El Duque Blanco, Ziggy Stardust, Major Tom, El Goblin King, Thomas Newton. Todos toman forma y se devuelven en formas a veces abstractas, no solo para recordar sino que para levantar al héroe perdido. Un gran personaje en sí ha traspasado brechas generacionales y ha puesto en cuestión cada género que ha tanteado. Hoy volvemos a repasar uno de los grandes hitos en la historia, la conclusión musical de la carrera y vida del sobreviviente musical de las infinitas dimensiones espaciales y sónicas: David Bowie.
Bowie desde mediados de los sesenta comenzó una carrera musical imparable, incluyendo a The King Bees o The Hype para luego establecerse con un título de solista haciendo el debut pop barroco hacia 1967. El 2003 aquella habilidad se ve interrumpida, no como lo habíamos presenciado anteriormente, sino que una interrupción que marcó un silencio de 10 años. 2003 es el año en que lanza su décimo tercer álbum “Reality” con el cual – una vez más – se enmarca en un tour. “A Reality Tour” encontraba a un Bowie de 55 años, al cual todos podíamos ver como inmortal, y al cual acompañaban los músicos que luego conformaron el “The Next Day” el 2013, la gran Gail Ann Dorsey era una de ellos.
La presentación en el festival Hurricane del 2003 fue el último tour y concierto completo que David realizó en su carrera debido su salud física, la cual se evidencia luego de un infarto cardíaco aquel mismo día, premisa que 14 años más tarde nos atormenta. Desde aquel día sólo se lanzaron dos álbumes, y una de las cortas presentaciones en vivo que nacen desde el silencio es la que realiza junto a Arcade Fire el 2006.
Bajo éstas mismas penumbras “Blackstar”, el álbum número 25 bajo el nombre de David Bowie, nace de la oscuridad y la reflexión de un pasado presente que adquiere una materialidad en aquellos 41:15 minutos. La producción de éste oscuro material estuvo a cargo del mismo David y Tony Visconti, responsable de producir 10 álbumes del maestro con anterioridad, la trilogía de Berlín, por ejemplo. Ambos se introducen en un proyecto que extralimita todos los sentidos de su música, y es así que en éste proceso los referentes se acomodan a un siglo 21 muy presente: “To Pimp A Butterfly” de Kendrick Lamar, Death Grips y Boards of Canada. Los dos primeros referentes resuenan sutil pero poderosamente en lo que es Blackstar como materia individual, el drum and bass preponderante en apariciones como “Blackstar” el tema introductorio al álbum por ejemplo.
Éste álbum contiene 7 pasajes que poseen en su eje temático central la muerte y el repaso de una vida. Aquel contexto temático es imposible de ignorar luego de un 10 de Enero de 2016, y se enmarca como un renacer de las cenizas irónicamente. Lanzado un 8 de Enero del mismo año “Blackstar” indaga en los límites digitales, límites sonoros que se expresan como un territorio no explorado antes, incluyendo la electrónica ligada al “nu-Jazz” y al hip hop. Aquellos bordes digitales se mantienen constantes, apareciendo como un manifiesto en vida de muerte, un manifiesto con intricados sabores que nos devuelven momentos de la carrera musical del duque. Es por esto, que gracias a la recomendación de la compositora estadounidense Maria Schneider– quien es la responsable de la composición de “Sue (or in the season of crime)”-, la instrumentación queda a cargo de la jazz combo del saxofonista Donny Mc Caslin, creando un nu-jazz con diversos tientes y colores que como ya decíamos varían hacia la electrónica como también hacia acid house a ratos.
Ésta extra-limitación en sonido la vemos reflejada principalmente en los dos temas principales del álbum: “Blackstar” y “Lazarus”. Ambos indagan en la contemporaneidad sonora en la que Bowie se ve inmerso, oscuros pasajes y hasta frenéticos y esquizoides que impulsan el saxo de Donny de una manera extremadamente genial. Aquel saxo y sus respectivos solos no son novedad en material de Bowie, ya sabemos su larga relación con el instrumento que él mismo tocaba, pero su inclusión en un álbum tan intricado como éste genera nuevas reflexiones. Tanto con la banda de Donny como con la ayuda de Visconti se adentran en un jazz exploratorio con ecos electrizantes, en donde no hay nada que perder.
Un espejismo dentro del álbum también lo es “Girl Loves Me Too”, en donde James Murphy de LCD Soundsystem posee créditos en la batería, y sus letras hoy potencian extralas visiones de Bowie. Aquí él nos pregunta “Where the fuck did monday go?” creándose entonces una irónica verdad: el 10 de enero fue un día domingo en que Bowie se libera de la Tierra.
Las letras y voz se presentan como elementos claves para la decodificación de un álbum como éste, aquí las letras varían entre manifiestos mortales hacia triviales – en apariencia – líricas casi vulgares como “Tis a Pity she was a Whore”. Aquí es donde aquellos límites sonoros generan nuevos escapes, álbum que Anthony Fantano calificó de una brillante mezcla entre “Bish Bash” de Scott Wlker y el “To Be Kind” de Swans, fusión que a nuestro parecer se integra como extremadamente acertada.
Bowie ha generado entonces una autorreferencia que podemos evidenciar en los vídeos de los singles con la aparición del astronauta – Major Tom – en Blackstar. Aún así sus raíces se manifiestan de la manera más experimental posible, acontecimiento que podemos ver como un – nuevamente – manifiesto que se aproxima a la misión suicida de Major Tom. Aquellos desesperados gritos se hacen materiales en su propia voz, la cual en éste álbum acepta aquellas imperfecciones, desafinaciones elegantes que se integran suavemente como apoyo de tales desesperados alientos. Cabe mencionar que en la misma grabación podemos escuchar los respiros entre versos de Bowie, agitados respiros de emoción, los cuales podemos ver con más detalle en el documental “The Last Five Years Of David Bowie” de la BBC.
La transmisión desde la muerte adquiere un sentido emocional mayor, y éste LP posee un valor musical no solo por todo lo que hemos mencionado en éstas líneas sino también porque es una conclusión musical que nadie ha tenido la oportunidad quizás de demostrar. El álbum más extremo de su carrera, uno de aprobación universal según Metacritic, el gran secreto que se mantuvo hasta el 2015, una avalancha perceptual. Nos demuestra un Bowie confundido, asustado, el cual ha sido desprovisto de sus sensibilidades y nos entrega uno de los acontecimientos más cargados y poderosos que el siglo XXI ha sido capaz de albergar.
El renacer del Lazarus se hace posible gracias a la materialización en vida de “Blackstar”, una experiencia surreal que se hace cargo de una carrera completa, volviendo a aquellas raíces para volcarlas hacia la experimentación sonora. Nos quedamos con el manifiesto que refleja un millón de hitos, y que muestran como el desintegrarse de manera física no significa la desaparición. El importante hito musical de grandes fronteras digitales es entonces la conclusión lógica, consciente y el gran grito desesperado despedida del eterno David Bowie.