Desde hace días, el tema es el setlist: las canciones que viene tocando The Strokes antes de su inminente visita a Chile, a 11 años de su primer y único paso por Santiago. En casas de amigos, a media tarde, entre los fanáticos del cuarteto neoyorkino la pregunta y el cálculo son esos. Y tras lo visto en las dos presentaciones que han antecedido el arribo, primero Estéreo Picnic en Bogota y luego Lollapalooza en Sao Paulo, las conclusiones son varias.
Lo primero: superhits hay de sobra. Someday, 12:51, Reptilia, Automatic Stop, New York City Cops, Last Nite, Heart in a Cage y Hard to Explain asoman como puntas de lanza para los gritos de la turba saltarina, en ese orden de aparición. Tomando en cuenta estos dos conciertos, el setlist se repite: 17 canciones, con The Modern Age al inicio y Hard to Explain al cierre antes del único encore y un solo cambio: en Sao Paulo, fue 80s Comedown Machine la que anticipó la última canción, mientras que en Colombia, lo fue Heart in a Cage.
Dentro de una rigurosa primera parte, antes de abandonar el escenario, 14 canciones marcan una marcha que hasta el momento no ha sufrido modificaciones. Al medio de los generosos himnos, uno que otro tema entrañable, algunos relativamente nuevos como los del EP Future Present Past que le da nombre a esta gira, y otros del riñón señero del grupo: Drag Queen, la épica y áspera Is This It, Threat of Joy, Trying Your Luck, Electricityscape y Alone, Together. Interior puro.
Pero en la tertulia stroke, una duda fundamental: ¿80s Comedown Machine por You Only Live Once? Es el hit que queda afuera, y el que calzaría perfecto en el último remate de la lista, justo donde irrumpe 80s Comedown Machine ya casi en la despedida. Y quizás esté bien, teniendo en cuenta el aspecto general del show: reducido, calculado, incesante y efectista, sin espacio para especulaciones ni covers a la bandera, con mucho ruido abiente y displicencia garantizada: son los Strokes.
No aparece Oblivius, uno de los cortes pegajosos del EP, pero mirando el dibujo táctico no hay escases de baile. En un recital que no superará la hora y media, la ruta parece generosa con la masa y no tanto con el fan histérico, teniendo en cuenta lo fundamental que del fan histérico. Otra cosa son las críticas que han recibido: en Colombia, varios ingenuos acusaron a Casablancas de subir a cantar borracho, y otros de montar junto a su banda un sonido notoriamente fuerte. En Brasil consignaron pausas intempestivas que se extendieron todo el concierto, y cierto hálito a ensayo en la sensación general.
Para nosotros, que hace 11 años masticamos la rutina con el mito de su última visita al SUE en 2005, quizás el mínimo rendimiento sea suficiente. El paso de Casablancas y Hammond Jr por el mismo festival, cada con uno sus sombras y aciertos, tampoco permite ser optimista: lidiaron a su modo con la sombra ausente de su alma mater, y en ambas casos no hubo victorias. Lo mejor, sabemos, es no tener (nunca) expectativas.