A eso de las 20.00 horas, el quinteto californiano The Offspring se presenta nuevamente en Chile, luego de su última actuación en el Teatro Caupolicán en septiembre del 2013. En un Santa Laura que estaba cada vez más lleno y expectante por los últimos show de la noche, quedó demostrado que los estadounidenses eran uno de los platos fuertes para el público masivo, no siendo así para el otro resto, que estaba tapizado el recinto de poleras de Rammstein.
Fue volver a unos 13 o 14 años atrás —quizás poco para algunos—, a aquella época donde todos coreaban “Pretty Fly (for a White guy)” y “Want you back”. Los recuerdos de viejos compañeros de colegio que pasaban recreos completos y parte de clases también, escuchando los discos de estos músicos formados en California en un discman viejo, a medio morir saltando, que no podías mover mucho porque si no el cd se paraba volvían a la retina. Esos mismos compañeros que hoy ya son padres, o que están casados y que tienen por ahí varios discos guardados como reliquias.
Claramente para Dexter Holland tampoco han pasado en vano estos años. Con el mismo look de antaño pero con una estampa cansada y con muchos cortes entre medio, dudando a ratos si estaba cantando realmente o había un playback encubierto, fue como se desenvolvió la banda de punk norteamericana que ha sido una de las más influyentes de los últimos años, abanderando la escena del punk californiano.
El show partió débil y con un corte en el sonido que dejó tanto a la banda como al público desenganchando (cosa que ocurrió más de una vez durante el festival completo). Costó calentar los motores de la gente. El frío se había apoderado del Santa Laura y tenía al público impávidos que hasta el minuto se mantenía coreando tranquilamente las canciones del quinteto californiano. Todo así hasta que comenzó a sonar The Kids Aren´t Alright. Absolutamente todos los asistentes congregados en el sector cancha corrieron a escuchar a los californianos que nos devolvieron 14 años atrás, hasta los metaleros de tomo y lomo se dejaron atrapar por Holland, Noodles y compañía. Por todos lados se apreciaba a los punkrocker bailar, cantar, sacudir las melenas cual video clip de los años 90´s y motivarse cada vez más con The Offspring. El show fue transgeneracional. Desde cancha hasta galería.
Encumbraron clásicos como Come Out and Play, Self Esteem, Gotta get Away de su disco más importante -Smash- que trajo consigo la melancolía de los punketas post 00`s y la emoción de las almas jóvenes que se encontraban viviendo sus primeros pasos en la escena rockera. Todo muy californiano y teenager, pero que tenía su propia gracia. Eran la puesta en escena distinta de todo el RockOut, mostrando un lado Skate punk con el clásico de un videojuego norteamericano al más puro estilo de Tony Hawk, que por lo demás, nadie más ofrecía.
La banda mantuvo contacto constantemente con el público chileno que recibía sus bromas con un cariño como si fuera un reencuentro de amigos de hace muchos años. Compartieron cervezas, tiraron tallas, agradecieron al público que los seguía hace años y demostraron una cercanía muy agradable con la gente. Holland hizo notar los años pasados y lanzó al público una pregunta: “Cuántos acá hoy son padres de familia?!…¡Gracias por traer a sus hijos hoy!”, que generó risas de todos los que estábamos de espectadores, haciéndonos caer la teja de lo viejitos que ya estamos.
Luego de casi una hora de concierto —media hora menos de lo programado—, los californianos comienzan a despedirse de su fanaticada junto a su emblemático tema Pretty Fly. Las cabezas de los punkrocker bailaban y las chicas gritaban y grababan a los gringos arriba del escenario. Desde los más octogenarios hasta los más adolescentes, apreciaron un buen momento de recuerdos y, sobretodo, de una hermosa y rockera adolescencia. Todo terminó con un gran agradecimiento a las demás bandas participantes y anunciando lo que todo el Santa Laura estaba esperando, a los tipos rudos de Berlín, Rammstein.
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