A principios de este año, The New York Times incluyó a Nicola Cruz en su lista de artistas para tener en mente durante el 2019, lo que aumentó la expectativa respecto a su segundo larga duración. Llegó el 25 de enero, y con el estreno de Siku quedó en evidencia que la espera estaba justificada. Once canciones que sirven como secuela a Prender el Alma y como profundización a una inquietud que se forjó hace siete años en la identidad del sonido del productor ecuatoriano.
“Andes Step”, como él definió su sonido en los primeros años de su carrera, una simbiosis de los sonidos latinoamericanos a través de sintetizadores y softwares para entregar un producto que muchos han intentado alcanzar, pero que pocas veces se ha visto tan honesto.
Cruz, además de la reinterpretación de los sonidos con lo que convivió en su infancia y adolescencia, ha realizado un trabajo exploratorio para profundizar en los espacios recónditos del folclore, especialmente de sus propias raíces, pero sin dejar de expandirse a sonidos de otros continentes.
El productor vive apartado de la ciudad, en medio de unas montañas a las afueras de la capital ecuatoriana. Es acá donde se han gestado sus dos discos y que sin duda se han visto fruto de su contexto, como el mismo afirma. Allá mismo conoció a Esteban Valdivia, un entusiasta de los instrumentos precolombinos con quien grabó el tema Arka, internado en unas cuevas próximas a su casa donde el espacio privilegió la acústica de las grabaciones. “Quería rescatar la sensación de que la música es para todos, que es una construcción conjunta. Por ello hay colaboradores con los que trabajé en este álbum.”
Respecto al título de su segundo trabajo, Cruz explica que su nombre proviene “del sentimiento de tocar en par, más allá de tocar el sikuri, el instrumento de viento, es una tradición andina de estar performando en par, pero no sólo a nivel forma sino conexión”. Siku comparte con Prender el Alma el respeto por los sonidos andinos a la hora de trabajar con ellos, hay un verdadero interés por darle una nueva vida y sacar utilizar los instrumentos que descansan en los museos para ejecutar su propio tipo de ceremonias.
Es díficil imaginarse que un sonido que parece tan orgánico, enérgico y que pareciera un organismo vivo, provenga de una edición en software con la ayuda de controladores y no de una sesión de músicos. También lo es imaginarse que el show de Nicola Cruz consta solo de él, un computador y sus aparatos y que todo lo que suena son secuencias programadas. Sin embargo, es enfático cuando señala que más allá de la fiesta, lo que busca es una conexión con el público, lo más alejado del cliché posible.
De alguna forma, recuperar el folclore local tiene algo de político. “Aludo al sonido y a la composición en general de ciertos paisajes para intentar traer conciencia de preservar e identificarnos a nosotros mismos, al espacio que tenemos, a las tradiciones. Ese es el punto fuerte de inspirarse por el folclor y transmitirlo, esa es mi política”, dice en una entrevista.
Podremos ver a Nicola Cruz y su rito ceremonial el viernes 29 de marzo en Parque O’Higgins, en la edición 2019 de Lollapalooza, junto a nombres como Kendrick Lamar, Arctic Monkeys, Rosalía, entre otros más.