empathy. Insatisfecha con los resultados, ella, su hermano y un panel giratorio de instrumentistas sometieron el material a regrabaciones completas en otras dos ocasiones, partiendo cada vez de cero hasta tener el sonido correcto.
Tan dedicada ética de trabajo no solo brilla a través del álbum resultante, Hannah: resplandece en lo absoluto. Una preciosa colección de composiciones que resalta por su sencillez y efectividad, absolutamente comprometida en su búsqueda por la conexión humana, con una interpretación musical que refleja catarsis y liberación. Es la clase de esfuerzo que consolida la promesa de una carrera entera.
El cuarto lanzamiento de la multinstrumentalista tejana encarna una vulnerabilidad chocante, encontrando su magia en pequeños momentos, pequeños sentimientos que definen con eventualidad el paso del tiempo. Reiniciado muchas veces porque su creadora quería capturar la expresión más honesta de las canciones, este es un retrato fiel de una mujer explorando las turbulencias de la adultez moderna, el peso de la nostalgia y el encontrar comunidad en un mundo cáustico y desordenado.
“Hannah adquiere una cualidad armónica que recrea la intimidad de un show pequeño”
Las piezas de este elepé se caracterizan por su dinámica a fuego lento, donde las melodías y percusión son ejecutadas con una suavidad que desprende la calidez que abraza las vocales de Hannah. Ella, por su parte, deja reinar su rango de interpretación vocal, delicada por momentos, desatada en absoluto en otros. La intrigante y muscular “Both Mode” representa la única instancia heavy en el ciclo. Hay incluso espacio para la experimentación sonora, el collage distorsionado de “Sing For Stranger” sirviendo casi como una pequeña versión Lomelda del vaporwave.
La compositora mencionó en una entrevista con el portal American Songwriter que su motivación principal en esta pasada estaba concentrada en la conexión consigo misma y con su entorno. El primer sencillo, el brutal rockero orgánico “Wonder” funciona en ese sentido como su forma de poner en claro sus intenciones. A medida que se persigue este objetivo, Hannah adquiere una cualidad armónica que recrea la intimidad de un show pequeño, público reducido e intimidad amplificada, reflejado en el espíritu de canto a coro que abunda en este trabajo.
Pese a la vibra unificada de las interpretaciones, Lomelda también prueba con nuevas estructuras y géneros. En particular, “Polyurethane” y “Stranger Sat By Me” flotan en el aire con la baja densidad característica del ambient más onírico. Por otra parte, persistencia y repetición desencadenan sus máximas virtudes en la pastoral “Tommy Dread”, una brillante y estridente puesta en escena que cautiva por lo que la notoriamente minimalista cantautora puede hacer en una composición más extensa.
“La autoexaminación es protagonista en este álbum”
En cuanto al aspecto lírico, este disco adopta un enfoque muy meta: gran parte del contenido se refiere a su vida como artista, las dificultades de vivir de esta profesión y la profunda soledad que se siente entre viajes y giras. Sin embargo, su decisión de escribir los versos más abiertos posibles, aun cuando podría correr el riesgo de sonar anónimos, le brindan a las letras una resonancia que les permite sincronizarse con les oyentes de manera automática.
Una arista de esta perspectiva aflora en la ingeniosa “It’s Lomelda”, una tonada en donde la compositora rinde un homenaje a algunos de sus artistas favoritos: “Es Low / es Yo La Tengo / es The Innocence Mission / Frank Ocean / Frankie Cosmos”, casi como encontrándolos en su propio ADN. “Es “The Only Thing” / Es When I Get Home”, entona aludiendo a la pieza de Sufjan Stevens y la placa de Solange, respectivamente. Hannah Read reconoce la pasión por la música como un engranaje conductor, y el impacto positivo que ésta tiene en las vidas de la gente.
La autoexaminación es protagonista en este álbum, tomando su forma más directa en las tres canciones que llevan el nombre de su autora. “Hannah Sun” estudia la dificultad que las relaciones encuentran ante la distancia, y los sentimientos de responsabilidad que se posan sobre éstas. “Hannah, no hagas daño”, murmura, apagada por un atisbo de culpa difícil de ignorar. “Hannah Happiest” confronta la incapacidad de conectar con otros individuos. Por último, el cierre de “Hannah Please” suena como una conversación frente al espejo, una pequeña súplica para comenzar a abrirse a todo lo que le rodea.
La descarada desnudez de Lomelda puede confundir a primera vista, pero no hay que equivocarse: Hannah conmueve, intriga y hechiza en iguales cantidades. En el pasar de un suspiro, se disuelve en el ambiente, pero su impresión es duradera. Y si la finalidad que Hannah Read perseguía desde el principio fue concebir un ancla entre su ser y el mundo alrededor, un sentido de pertenencia, podríamos bien hablar de una misión cumplida. Después de todo, en el campo del sueño capitalista de la celebridad, la honesta intención de la artista no es participar del juego, sino honrar los lazos que nos unen.