Calzones rojos (colgaban sobre el escenario), pared roja, rosas rojas,pañuelos rojos, micrófono rojo, labios rojos; zapatos negros, pantalón negro, camisa negra, ojos negros, vestido negro. Así lucia el nuevo proyecto formado por Ana Tijoux, Raimundo Santander y Ramiro Durán, Roja y Negro.
Introducidos por Pato Pimienta, connotado comediante nacional, salen a escena los dos guitarrista haciendo una introducción con los mismos instrumentos, obviamente la vocalista del trío ya sabe que es una estrella, se deja esperar entre un silencio expectante. Suenan los primeros boleros con un toque de jazz predominante y agradable, las rosas rojas y el vino tinto a la espalda de Anita esperaban un salud, el cual no se hizo esperar el primero ni mucho menos los venideros. Una canción dedicada al “amor subversivo” se titulaba ‘acertando”, en donde se hicieron arreglos al micrófono de la cantante transportándonos directo a los años 70’.
Mauricio Castillo fue el primer invitado de la noche. Él ha acompañado a Tijoux desde siempre. Los vientos fueron lo suyo ejecutando un aporte enriquecedor para hacer una versión acústica de “Sacar la Voz”: sin duda acá quedó en claro la calidad estrictamente musical de cada uno de sus componentes.
Varios covers se hicieron en la jornada, uno de ellos fue “Amiga Mía” de Jorge González. Sutiles multiplicadores de voces —esa es la única forma de describir a Anita en esta canción— se conjugaron con los acordes de “Luchín” de Víctor Jara. Si bien el ambiente era de nostalgia, las canciones de amor y desamor tenían siempre escondida una sonrisa, comos si jugaran con la sinceridad inherente a las mismas. Y si de risas se trataba, Santander se llevó los créditos: interrumpe para narra anécdotas varias, tal monologuista de fin de semana; por ejemplo, su depilación de tetilla para simular estar amamantando a su hijo, de su nueva bañera para bañarse con él mismo y de la placenta que guardaron para así enterrarla, ‘de esta forma le saldría un hijo cantor’, lanza.
“Santiago, Pensando Estás”, de Violeta Parra sigue en la carta, logrando conectar con su esencia; una de las canciones hecha psicodelia por el trío, que rescata todo lo que Violeta pudo expresar tanto en lírica como en instrumentos. Contó además con un saxo soprano que fue el alma de dicha tonada.
El estilo, el drama, la nostalgia, la depresión, el amor y el desamor, todo estaba perfectamente reflejado, en música y complementos visuales, la pared roja —o de un tonto de vino tinto— hacían perder y buscar constantemente el corazón en llamas que estaba sobre el trío, un símbolo de angustia y desazón. Entre un poema y canción de Jacques Brel – “Ne me quitte pas” se dio el mayor momento de año, esos que se viven con una lágrima en la garganta y vasos de alcohol de testigos. La cantautora recita un poema: maravilloso y deprimente al mismo tiempo. Ojos eclipsados por el recuerdo, pero siempre en un ánimo jovial. Para apagar la sensación de tristeza, desamor, dolor, llanto, angustia, de un corazón en llamas que llora por ver calma y estabilidad emocional, una tímida carcajada suele ser el mejor remedio.
“Antipatriarca” y “Calaveritas” cerraron esta velada en el Teatro Oriente, pero con todo lo anterior ya bastaba para cerrar con un show que dió en el clavo, pero con el clavo de las rosas rojas, a los corazones llenos de amor y dolor que asistieron.