Más de alguno de los que la tarde de ayer hacía fila frente a La Cúpula tuvo que haber metido mano entre cajones, closets o cajas para encontrar y desempolvar el ticket que ahora estaba a punto de cortarse. El mismo que compraron hace más de un año para un show que originalmente estaba pactado para este mismo mes pero del 2015. Esa vez, la tercera visita de Foals se vio obligada a postergarse a raíz de la complicada situación que Yannis Philippakis atravesó debido a una complicación en sus cuerdas vocales; el show de Santiago y el resto de la gira Sudamericana tuvo que suspenderse hasta nuevo aviso, cinco días antes de que partiera.
A las 20 horas se abrieron las puertas y media hora tardó en llenarse el centro del teatro. “Hace rato no tocan ‘Hummer’ en vivo, ¿te imaginai’ se apiadan y nos regalan esa?, especulaba un asistente minutos antes del inicio del concierto, frente al escepticismo de su acompañante. Con el show ya acabado, sudados y sin polera, ambos usarían un celular para fotografiarse con un escenario ya vacío de fondo, último rastro del increíble momento vivido, para dejar un registro a través de la felicidad reflejada en sus caras de que la canción que esperaban sonó esa noche.
Jimmy Smith fue el primero en subir al escenario para partir el show con las primeras notas de “Prelude” desde su guitarra, el resto de la banda se le sumaría con sus propias piezas para completar la canción instrumental que cubriría los primeros minutos de show.
Los ojos del público estaban clavados en los cinco Foals sobre el escenario, y sus oídos ansiosos por procesar lo que tanto tiempo esperaron, mientras su líder Yannis Philippakis se disponía, siempre con su guitarra pegada al pecho, a saludar a los asistentes que habían agotado las entradas para esa noche.
Con Foals ya bienvenido con gritos y aplausos, abrió la noche con “Snake Oil”, parte de su disco del año pasado, “What Went Down”, que impresionó por su capacidad de funcionar como detonante sobre un público que ya se calificaba como dispuesto a todo. Seguida por “Olympic Airways” (Antidotes, 2008), la banda dejó en claro que pueden combinar el uso de material nuevo y antiguo y hacerlas funcionar de igual manera (de la mejor manera).
Un par de canciones sacadas de Holy Fire (2013) se apoderaban de la Cúpula ahora. La inmensa “My Number” se aprovechó de su calidad de single para transformar al público en una marea de gente que se movía eufórica y con los brazos apuntando a un techo iluminado por el hipnótico efecto que provocó la combinación de un juego de luces reflejadas sobre la clásica bola disco sobre el escenario del teatro, que se mantuvieron ahí durante la interpretación de “Providence”.
Foals dijo a la NME británica que ‘What Went Down’ fue concebido con la idea siempre presente de que estuviera dedicado a tocarse en vivo y que sirviera para perfeccionar sus shows sumando mayor diversidad de momentos dentro de él, como de conexión con el público. Su eficacia se nota cuando “Give it All” y “Mountain At My Gates” se disponen juntas en el setlist, aprovechando la capacidad de la primera darle un freno en intensidad a lo que iba de show, pero que sigue sonando efectiva gracias a la manera en que está estructurada y que, còmo el líder de la banda señala, “es la canción más bella que hemos creado. “Mountain…” se aprovechó de ese break en intensidad anterior, para contraatacar con todo lo que tiene. Letras coreables desde el primer verso y un crescendo que explota al final de la canción y que desgarra gargantas.
La imagen del guitarrista de la banda simulando fumar un cigarro e incentivando al público a hacerlo, sobre un sample de sonido de un mar en calma en la mezcla, hizo de antesala para la tripleta que repasaría la evolución de Foals desde su disco debut hasta su material del 2013. “Spanish Sahara” unida prolijamente con “Red Socks Pugie” y “Late Nite” funcionaron como una montaña rusa de emociones e intensidad, canciones que denotan la identidad de cada uno de sus respectivos álbumes y efectivas por igual.
Antes de acabar con la mitad del show, Yannis Philippakis ya había pedido disculpas un par de veces al público por la demora que había tenido la concretación de su visita, y entusiasmaba con frases en un español bien logrado. Se percibía que todos estaban disfrutando lo que vivían, y tal vez esa fue la razón por la que decidieron agregar canciones que no habitaban el setlist de Foals desde comienzos de la gira el año pasado.
La reacción escandalizada ante los primeros acordes de “Inhaler” implicaba no sólo una predilección por la canción, sino la idea que la parte más brutal del show (que a esa altura ya se había ganado el adjetivo) ocurriría ahora. El espacio entre cada persona se hizo diminuto cuando la palabra SPACE irrumpió, que sonó respaldada desde todos los lados del teatro. “Inhaler” fue capaz de que un grupo grande de asistentes de ambos sexos terminaran semidesnudos como resultado de la sofocante experiencia mientras la banda dejaba sus instrumentos y se retiraba para esperar un encore lleno de sorpresas.
A “Cassius”, “Hummer” y “Two Step, Twice” se les encomendó la misión de cerrar un show único cargado al trabajo más primitivo de Foals, ese que se dedicaba a animar fiestas en locales pequeños y de mala muerte. Cassius no estaba incluida originalmente en el set-list, y significó un regalo de parte de la banda que antes de hacerla sonar advirtió que “no la tocamos hace mucho tiempo. Ojalá no lo echemos a perder”. No lo hicieron. No es arriesgado pensar que agregaron Hummer al show como retribución a la larga espera, a pesar de eso, encaja bien en el setlist y los fans lo agradecen por su carácter de clásico y rareza al mismo tiempo.
La cúpula fue testigo de la evolución musical y performativa de Foals. En un show que tal como catalogaba Q Magazine, se alza como el directo más atractivo del mundo en la actualidad. El ciclo S.U.E.N.A. siempre se da la misión de traer a artistas que viven su mejor momento, Foals no fue la excepción. Felices y exhaustos todos, la Cúpula se silenció intentando reponerse de la experiencia, más gente sin polera se abanicaba y descansaba hasta que seguridad los echó. Pero nadie quería irse.
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