Primero, lo que se supo: la falla técnica en el inicio del concierto de The Strokes, el que cerró la jornada doble de Lollapalooza 2017. Tras una espera de 20 minutos (para nada terribles, quizás 5 más de los 15 habituales que la producción programa para que el público se acomode en la explanada), el quinteto se dispuso a tocar The Modern Age, la primera canción del setlist, que sonó completa pero sin la voz de Julian Casablancas. Su micrófono no se escuchaba en los parlantes, y el vocalista optó por cantarla hasta que el audio se repusiera. Nunca se repuso: comenzó Soma, la que venía, y frente a las señales de desapruebo el quinteto optó por parar, reparar la falla y arrancar de nuevo.
El detalle disipó el ambiente. Casablancas se vio obligado a interactuar, a gesticular más, y a dar vuelta un 2-0 en contra a pulso y grito. En parte lo consiguió. Los hits de “Is this it”, su emblemático primer disco, tiñeron de blanco y negro cualquier malestar o incomodidad. Y a pesar que eso que llaman química no se vio nunca en el escenario, entre los diálogos casi nulos de sus músicos, en sonido y puesta en escena fueron filosos y correctos.
Las críticas que antecedían su gira sudamericana vaticinaban lo peor: errores y displicencia. Aquí no. Y si bien no alcanza para compromiso ni para “lazo personal con Chile”, y dejando de lado todos esos saludos a la bandera que nos tienen acostumbrados los músicos, la “química” que no hubo arriba se manifestó en el puente limpio y firme que se construyo entre audiencia y música.
Algunas que se escucharon: Soma, Someday, 12:51, Reptilia (estallido pleno en el Parque), Is This It (fans abrazados en el coro), Threat of Joy, Automatic Stop (momento amoroso), New York City Cops (baile y una versión clorificada de mosh), Barely Legal y Last Nite (instantánea Coca Cola de la noche). En el regreso, Heart in a Cage, Hard to Explain, You Only Live Once (la más cantada) y la hiperactiva Take It or Leave It en el cierre..
La colérica Drag Queen, contenida en su último EP, fue muestra del momento actual del grupo: más cerca de la discoteca que de la cuneta. Pero el setlist fue en su mayoría nostálgico: un repaso por los discos que les trajeron gloria antes de la avalancha de críticas por conciertos desprolijos. y su intención electrónica.
Quizás pocos de los presentes en el Parque OHiggins tuvieron la posibilidad de verlos en su única visita anterior, la del SUE en 2005. Y teniendo en cuenta la distancia (temporal, cultural, social), el saldo es positivo. The Strokes gritó en Santiago. En algún momento no se escuchó, pero gritaron, tocaron y levantaron épica donde en dos noches casi no hubo.