Lo que Aguaturbia se jugó la noche del sábado en el Teatro Nescafé de las Artes es su revalidación como una banda vigente, no sólo compositivamente, sino también performática y de convocatoria, eliminar las brechas de generaciones y que el público presente escapara de ese que de finales de los sesenta los vio surgir y consolidarse. Pero sobre todo, realizar un show que sea capaz de abrir una nueva etapa discográfica, después de 47 años sin grabar, y proyectarse nuevamente en la escena nacional con más de medio siglo de vida como banda.
Denise y Carlos Corales, voz y guitarra, son los responsables de seguir el legado de una banda que ahora dejó de cantar en inglés, eso que en su tiempo Víctor Jara criticó tanto, en plena época de la Nueva Canción Chilena, y que ahora viene con diez canciones nuevas, en su recién estrenado Fe, amor y libertad. Un disco que viene adelantándose desde el año pasado con “En mi lugar” y hace pocas semanas con “Corazón Bye Bye”, pero que ahora se estrena con bombos y platillos, en el mismo lugar que lo vio debutar, cuando el recinto de Manuel Montt llevaba por nombre Teatro Marconi. Tal como lo recuerda su primer manager Alfredo Saint-Jean, que rememora los años en que unos recién constituidos Aguaturbia tocaban en Santiago y que los catalogó como los Janis Joplin y Jimi Hendrix chilenos, a través de un video proyectado antes de que la banda subiera al escenario.
Lo que en este show abundan son los clichés del rock clásico, pero al público parece gustarles. Cada canción cuenta con alguna cuota de virtuosismo de parte de un músico, sobre todo Carlos Corales, que realiza extensos solos de guitarras que el público premia con aplausos todas las ocasiones, pero que se hace repetitivo y predecible a medida que el show avanza. Y no es que sea algo necesariamente malo, pero le resta dinamismo a un show que parece no tener sorpresas ni variedad. Denise también hace lo propio. Parece que el paso y peso de los años no han debilitado su voz, siempre al mejor nivel vocal como interpretativo. Sin embargo, hubo un par de momentos puntuales en la parte final de la noche, que pareció que su voz se corta bruscamente – posiblemente en una mezcla de emoción y agotamiento-, pero que no logran disminuir su ánimo.
Su nuevo material parece fluir de buena manera con el más antiguo. Como si esa brecha de 47 años nunca hubiese ocurrido, como si ese sonido sesentero y psicodélico fluyera por las venas de Corales, el compositor principal de Aguaturbia. Y no es que sea un sonido atemporal, sino que lo traen de vuelta de sus raíces y exponen sin retoques.
Cuando la banda tuvo la oportunidad de emigrar a Estados Unidos, en la década de los setenta, a Denise le señalaron que, tal como recuerda, no podía cantar blues “sino tenía experiencia”. Ahora está en todo su derecho, con ese requisito cumplido a cabalidad. Y lo demuestra con su interpretación de “Blueslero”, una mezcla entre el género del delta del Mississippi y lo latinoamericano.
Denise muestra varias veces su emoción cuando se dirige al público – entre canciones- para agradecer y recordar a su baterista fallecido el 2013, Willy González. Un punto negro de la noche fueron las constantes interrupciones del público cuando ella hablaba, no alcanzaba a emitir más de dos frases seguidas sin que los “Grande Aguaturbia” y “Wooo” por parte del público se colaran y la hicieran desistir.
El show culmina con Denise y Corales volviendo al escenario después de un breve receso, con la primera envuelta en una bandera chilena a los hombros, alentando al público y a la selección de fútbol que jugará en unas horas más. Eligieron un ambiente íntimo para despedirse del público. Voz y Guitarra que se complementan a la perfección. Se conocen de toda un vida y han estado juntos por la mayor parte de la suya, como pareja y compañeros de banda.
¿Pudo cumplir Aguaturbia con el objetivo del show? Pareciera que sí, pero es difícil aún saber si la banda se mantendrá en actividad constante o serán ocasiones puntuales en que se presentarán en vivo. Lo cierto es que el cruce generacional parece resultar, sin embargo, cuesta dimensionar si la banda tendrá un espacio en el circuito actual de escenarios en el país, que parece no tener lugar para el rock clásico.