En 1976 se confirma en la pantalla grande la teoría de que David Robert Jones efectivamente no provenía de la Tierra. La muerte de ZIggy ya había ocurrido y Young Americans salía del estudio el año anterior, Mr Bowie se compromete en una audaz jugada hacia la actuación a través del que hoy fácilmente llamamos culto “The Man Who Fell To Earth”.
Dirigida por el británico Nicolas Roeg, la adaptación de la novela de ciencia ficción de Walter Tevis nos envuelve en una narrativa enigmática y multidimensional enfrentando ambiciones exuberantes de la raza humana. En el film nuestros ojos se desvían hacia el andrógeno Bowie en los 140 minutos de propuesta, hasta cuando no aparece en pantalla, el cual por lo demás presenta a su contraparte femenina Mary Lou interpretada por una joven Candy Clark. Los mencionados filman la película en 4 meses en Santa Fe, siendo la primera película rodada en Estados Unidos que presentaba fondos ingleses, llega a tener cuatro versiones distintas, cada una con diferentes tiempos de duración, siendo la más arriesgada propuesta la de 170 minutos.
El largometraje nos cuenta la estadía en la Tierra de un alien que viene en busca de agua para su planeta de origen, para lo que se adapta en forma humana y andrógena. En aquel paso extendido Thomas Newton, el personaje en cuestión, se enfrenta a diferentes obstáculos viciosos característicos de los habitantes del planeta azul. A grandes rasgos podemos definirlo como un verdadero sentido de lo que el sexo, la religión y la televisión se verían a través de ojos alienígenas, experimentando emociones extremas unidas a través del alcohol. Podemos ver a través del desplante de Newton como personaje cómo aquellos vicios absorben la existencia sin discriminación, atacando a la emocionalidad y a nuestros sentidos. El enigmático personaje-sin dar mayores spoilers a quienes no se han deleitado con esta aventura- se presenta en toda su insensibilidad en el encuentro con Mary Lou, la cual se desenvuelve en toda su emocionalidad transformando inconscientemente a éste alien en humano.
Un punto más que importante y que no podemos dejar pasar es la concepción de tiempo dentro del film, el cual es para muchos una jugada excepcional. Lo que se propone entonces es, y para esto citamos al propio Roeg “empujar la estructura de la película hacia un área diferente arrancando la base tiempo de la que el espectador se agarra”. Para aportar a esta desestructuración, en ningún momento de la película se menciona el tiempo real el cual están viviendo, como anécdota se mencionó que habían grabado una escena en la que mencionaban “hemos hecho esto durante dos meses”, pero se desligaba de lo que él mismo como director se había propuesto. En todos los términos, nos encontramos con una película extremadamente ambiciosa que no pretende que la línea tiempo sea coherente, de hecho se jacta de su incoherencia narrativa produciendo una manifestación eléctrica y salvaje.
Como segunda anécdota mencionamos que Nicolas originalmente quería poner un cartel al frente del cine que dijera “todos los que entren a ver la película deben tener una mente abierta, no esperen que el film tome forma en la manera que están familiarizados, es algo nuevo”. Aún así lo que se mantiene constante, es la característica inmortal que despliega Newton, lo alienígena se manifiesta en su imagen que perdura intacta, una presencia que nunca ha dejado de ser fascinante.
En cuanto a Bowie como actor, sabemos que ésta fue su salida al estrellato como tal, Nicolas Roeg logra atraparlo en una historia y un personaje que resaltan sus más excéntricas cualidades. La decisión de ocupar a David, un músico de 28 años que no arrastraba ningún tipo de actuaciones en pantalla grande, aún así, sí su más innata performatividad y la misma carga aurática que es tener a Bowie. Por lo demás Mr. David Bowie se aferra a aquel aura que desprende Newton, para llevarlo al escenario y a sus futuros álbumes siguiendo la línea obsesiva que presentaba de viajes espaciales y temas referentes al espacio exterior, recordemos que las carátulas tanto del Station To Station como de Low son fotografías de la misma película.
El extraño origen alucinatorio que posee éste culto cinematográfico presenta un alien seductivo y fuera de lugar, y las adversidades que encuentra en los humanos y finalmente en lo que encarnan los demás personajes: traición, la cual determina el alcoholismo del mismo Newton, y lo bello de tal personaje es que todos tenemos diferentes puntos de vista de aquel. Un film que posee melancolía, profundos sentimientos de pérdida, manipulación científica, que cumple en gran medida con sus propias salvajes ambiciones. Un viaje intergaláctico de ironías y desconexión emocional, excéntrico y multidimensional que transforma la novela en algo enigmático y efectivo aferrado a la ciencia ficción, que hasta hoy podemos decir fue una audaz jugada que destella atemporalidad vanguardista en muchas formas.