Que se saldó deudas. Que esta vez sí fue la mejor. Qué faltó más ruido. Qué el exceso de peso de los integrantes de la banda. En fin. Respuestas en vano si se quiere buscar excusas para presenciar un show esperado, donde uno de los hijos de la camada sonora de Jimmy Hendrix se hizo presente con guitarra Gibson en mano deleitó a todos. Escucharlo hacer sus “solos” de guitarra fue explayar el viaje, el cual el mítico Slash se desplaza con soltura y sin discreción a la hora de estar presente con su guitarra.
“Not in this lifetime” se apodó la gira que tiene 60 recitales alrededor del orbe. El encuentro tras 23 años de sus miembros fundadores, tenía a un show de grueso calibre, con hartas canciones que rememoraron el pasado y guiños a lo nuevo de Chinese Democracy, el cual se invirtieron millones de dólares en producción y que “ese” Guns and Roses, era parte de la banda suplente que cargaba bajo el alero de su frontman, Axl Rose, sumiso en las drogas duras que lo tuvo estático en la producción por cerca de 7 años.
Pero la amistad que hubo- que se terminó por diferencias irreconciliables entre sus miembros-, tuvo a su carismático líder dejando la página atrás. Slash y Duff McKagan dejaban lejos todo tipo de asperezas. En el show, MckKagan lució un hermoso bajo Fender Jazz Especial con el logo de Prince luciendo de color púrpura.
Chile, que vio como parte de la historia del rock se reunía tras 23 años, los 60 mil asistentes entre familias y los cruces generacionales se hacían presentes, tal como en la presentación de Iron Maiden en marzo de este año. Tema aparte es el estado físico de sus integrantes, pese a que Axl Rose se le vio más flaco de cómo estaba en los premios MTV hace una década. Por su parte Slash, también dentro de los excesos por el alcohol y las drogas, pero el paso de los años hacen lo suyo. La calidad de ambos es incombustible, sobre todo para el genio tras las seis cuerdas.
En 1992 fueron denominados “La banda más peligrosa del planeta”. Chile y la Iglesia de ese entonces los miraba de cerca y los comparaba con Iron Maiden por lo “satánico” en su estética. Cancelaban shows y sus fans se tomaban las calles. Axl Rose y Slash miraban desde arriba lo que sucedía. Esta vez, la banda se presentó de forma casi completa, pero a la hora pactada. La vez anterior, Axl Rose se demoró cerca de cuatro horas en pisar el escenario del Movistar Arena en el 2011.
21:02 se apagan las luces y el intro de Looney Tunes comienza a sonar. “Its so Easy” del Appetite for destruction de 1987 daba inicio a un show dentro de lo más esperados de la historia del rock que pudo pisar nuetro país. Esto, para quienes saben de rock, entenderían la trascendencia del sonido y de la banda.
“Mr. Brownstone” y “Chinese Democracy” daban la apertura a un show inapelable, lleno de emoción y sentido. La clásica intro donde Slash jugó con sus delay, el estadió rugió para saltar y disparar fuegos con “Welcome to the Jungle” de su primer disco, que le valió un premio MTV a “La mejor banda a seguir”.
Civil War que tuvo a Jimmy Hendrix en su intro con la genialidad de uno de sus herederos Slash haciendo callar a 60 mil personas, tenía a un público sumiso en una escala rockera, digna de un ecuménico reencuentro tras 23 años y gran parte de sus miembros originales que donde Chile vio el altísimo nivel, incluso a Axl Rose llegando a todos los tonos de las canciones y en vez de correr como lo hizo antaño, ahora lo hacía pero no de forma veloz.
Axl Rose se cambia de ropa y vuelve a ocupar aquellos jeans y pañuelos con los que con varios kilos menos enamoraba a las chicas. Mención aparte para el baterista de Frank Ferrer quien a pulso de baterista pop, se defendía entre el debate de cómo pegarle y darle energía al ritmo, que a ratos, se veía fuera de tiempo con el golpe al tone.
Guns and Roses es una banda que le gustan los covers. “Live and let die” de The Wings, “New rose” de The Damned; “Speak softly love” de El Padrino que fue de una intro extensa y espesa para dar paso a “Sweet child o´ mine”; guiño a Pink Floyd a dueto de guitarras con “Wish you were here”; un extracto de Layla para meter en un piano soft a “November rain” ; el himno de Bob Dylan con “Knockin’ on heaven’s door”, pero que incluye las clásicas guitarras y riffs y “The seeker” volviendo otra vez la pasado con The Who como pieza de inspiración.
Los clásicos son las postales, pero la potencia de Slash da para otro reporte. Desde el inicio hasta las 23:10 minutos que tocaron sin parar. Y estamos hablando de que están viejos y gordos, pero esa queda para quienes nunca han tomado un instrumento. Es como la lección del que corre maratones. Canciones como “You could be mine” o “Sweet child o´mine” dentro de todos los himnos que tienen a su haber la misma calidad y técnica del disco en sí, sin mayores modificaciones.
Fiesta que cierra con The seeker de The Who para luego dar vuelta al mosh generalizado con Paradise City entre fuegos pirotécnicos que alzaban el pulso de la guitarra de Slash, que entre saltos, el surfeo melódico/rítmico fue un desahogo de muchos, a pesar del lento y misterioso comienzo de uno de los himnos de la banda.