En 1996, Prince ya convertido en estrella, lanzó el álbum “Emancipation“, su primer disco desde el final de una disputa contractual y rencorosa con el sello, Warner Bros. En un cambio para un artista típicamente cauteloso con la prensa, promovió el álbum realizando entrevistas en Paisley Park, su complejo privado de producción.
Cerrado al público y escondido en un suburbio de Minneapolis, Paisley Park era en gran parte inaccesible. En el complejo, Prince tenía estudios de grabación, espacios de ensayo y un enorme escenario sonoro donde practicaba para sus conciertos y sus giras. Se dice que tenía a tres costureras que le trabajaban sus bocetos y muestras en tela. Por esos años (1996), también había una guardería adornada con peluches y paredes con dibujos de nubes: Prince y su esposa en ese momento, Mayte García, esperaban un bebé, el que murió poco después de su nacimiento.
Hoy por hoy, luego de la muerte de Prince por sobredosis accidental del analgésico fentanilo en abril de 2016, a la edad de 57 años, el complejo está abierto al público. Puedes recorrer los estudios y contemplar algunos de los muchos disfraces e instrumentos musicales que alguna vez pertenecieron a la estrella. El espectáculo es una muestra de recuerdos que deleita a la multitud y que hace referencia a los muchos puntos culminantes de la carrera de Prince: hay un saco púrpura y una camisa con volantes de la película de 1984 “Purple Rain“; cerca, un traje estampado en nubes del vídeo de 1985 para “Raspberry Beret“. En una vitrina, puedes encontrar una hoja con las letras del álbum “1999”; en otro sitio, la guitarra “Orange Cloud” que fue diseñada (pero no utilizada) para su actuación de medio tiempo del Super Bowl 2007.
Pocos son los artistas discográficos que estaban tan conscientes de su imagen o por lo menos tan dedicados a presentarse con tal complejidad como lo hizo Prince. “Había una multitud de versiones de esta persona, artística y visualmente a la moda, los instrumentos que tocaba, el tipo de música que hacía” señala Ben Greenman, autor de “Dig if You Will the Picture“, uno de los tantos libros sobre Prince.
Y es que con cada álbum que lanzó, Prince transformó su identidad visual. El dios del rock copeteado de “Purple Rain”, fue seguido por el niño de la flor beatífica de “Around the World in a Day” y el sensual de “Parade”. Cada registro mantuvo cuidadosamente su propio esquema de color distintivo, más obviamente con “Purple Rain”, pero también con la paleta naranja-pastel y negro de “Sign o ‘the Times” y el negro, blanco y rojo de “Lovesexy”. “Cada álbum tiene su propia sensación“, señala Greenman, “su iconografía, sus tipografías, su propio nombre, hubo un nivel extremo de cálculo allí“.
En la portada de uno de sus primeros álbumes, “Dirty Mind” (1980), Prince ofreció una personalidad sexualmente ambigua y cargada, completa con una tanga y botas hasta el muslo. Continuó borrando los límites aparentes entre hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, castos y libidinosos, durante gran parte de su carrera. En la canción “If I Was Your Girlfriend”, conjuró un alter ego de voz alta llamada Camille para explorar el deseo sexual desde la perspectiva de una mujer. Y, en 1993, cambió su nombre por el símbolo de amor impronunciable, una fusión de los signos del Marte masculino y el Venus femenino.
Prince parecía haber sido muy consciente de cómo los objetos físicos podían pulir su estado de inmortal. Puede que, al final, haya sido su propio archivista más dedicado. Hasta la fecha, se han catalogado más de 8,000 los artefactos en Paisley Park, una cifra que representa solo una pequeña fracción de las posesiones acumuladas de la estrella. Al parecer, todo lo que había alrededor era algo a lo que se aferraba a propósito. Sus atuendos, sus instrumentos, sus cambios de guitarra, todos reflejaron su evolución artística. Incluso la decisión de transformar Paisley Park en un sitio turístico resulta haber sido premeditada. “No es como si esta idea surgiera de la nada“, señala el diseñador por seis años de las portadas de Prince, Steve Parke. Ya a mediados de los 90, “él y yo tuvimos una conversación sobre él queriendo que Paisley Park fuera un museo“.
Habiendo pasado su vida a la vista del público, Prince rara vez se encontraba fuera de su propia imagen. Tarde en la noche, en la privacidad de Paisley Park, podría estar “un poco más relajado” y cambiar los tacones altos por zapatillas. Pero, de lo contrario “se veía exactamente como uno esperaría que se vea todo el tiempo. Estaba vestido, tenía el pelo recogido, tenía el maquillaje puesto, el delineador. Fue una elección muy consciente de su parte presentar una mirada. Definitivamente sintió que debía tener esa apariencia de Príncipe en todo momento“, señala Parke.