*Fotos por Pablo Benitez
La última vez que tuvimos por estos lares a Courtney Barnett fue en la edición 2016 de Fauna Primavera, en un show en plena tarde. En ese tiempo, la australiana era una novedad al mismo tiempo que una promesa con un rock aletargado, toques de grunge fresco y una personalidad despreocupada y como de un domingo flojo que se hizo parte de su marca. Barnett debutó hace ya 4 años con Sometimes I Sit and Think, Sometimes I Just Sit, y desde ahí no ha parado de ser alabada.
Los fans de la australiana esperaban ansiosos un show en solitario desde esa presentación, y la noche del primero de marzo esa promesa se cumplió. Entre luces rojas, intentando replicar la estética de su último disco, Tell me How you Really Feel, Barnett y su banda subieron a escena entre manos abiertas y tragos de 5 lucas. Todo partió con la Hopefulessness, de ahí, una seguidilla de canciones que revisitaron su breve carrera donde el sonido no ha cambiado mucho, pero de alguna forma se ha puesto mejor.
Barnett se vio frecuentemente en igual medida agradecida y sorprendida por el público chileno, que coreaba sus especialmente complejas y extensas frases como si las barreras del lenguaje desaparecieran. También agradeció la constante tenacidad de sus seguidores que saltaban en la mayor parte de su set. Definitivamente Barnett se sintió en casa.
Hace un par de años, se unió a su gemelo espiritual Kurt Vile para hacer un disco en conjunto que llevó por nombre Sea Lotta Lice, que no tuvieron oportunidad de girar por estos lugares, pero que de igual forma quiso mostrar con un single de ese trabajo. Let It Go fue el inicio de su encore, una canción melódica, lenta y sluggish que fácilmente pudo ser parte de su catálogo en solitario.
También estuvo la novedad de Small Talk, una canción nueva que nació de las sesiones de Tell Me How You Really Feel y que no tiene nada que envidiar a las que si llegaron a formar parte del disco. Un estreno que se agradeció y que fue fácilmente aprendida por el público que empezó a repetir las letras en el segundo coro.
Prueba de fuego superada para Barnett que supo mantener en todo momento la intensidad, atención e interesar a una Blondie repleta que quedó pidiendo más.