Aún sin recuperarse del hito que marcó el show de David Byrne hace algunos minutos. El público viajó rápidamente al VTR Stage para ser testigos del regreso de The National, uno de los nombres más interesantes y exitosos del indie internacional.
En la más reciente ceremonia de los Grammy, la banda se llevó el premio a mejor álbum alternativo por Sleep Well Beast, y ha recibido innumerables elogios por parte de la prensa, pero principalmente de los fans, que vieron este nuevo lanzamiento como una continuación al nivel de su impecable discografía.
Matt Berninger, que en la hora que duró su presentación llenó cuatro vasos de vino y que de esos lanzó tres al público, cantaba cada vez con más pasión a medida que el show avanzaba. Es cierto que el setlist lo requería, pero sin dudas los efectos de lo que bebía era un factor. Era difícil distinguir que la rabia con que cantaba no era frustración, sobre todo considerando que la altura del escenario le impidió hacer una de sus maniobras insignes: bajar al nivel de público y abrirse camino entre ellos para terminar a más de 50 metros del resto de la banda.
Los gemelos Dessner hacían lo propio en las guitarras y en el piano. El momento que más aplausos generó fue cuando ambos alzaron sus guitarras en sincronía al frente del escenario como gesto de hermanos.
La lista de canciones era un lujo para quien conociera un poco su discografía, con varios espacios dedicados a Sleep Well Beast, pero sin dejar de lado a Mr. November, Don’t Swallow the Cap o Bloodbuzz Ohio, canciones emblemas de sus discos anteriores.
The National regresó a Lollapalooza después de su debut el 2011, mismo año en que también lo hacía el festival, cuando apostaba por números nunca antes vistos en Chile, en vez de enfocarse en números masivos repetidos y que aseguran la venta de tickets aunque los precios se disparen.
Es difícil explicarse, entonces, por qué el público fue uno de los peores que ha tenido un show en el festival. A pesar de estar a una prudente distancia de la primera fila, era imposible no encontrarse con rostros serios, conversaciones ajenas al show o gente que sencillamente no estaba ni ahí. Es entendible que dentro del contexto de un festival existan este tipo de situaciones, y que el grupo de gente que espera en la reja sean los que más disfrutan, pero aun así es difícil encontrarse con momentos como los del viernes en la tarde.
Lo más probable es que la causa de todo esto resida en que era ese mismo escenario el que en una hora y media más después de acabado el show recibiría a Pearl Jam, lo que se hizo evidente después que el público en su mayoría se quedó esperando y no tuvo interés por ver a LCD Soundsystem.
Teniendo el potencial para estar en el podio de los mejores shows de todo el festival, fue impedido por el desinterés de un público que no era el suyo, y que parece ser está solamente enfocados en hacer la hora para el cabeza de cartel. ¿La performance? Genial, como se esperaba.