El éxito suele ser una parte importante del medio musical, y Brendon Urie pareciera estar disfrutando de cada segundo de ello. Desde la explosiva popularidad de Panic! At the Disco a mediados de los 2000s con hits tales como “I Write Sins, Not Tragedies” y “Nine in the Afternoon”, que el líder y compositor no tiene nada que lo frene en su camino. A partir de 2015 que el estadounidense se convertiría en el único integrante de la agrupación, y junto al obvio control creativo que ha tenido sobre el proyecto, es que se ha dado la oportunidad de explorar cada vez más en su propia figura y en aquello que lo llevó hasta el estrellato.
Siguiendo un connotado sentido del humor, “Pray for the Wicked” es una constante análisis sobre el optimismo y la popularidad. Urie creció en el manto de una familia mormona, sin embargo durante la producción decide ironizar respecto a sus propia falta de remordimiento. La mezcla de fiesta y religión da en una receta extrañamente cómica, cuya dicotomía es conciente para el autor. Aún cuando él ha manifestado que desea hacer las pases con su pasado cercano a la espiritualidad, no puede evitar cantarle al desenfreno. Tristemente, mucha de esta efectividad queda en manos de melodías que se nutren de hits bastante desgastados.
Los sencillos principales entregan una sólida introducción a un álbum que decae constantemente mientras se acerca al final. “Say Amen (Saturday Night)”, sencillo líder del trabajo, toma influencias pop-electrónicas modernas junto a elementos barrocos en trabajos de cuerdas y pianos. El corte es una adictiva progresión que en el estribillo se edifica gracias al espectacular trabajo vocal del líder. Las referencias religiosas son bastante claras: “Rezo por los perversos en el fin de semana /… / Juro a Dios que nunca me voy a arrepentir” es una narración irónica y burlesca sobre el frenétio estilo de vida del estadounidense.
El jugueteo del grupo con componentes electrónicas es algo que viene mostrandándose en las composiciones desde “Too Weird to Live, Too Rare to Die!” (2013). Mas las pulidas producciones tienden a comerse muchos de los segmentos mejor realizados del LP. Brendon Urie ha demostrado en cada ocasión que ha podido el como es un fenomenal y carismático frontman. Lo cual junto a una espectacular capacidad vocal pareciera ser la receta del éxito. Lamentablemente, la poca potencia de diversos cortes vuelven el álbum en un trabajo blando y mediocre.
Habiendo entrado de golpe, “Pray for the Wicked” pone sus fichas en una apuesta que no puede mantener en pie. La narración se vanagloria paulatinamente de los logros de su líder. “Hey Look Ma, I Made It” y “High Hopes” toman armonías ligeramente divertidas, y se envuelven en ellas para cantarle al éxito. La poca variedad conceptual hace que mucha de la lírica quede estancada en versis cursis y flojos. Siguiendo la noción de “Death of a Bachelor”, el álbum retoma cortes sobre la vida de excesos como “Dancing’s Not a Crime” y “One of the Drunks”, solo que sin los ritmos obsesivos y las melodías absorbentes.
Las composiciones exceden en joviales pulsos cuando más se alejan de las melodías predeterminadas y clichés. “(Fuck a) Silver Lining” toma ingredientes ligeramente conocidos, pero los eleva entre trompetas y un pulso acelerado y bailable. El carismático rostro de Urie obvia la lírica desmesuradamente optimista. El estribillo es repetitivo, pero completamente eficaz. Mientras casi cerrando, “Old Fashioned” vuelve a cantarle a la juerga, rodeado de armonías sólidamente energéticas. El potencial desperdiciado parece ser el más triste error detrás de este producto. Pues con la magnética voz del líder y el talento como para reunir a una ola de instrumentalistas a su favor, el agujero de mediocridad es más una elección que un infortunio.
El sexto álbum del ahora proyecto solista de Brendon Urie vive demasiado de promesas y habilidades, fallando en ser una pieza realmente entretenida. Si bien muchos de los cortes poseen en ellos una esencia sencillamente obsesiva, presentan una difícil competencia a un negocio que está saturado en más y mejores obras de las mismas características. “Pray for the Wicked” aúlla tanto sobre la fiesta que quiere sostener, que agota todos sus recursos al poco tiempo de iniciada esta.
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