Para el músico en ascendencia, el primer álbum puede ser un ejercicio fastidioso. Expectativas propias en conflicto con la fanaticada, la búsqueda del propósito que motive su creación, la identidad y el sonido que lo definirá son sólo una parte de los múltiples posibles problemas que pueden aparecer en el proceso. Para una superestrella corriente como Rina Sayawama, el resultado es uno de los debuts más cerebrales, aventureros y elaborados de los últimos años. Además, es un recorrido ridículamente divertido.
No cabe duda destacar que la joven compositora tiene una virtud que pocos artistas han encontrado cuando se enfrentan a esta prueba: poseer un profundo y matizado conocimiento de sí misma. Han sido unos seis extensos años desde su irrupción en la escena musical, pero el camino hecho al andar le ha valido un crecimiento y refinación de habilidades, las cuales son dispuestas con abundante éxito en el primer elepé, SAWAYAMA.
La musicalidad de Rina es activo derivado de una singular condensación de toda cosa Y2K. Como buena adolescente de los años 2000’s que fue, la joven artista se las arregla para crear un fiel documento de su experiencia musical, abrazando influencias divergentes como el pop-punk, eurodance, electropop, el R&B estadounidense, rock de estadio, y sorpresivamente, nu metal, como parte de la ola de artistas femeninas reapropiando la natural agresión del -a menudo ridiculizado- género para brillante efecto (véase también: Grimes, Poppy).
Los ejemplos más claros de lo último se manifiestan temprano en el álbum. Rina ha explicado en entrevistas que su motivación para emplear este recurso musical nace de la necesidad de encontrar un canal apropiado para la liberación de rabia y frustración. “Dynasty” da el puntapié inicial con una ráfaga de confrontación dotada de reflexividad, sólo para que el volumen de intensidad suba a máximo para el minuto en que aparece “STFU!”.
Ambos momentos revelan de inmediato un aspecto lírico protagonista a lo largo del disco, la lucha constante con todo lo que conlleva la identidad desde el momento en que el mundo nos conoce. “Dynasty” explora este tópico desde las caras oscuras que el legado familiar nos puede dejar. A su vez, “STFU!” lleva este ejercicio de descargo por la parte de las múltiples microagresiones que la sociedad normaliza frente a la comunidad asiática y sus descendientes, en uno de los sencillos más impactantes que nos dejó el 2019. En sólo una frase, Sawayama es capaz de desmantelar el aura de trivialización que impera en Europa y América sobre la cultura oriental: “¿Cómo es que no me respetas / esperando que estas fantasías sean mi realidad?”.
La facultad camaleónica de SAWAYAMA le permite abordar una variada gama de puntos de vista en su viaje introspectivo, y sorprende que para conceptos de tanto peso y seriedad en el contexto moderno, en esta placa, la artista logre que todo suene como si estuviera teniendo la fiesta de su vida. “Comme Des Garçons (Like The Boys)” se revise de Kylie Minogue en la era de su clásico álbum Fever, mientras Rina crea un himno a las mujeres y a la comunidad LGBTQ+, en su postura que desafía al concepto de confianza y seguridad fomentado bajo los parámetros del patriarcado.
Posiblemente el momento más desinhibido de estos 43 minutos, “Paradisin’” es una explosiva joya de energía punk mezclada con la atmósfera electrizante de los videojuegos y la despreocupación de una infancia sana. La nostalgia y la recolección de eventos que van desde lo curioso y divertido, hasta lo activamente desastroso, van de la mano con una gloriosa melodía que garantiza pegarse en nuestras cabezas por horas y horas. “Aunque estoy atrapada en medio de todo / ¿no es acaso maravillosa esta vida?”, canta la compositora con un llamativo convencimiento que no nos deja más que asentir.
Las pugnas que conducían en un principio la narrativa del álbum también conducen a reflexiones y soluciones, y estos constituyen dos de los momentos más preciosos. Sobre un pulcro arreglo de tempo lento, Rina reconoce sus falencias en las relaciones interpersonales y enfrenta su saboteador interior en la sublime “Bad Friend”. Especialmente conmovedora es la dedicatoria de “Chosen Family”, un shoutout a las amistades queer que la artista ha encontrado a lo largo del tiempo, un abrazo de contención a aquellos que no se verán iguales, pero que han pasado a través de los mismos dolores.
Cuando la ruta de la introspección acaba, Rina vuelca sus ojos hacia el mundo exterior, demostrando perfectamente el mismo calibre de enfoque detallista que caracteriza a su persona lírica. “XS” -pronunciado en inglés como excess– encapsula el sabor y actitud del R&B crudamente adornados con un estruendoso solo de guitarra, mientras la joven artista satiriza el absurdo del capitalismo tardío y la desesperación del empresariado, capaz de buscar explotar el último céntimo cuando todo caiga a su alrededor en pedazos.
Aun cuando el oyente no esté preparado para otro desvío estilístico, Rina tiene otro as más bajo la manga. Con el alma del city pop en su ADN, e inspirada por una experiencia real junto a turistas en Japón, “Tokyo Love Hotel” brinda una meditación respecto a cómo Occidente reduce la riqueza de la cultura japonesa a un mero artefacto de consumo, sin margen alguno de apreciación y respeto. Tal como Carly Rae Jepsen y Robyn antes de ella, con “Tokyo”, Rina crea un arquetipo del pop para los años venideros.
Llegado el final del álbum, “Snakeskin” deja una incómoda puerta abierta que, en lugar de un cierre definitivo, funciona más como un “continuará” en el recorrido musical. El épico tema parece dialogar con un conflicto entre la vulnerable intimidad que el artista comparte en sus creaciones, y la reducción a objeto de consumo que el capitalismo le garantiza en manos de un público como aves rapaces.
Pero desafiante hasta el último segundo, Rina Sawayama, tal como la piel de serpiente que menciona, sigue cambiando, adquiriendo nuevas dimensiones, negándose a ser definida por un mundo que no ha estado en sus pies. Y en ese sentido, SAWAYAMA es un impecable testimonio de esta voluntad por resignificar la experiencia personal, en búsqueda de una conexión superior.