El sincretismo cultural, la diversidad étnica y un conglomerado social lujosamente variado, se tomaron los tres días (12, 13 y 14 de febrero) de la segunda versión del festival del mundo, Womad Chile 2016.
Innumerables fueron los artistas que pisaron el escenario de las “Primeras Naciones”, “La Unión” y -el principal- el Escenario de “La Paz”. Junto a lo anterior, actividades recreativas y espirituales que daban el inicio de cada jornada, a las 12 en punto de la tarde.
Viernes 12, cerca de las 17 horas, y se realizaba la ceremonia inaugural en el pequeño pero acogedor escenario “Primeras Naciones”, dando paso casi inmediato al primer show en el escenario principal (La Paz): Hentrenamientoh. La vitrina donde tocaban estos chicos provenientes de Iquique se encontraba completamente vacía, pero bastó escuchar un solo instrumento, para que la gente a pesar del calor, se acercara de a poco, tal cual como las hormigas al azúcar.
Acá nace un tema esencial a la hora de relatar este festival… las carpas, tipo de circo, que hicieron completamente ameno el estar en WOMAD, ya que el sol insoportable evitaba que algunos estuvieran en las cercanías del escenario principal, pero ojo, que para los más aguerridos, el calor fue irrelevante los tres días de show.
Ahora bien, Eli Morris, segunda artista en el evento creado por Peter Gabriel, fue la carne de cañón del escenario de la Unión. El acople en todo el show fue devastador para su banda y amigable para el enojo de la artista, que por sus mismas palabras, siguió tocando únicamente por el público. Gracias.
Anita Tijoux, cerró la jornada, dejando a relucir que las dos siguientes serían tan buenas como la primera.
Descubriendo sonidos ancestrales
Para los dos siguientes días, se dio la presencia de algo genial en la atmosfera del festival, que parte primeramente por los asistentes: la multiculturalidad y la apertura a nuevos sonidos, que de “nuevos” no tienen nada, sino que lo son únicamente para nuestros oídos ya acostumbrados a música contemporánea que como de costumbre tiene a más de un instrumento completamente manoseado; casi envasado. ¿A qué va esto? A que las ganas de escuchar lo inédito son inmensas; grupos como Cheick Tidiane Seck, 47Soul, Troitsa, The Soil o artistas como Tom Zé, Mercedes Peón, dan cuenta de ello. ¡Qué manera de sentir la efervescencia frente a los escenarios, el desapego a lo común y el apego a lo autóctono!
La tarde del sábado fue destacada y cerrada por dos grandes: Pedro Aznar y Seun Kuti. El primero, sólo acompañado de sus guitarra acústica y eléctrica logró realizar un show a lo grande, con la dicha de decir que fue el que más personas congregó. Una clase magistral de música como las que el ex Serú Girán ya nos tiene acostumbrados. Cuento aparte fue el de Seun Kuti & Egypt 80, que con 45 minutos de atraso (pero que gracias a la paciencia y madurez del público prácticamente no se notó) mostró lo mejor de la música africana. El hijo del fallecido Fela Kuti, cerró una noche memorable, cantó con pasión y emoción, sus sonidos polirritmicos y pulcros en bajo e instrumentos de aire fueron un excelente bloque de cierre.
Todos unidos por la música
Para el último día el factor sorpresa se tomó los escenarios secundarios: Ernesto Holman con su bajo, Troitsa con todo el poder del folclor fusión, y The Soil, un trío de voces repartidores de esperanza, lograron que varias personas del público los presenciaran con suma atención y de pasada, guardaran en sus dispositivos más cercanos sus nombres: la llegada a casa los tendría a ellos en sus parlantes. Si bien los tres anteriores, son propuestas completamente diferentes, de culturas que se albergan en polos opuestos; instrumentos y voces inigualables entre sí, generaron el fin primero y último de este festival: juntar los sonidos del mundo de manera perfecta. Cada concordancia de interculturalidad se genera al escucharlos de manera secuencial. Para cerrar, Tom Zé puso la cuota de felicidad al ritmo de la música popular de las tierras brasileras.
Esta segunda edición, no fue menor a su primera, misma que tuvo como gran cierre a Sinead O’Connor; es más, se puede presenciar cómo ha tomado forma logrando tornar la sintonía de los espectadores, que cada vez son más variados. Indicio de buena señal por lo demás.
“Todos somos inmigrantes en el mundo”, esa es la premisa para este festival, que resulta en múltiples fines, siendo el más importante que no importa nuestro idioma, nuestro color, nuestros recursos, nuestros rasgos… al final todos somos iguales y somos hijos de una sola y gran tierra. La multiculturalidad y sincretismo deseoso que genera es a base de música como arma principal, gracias a ésta, muchos entendemos el mensaje de la mejor manera que pueda existir, es decir, el cometido se logra en el Festival del Mundo y así será por los dos años que le quedan.