Julian Casablancas se ha hecho un nombre internacionalmente por ser el líder y vocalista de The Strokes. No obstante, de vez en cuando deja entrelucir emociones alternas al clásico rock de garage que caracteriza tanto a la banda. Y no es que su espectro artístico se limite a participaciones en temas de Daft Punk o coros de canciones de Queens of the Stone Age, sino que incluso ha desarrollado toda una carrera artística con su grupo alternativo: The Voidz (previamente conocidos como Julian Casablancas + The Voidz).
Lamentablemente, para cualquiera que haya escuchado a la banda en vivo, el grupo (o el artista) se ha armado una mala fama por la precaria producción de sus shows. Lo cual junto a un débil debut, no entregó el mejor panorama para un artista que pareciera querer explorar más allá del horizonte de música que tiene en primera mano. Sin embargo, vale decir que con “Virtue”, Casablancas reivindica toda desgracia pasada.
El álbum abre de forma engañosa. “Leave It in My Dreams” se presenta como un corte estándar de indie rock. Un tema conducido por guitarras vibrantes de ritmos pop y coros adictivos aunque simplistas. Todo en esta introducción apunta a que el álbum seguirá una línea sencilla y conocida. No obstante, es “QYURRYS” la primera en dar vuelta la mesa. El psicodélico pulso de batería se acompañada ritmos experimentales de instrumentalización. La guitarra se torna ácida y toma el protagonismo completo del tema, manejándose junto a un Casablancas ebrio en carisma, que incluso llega a entregar su voz a un divertido uso de auto-tune. El extraño ritmo bailable del tema deja al auditor seco en palabras y con ganas de seguir explorando lo que será una producción rica en cortes obsesivos.
En “Pyramid of Bones” la guitarra vuelve a tomar posesión de la estructura. El pesado riff maneja todo el verso hasta explotar en un estribillo sucio y potente. La composición es la muestra de un caos planificado. Cada instrumento pareciera estar fuera de sí, pero finalmente encaja para brillar entre una muralla de sonido. El desenlace concluye en un delicioso solo de guitarra, seguido de gritos guturales y finalmente, tal como se comenzó, un potente uso de distorsión.
“Permanent High School” juguetea tanto con la refrescante nueva mirada del disco, como con un sentido pop radial. Los ritmos lentamente danzables apuestan por volverse un himno de la vida nocturna. Mientras que el soberbio trabajo vocal de Casablancas brilla en su modestia. Siguiendo en “ALieNNatioN”, donde el grupo se mueve en exquisitas notas de bajo mientras un psicodélico líder mueve los pulsos del grupo. El coro es político y adorna la emoción bohemia del corte con una narrativa crítica, un compositor que cuestiona la importancia de la guerra rodeado de un pop atmosférico e hipnótico.
La segunda placa del grupo reluce en éxitos. Los matices experimentales alejan a ciertos cortes de estructuras predecibles, pero de vez en cuando explora sencillas progresiones de verso-coro-verso-coro. Aún cuando canciones como “All Wordz Are Made Up” no poseen la potencia suficiente como para brillar dentro de una producción abarrotada en cortes adictivos, conserva los elementos suficientes como para convencer al auditor común. Por otro lado, la melancólica “Think Before You Drink” se aleja de los ritmos explosivos de sus predecesoras, y en su lugar se deja llevar entre sencillas cuerdas de guitarra.
Casablancas juguetea tanto con nuevas influencias que ha ratos parece irreconocible al fanático promedio. “My Friend the Walls” se introduce con un vocalista envuelto en efectos de computadora, solo para luego dejarse llevar por punteos de guitarra y una batería enloquecida. Un pulso cuyo aumento solo confirma toda emoción incrustada. En otra esquina, “Pink Ocean” se deja cae en un delicioso ritmo de bajo y sintetizador. El corte más largo del álbum no se extiende en vano, siendo posiblemente de los temas más magnéticos de la producción.
A medida que el disco avanza, es más fácil encontrarse olvidado entre la ola de canciones que se abalanzan. Aún cuando temas como “Black Hole” se sostengan en potentes acordes de guitarra de baja fidelidad, la duración de “Virtue” puede convertirlo en un producto narrativamente pesado. La concentración de éxitos en el primer acto constantemente desequilibra el vigor de los últimos cortes, sin importar que en ellos exista material adictivo y ácido. En “We’re Where We Were” la distorsión gobierna tanto versos como estribillos. Los raudos ritmos de cajas y bombos solo elevan la exaltación de los instrumentos, que liderados por una voz sucia y desaliñada, explotan en carisma. “Pointlessness” ofrece un cierre melódico y lento. Un desenlace delicado para una producción borracha en psicodelia.
“Virtue” es un paso en falso que el grupo no duda en tomar. Quince canciones que brillan en soberbia, y pagan en obsesión. Casablancas confecciona uno de sus trabajos más ambiciosos en años, y además le brinda protagonismo a un proyecto alterno que, dado este nuevo trabajo, no tiene nada que envidiarle a otro grupo en actividad. Incluso las notas que están fuera de lugar exploran lugares tan emocionantes como para convertirse en extraños éxitos radiales.
Las producciones desechas quedan en el pasado con este nuevo larga duración. En su lugar lo que la banda entrega es un trabajo exquisito, el cual usa sus fallas en pro de realizar un producto versátil y experimental. Las composiciones brillan en creatividad, y junto esto, vibran en pulsos pop y progresiones adictivas. Es difícil admitir que un proyecto como este sería el que mostraría la mejor cara de Julian Casablancas. Pero una vez entra por tus oídos, lo complejo es dejarlo de lado, y no aceptar que el compositor estadounidense podría haber manufacturado una de sus producciones más complejas y completas en años.