Sharon Van Etten pareciera ser de aquellas artistas que se deslizan como arena entre los dedos en la gran jerarquía musical y cultura streaming de hoy. Aquello no quiere decir que su esfuerzo por componer no haya sido letal, sino que es una artista entregada a sus composiciones de tal manera que las luces puntuales del mainstream la dejan a un lado. Con una imagen de portada que evoca paisajes de infancia en el caos, Sharon nos entrega la sensibilidad y calidez que juegan con su honestidad multifacética. A cuatro años de una visita a Chile, la multi-instrumentalista, cantante y compositora Sharon Van Etten promete la sincera calma después de la gran tempestad, atravesando un horizonte que jamás olvida su sabiduría; este año nos deleita con una pieza maestra titulada “Remind Me Tomorrow“.
Con una paleta discográfica que abarcaba cuatro álbumes previos, esta artista de 38 años había ido desembarcando sensibilidades sonoras desde antes del 2009 cuando ella misma ensamblaba sus “home made” cds. “Because I Was In Love” (2009), “epic” (2010), “Tramp” (2012) y “Are We There” (2014) completan una serie no menor de escapadas que divagan entre el pop y el rock teñido de folk, sin dejar atrás aquellos dulces matices sintetizados. Al parecer, tan solo el lado indie tanto del periodismo como del público veían aquellas cinemáticas presencias como una promesa realizada. Hoy podemos entender aquel camino como una audaz jugada por mantener una carrera que solo se ha ido solidificando.
Hoy nos encontramos con su quita placa de evocación sensible, “Remind Me Tomorrow“se adentra en un territorio ambicioso y poderoso con 10 músicos en su haber, incluyendo en aquella lista al productor del álbum Jhon Congleton además de otros 5 ayudantes técnicos. Grabado entre los estudios Sargent Recorders, Studio 64 y Elmwood West en la ciudad de Los Ángeles, el sello a representar esta vez fue Jagjaguwar, quienes apostaron por un retorno épico pasados cinco años sin material discográfico de largaduración. Co-escrito por Kate Davis y Sam Cohen en ocasiones, Sharon plantea este álbum desde una perspectiva muy particular anclada a su vida en los últimos años. Van Etten construyó este LP mientras estaba embarazada de su primer hijo, además de atender a la universidad para obtener un título en Psicología y actuar tanto en la serie The OA de Netflix y realizar un cameo en el sexto espisodio de la última temporada de Twin Peaks.
Respecto a la cautivadora portada que da el instantáneo conector visual de tal travesía sonora, recurriremos a la misma artista:
“Antes de decidir poner esta foto en la portada, la utilicé como inspiración en el estudio (Fotografía de su amiga Katherine Dieckmann). La broma era ‘una madre apocalíptica’… Hasta este pequeño mundo que es mi familia, es oscuramente loco a nuestro alrededor. Creo que ser una madre es solo parte de aquello. Creo que todos estamos en nuestros pequeños mundos. Estamos todos bien, incluso en la cúspide del caos. He tenido una foto de mi en casi cada álbum, o una representación de mi en todos estos años. A pesar de que, sí, es una buena estrategia de marketing, no se trata de eso. Finalmente, para mí, aquella foto resumió el álbum más que cualquier cosa que hubiera forjado“.
Con 41 minutos y 12 segundos Sharon simplemente nos deslumbra con una radiante performance. “I Told You Everything” comienza con un piano en lo que pareciera ser una habitación abierta, mientras de a poco a dulzura que se apodera de la voz de Sharon nos introduce una melodía agridulce. Como si un avión atravesara la composición, el ambiente se intensifica con una suavidad que se desliza entre letras firmes, dejándonos entrar en su mundo frágil y extremadamente íntimo.
El sucesor “No One’s Easy To Love“, nos entrega todo con aquella frase que la titula. Mientras aquí las percusiones entran de forma un tanto más directa y agresiva -si es que es posible ocupar aquella palabra para describir algo de la creación de Van Etten- siendo esta composición un muy buen ejemplo de la instrumentación “dura” y sintetizada que forman parte de esta nueva propuesta de producción que logra diversificar la paleta sonora de la artista aún manteniendo una esencia suave y armoniosa. “No One’s Easy To Love” mantiene su eje en las desilusiones y melancolía, siendo completadas por delicadas melodías que son contrapuestas a un beat seco y riffs intermitentes y distorsionados.
“Memorial Day” se inserta como una escapada sonora que entra con un sample que jamás abandona su ritmo, deslizándose con una voz que más que entregarnos la literalidad de su significado, aparece como una melodía armonizada y apacible. Aquella escapada atmosférica nos hace flotar en esta narrativa noble y majestuosa, como si Sharon Van Etten nos mirara directo a los ojos.
Con apenas 3 minutos de duración “Comeback Kid” no ataca de una manera rápida, firme, bulliciosa y exuberante que podríamos encontrar en esta narrativa honesta y visceral, destacando la versatilidad con la que se aproxima a los sintetizadores en un tema aún arraigado a la guitarra. Volvemos a la artista para sumergirnos en su contexto:
“Comeback Kid se trata de aquel sentimiento cuando vuelves a casa a visitar a tu familia y tienes esas emociones mixtas y sentirte como un niño de nuevo, como que siempre serás un niño a los ojos de tus padres. Caminas en tu ciudad natal y te encuentras con gente que solías conocer y tienen en sus mentes una imagen de quien solías ser. Vuelvo a casa y estoy en el cuarto donde crecí, con todos esos recuerdos a mi alrededor, pero soy una adulta ahora. He llegado muy lejos, pero a veces cuando vuelves a esos lugares eres un niño de nuevo. no de los mayores desafíos fue que escribí todas estas canciones en teclado, mucho sintetizador, piano y órgano. Un sonido completamente más oscuro y quería empoderarme de eso por primera vez. Quería que los fans vieran este otro lado de mi en donde pueden escuchar todas mis influencias, como si entraras a mi casa y vieras una cierta parte de mi colección de álbumes que quizás la gente no sabía que yo escuchaba”.
“Jupiter 4” -el nombre de un sintetizador Roland- entra en la melancolía pero no se suma a aquella narrativa en donde el corazón se ve obstruido de una manera negativa, más bien toma todo aquella experiencia oscura y sintetizada para hablarnos de un sentimiento más profundo y poderoso. Ella nos abraza y nos envuelve en capas y capas de belleza instrumental solemne que parecieran acariciar corazones vulnerables. “Seventeen” se acerca como el sucesor de esta narrativa introspectiva, en donde Sharon no se sumerge en los clichés de perder la juventud, más bien se encarga de escribir una especie de carta a quien ella fue 20 años atrás. Con derivados más claros hacia el indie pop los reflejos destellan hacia aquella casa de la cual nos contaba en “Comeback Kid“, siendo en cambio este tema una canción de amor hacia Nueva York.
Las encaradas de cerrar esta experiencia cálida son “Hands” y “Stay“. La primera destella como una fortaleza vulnerable en su máxima expresión, lúgubre y tenebrosos, los sintetizadores sobrevuelan el espacio exterior y forman una intensa nube instrumental. Aquí, es donde el bajo nos atrae con un magnetismo impredecible mientras se funde con desesperados gritos de devoción. Si hay una constante en este álbum, es la potencia de tan vulnerable voz. Como si un reloj nos dijera que el final se acerca, y es justo cuando aquel tema se disuelve para dejar a “Stay” como el toque final de esta velada. Con quizás la aproximación más “dreamy” y orgánica del álbum, aún destellando una actitud lóbrega con tintes de luz, nos entrega una conclusión acorde a la narrativa expuesta, la cual es parte de una propuesta atmosférica pero jamás lejana.
La intimidad aquí no tiene que ver con cuánto Sharon está dispuesta a contarnos sobre su vida, más bien cómo es que nos entrega aquella sensibilidad y calidez con su voz y una cercanía abrumante. Sharon Van Etten nos canta al oído y nos entrega su corazón en las manos con una sensibilidad visceral que nos ahogan en esta propuesta lóbrega y oportuna. Instrumental y vocalmente la dirección se torna complementaria, experimentando un sonido que se pone en línea con cada temática tocada aquí. Sharon nos habla de amor, de su embarazo, de su hogar y de sus alrededores de una forma no figurativa, de una manera en la que si bien es abierta en cuanto a sus sentimientos nos esboza mensajes que empujan hacia la reflexión.
Su estructura narrativa es excepcional, nos ahogamos en un álbum cohesivo y coherente, en donde a cada punto alto le sigue otro inesperado, creando un camino sonoro sólido y una propuesta suave que jamás deja de ser encantadora. Nos conjura la tempestad para luego explorar su calma y nos ataca desde aquella sentimentalidad voraz que solo llega con la serenidad. Nos deleita con un sonido lúgubre y apacible pero extrañamente consolador y alentador. Visceral y sensible, sintetizada y pulsante, Sahron Van Etten desliza su quinta placa como la más compleja y redonda, nos extiende una narrativa preponderante y eternamente confortante.