Yorka Pastenes es apasionada al hablar, es clara y directa, su carrera nace desde la clase social que no puede dedicarse a la música o, que de hecho, no puede dedicarse a nada relacionado a la cultura. Esa experiencia la transforma en mensaje, en un discurso natural que no necesita eufemismos. En entrevista con la primera mitad de Yorka, conversamos sobre su música, su mirada de la Industria y este Chile amante de injusticias sociales.
Yorka ahora es un proyecto conformado por las dos hermanas Pastenes, Daniela y Yorka, pero antes, un año después de las movilizaciones que nacieron para expresar el rechazo al sistema educacional de mercado (que aún sigue vigente), Yorka partía como una propuesta en solitario, y ahora el proyecto es “toda una secta”, dice entre risas. ¿Cómo se formó esta secta? “Yo vengo de un lugar en donde no se permite hacer música, vengo de San Bernardo, donde probablemente ninguno de mis vecinos hace música, en mi familia no hay artistas, la única forma de hacer mi trabajo fue convenciendo a otras personas de que esto iba a funcionar, así nos estabilizamos. La gente con la que trabajo le pone el mismo corazón al proyecto”. Y claro, ahora el proyecto vuela y tiene tres discos a su haber.
“Yo sigo creyendo en las canciones”
“Humo” es el último álbum y uno de los mejores trabajos del 2018, llenaron el Matucana 100 y además, las llevó al extranjero, pasearon por Brasil, México, Perú y Estados Unidos participando en el Festival SXSW. Existe “un antes y un después” luego de Humo. ¿Cuál fue la distinción en este tercer álbum? “Yo creo que fue tomar control de las canciones, antes yo no podía decidir sobre mis canciones, ahora yo dije qué música quería tocar, compartimos arreglos con el equipo, fue una forma muy linda de componer. Acá en Humo, aunque toque mal, la toco”. Y así, van piloteando, cada vez lo hacen más alto. Pero Yorka pilotea entre nubes, sobre el destino, no tiene dirección aún “Yo no sé bien a dónde quiero llegar pero si me gustaría seguir una línea consecuente, hacer discos diferentes, convocatorias estables, salir del país a tocar mis canciones y un one hit wonder” comenta entre risas.
Una mirada a la Industria de la Música y de la Educación
En su currículum, Yorka figura como profesora de música, conoce el contexto de las y los que tuvieron esa clase, entiende que existe una precariedad y un desincentivo hacia el área. Para cambiarlo, sus propuestas de solución son radicales hacia el sistema: “Hay que romperlo. Yo no trabajo en educación tradicional, no estamos regidos por el Ministerio de Educación. Ahora nosotros hacemos música como me gusta a mí y a los niñas, si estuviera en un colegio tradicional yo no podría, haciendo cosas que no tienen sentido y que no tienen nada que ver con la educación. Quizá hay que buscar otra modalidad de colegios o revelarse, no vamos a seguir metiendo a nuestros hijos en un colegio católico po”.
“El arte es elitista”
“Yo creo que falta un poco de educación musical decente en los colegios, para mi es triste que la clase de música sea tan mediocre, no puede ser que solo se tenga que tocar un instrumento, cómo no le vas a enseñar a tus alumnos que existen sonidistas, productores, visuales. Que si te gusta la música tienes millones de opciones, no solo tener una banda y ser famosa o famoso, ahí hay un error brígido. Cuando eso cambie y comencemos a enseñarle a nuestras niñas y niños lo que es la vida, se acabará la Universidad Privada y el cobro de millones por estudiar una carrera de música que no es rentable. La carrera sale casi cuatro millones de pesos al año y un músico que parte ni siquiera se hace eso al año. Tienen que llegar los superhéroes y cambiar nuestra educación” sentencia en risas.
Entendiendo la barrera económica del sistema educacional y, además, la falta de sentido en la malla académica de la carrera, Yorka no recomienda estudiar música “Yo no recomiendo estudiar música o por lo menos, debemos tener ojo, no solo con esto, con todas las carreras, no podemos estar estudiando cinco años si hay unos ramos que valen callampa. Le debo una casa al Estado por mi carrera, lo encuentro terrible. Nací en la época de internet y eso me ha dado el paso para desarrollar mi música, no soy mainstream pero puedo mostrar mi música en teatros”.
La educación es una Industria que ni las más grandes “revoluciones” han podido derrocar, la música también lo es, pero nadie dice nada porque los que dirían algo han sido oprimidos directa o indirectamente. Jorge González en su momento lanzó dardos al elitismo del circuito, circuito del cual, naturalmente, comenzó a ser parte. Yorka también tiene reflexiones al respecto: “El arte es elitista, mientras más lucas tení, más lucas puedes invertir en el proyecto, que rico sería vivir así, pero tengo que hacer otras pegas para poder vivir. Es interesante ver cómo el dinero de tu árbol genealógico te sirve para poder desarrollar tus proyectos. Yo sigo creyendo en las canciones. De repente hace la diferencia el cuánto le inyectas a tu proyecto para que funcione”.
Finalmente, Yorka, como Trabajadora de la Música, vive el día a día los impedimentos que el patriarcado impone tanto en la sociedad como (y en consecuencia) en la Industria de la Música. Ella como cantante está al frente, dándole la cara al público, pero como la profe bien dice, no solo de guitarra y micrófono se puede trabajar en la música, también existe un trabajo detrás de las cortinas. La producción es uno de ellos, hoy en día decenas de discos nacionales se lanzan en un año y gran parte de ellos están bajo la producción casi monopólica de un estudio en específico liderado por un hombre, pero ¿qué incentivaría a que la y el músico busque productoras mujeres en esta área dominada por hombres? “Lamentablemente es la historia, la única forma de que los hombres acudan a una mujer en la producción es que ellos también se deconstruyan y traten de aceptar de que una mujer maneje su producción musical. Hay muchas productoras, las mismas artistas ahora producen sus canciones. Es cosa de quemarse no más, no creo que cambie tanto”.