La inconfundible figura de Shirley Manson recorta el telón de fondo mientras toma un primer descanso y se dirige al público. Hace un año celebraron los veinte de su disco debut en el 20 Years Queer Tour y esta semana es el turno de concluir con la gira de su inspiradísimo Strange Little Birds, con un único show en Perú. “Es increíble poder compartir, acá, en este momento, esta experiencia con todos ustedes”, agradece emotivamente Manson. “Estamos felices que podamos llenar algún agujero dentro de su corazón”. Su gratitud es honesta, no sólo por su evidente afecto que denotan de sus palabras en esta pequeña parte del show, sino por la noche en su conjunto, una en la que bailó, se lanzó al suelo, bromeó con su banda y recordó sus inicios y fundamentos. El final del tour se aproxima, y no hay duda que Manson y su banda quieren sacar provecho de cada canción.
La noche sigue con “The Trick is To Keep Breathing”, que inspira fortaleza e ímpetu para superar los tiempos díficiles. Noche que inició mucho antes, cuando los renovados Lucybell cumplieron con la tarea de abrir un show con olor a noventas, pero con dos bandas que siguen reinventándose y no tienen la intención de vivir de glorias pasadas. Además de meter mano a los clásicos, el show sirvió para adelantar y probar material de su próximo disco, a editarse el próximo año. El núcleo de la cancha se formó mientras la banda iba en la mitad de su presentación, y no se movió de ahí por lo que duró la noche. Lucybell dio un show potente, que sirvió para administrar las primeras dosis de material fresco, uno que promete y que ayuda a crear la expectativa para el 2017 de la banda.
La tardada salida al escenario de Garbage se acompañó de gritos y aplausos, que llegaron a su cúspide cuando Shirley Manos, con pelo tomado y una tenida con plumas – que traía a la mente a un delicado cisne-, irrumpió, saludó y se dispuso a cumplir su misión. “Supervixen” fue lo primero que sonó en el Teatro Caupolicán, extraída del disco debut que hoy es un clásico y les hizo camino a la banda que lidera Shirley Manson.
Los hits no se hicieron esperar y vinieron en par de la mano de “I Think I´m Paranoid” y la madonnesca “Stupid Girl”. Manson no se guarda energía cuando se desenvuelve en cada canción; bailar, transitar de un extremo a otro del escenario hacen explícito que esto no es rutina, sino una real conexión con sus canciones y dar más de lo que se le exige, pero lo hace con gusto, por satisfacer al público como a ella misma.
Cada canción tiene una identidad propia que se refleja en la actitud de Manson al interpretarlas. Como cuando usa su pose de rapera pop en “Small Poppies”, en la sensualidad y delicadeza de “Queer” o en la oscuridad de “Blackout”, cúspide creativa que destaca dentro de su reciente Strange Little Birds.
Shirley Manson es la estrella. Su estilo, carisma y actitud única hace ver al resto de la banda que la secunda- que visten de negro- como unos músicos de apoyo, que no tienen mucha participación en el show aparte de su impecable performance en sus instrumentos. Y es que es difícil competir con la figura de Manson, tal vez es esa la causa de que a ratos sus compañeros se replieguen en la parte de atrás del escenario y la dejen actuar, como si esto se tratara de un show solista.
Cuando suena el golpe final de “Sex Is Not The Enemy”, Shirley Manson aprovecha el descanso para aproximarse rápidamente al sonidista dispuesto al costado derecho del escenario por algo que parece urgente. Durante lo que lleva el show, le escocesa ha tenido varias molestias con el retorno y el volumen de su voz, que se manifiesta en constantes señas a los encargados del sonido y la mezcla fatal del sintetizador, que la opaca en gran nivel. A pesar de ese intercambio de palabras, el resto del show seguirá con Manson afirmando su mano contra su oreja para escuchar mejor su retorno, pero que no impidió su buena performance en lo absoluto.
Nuevamente, la líder de Garbage interviene. Esta vez para un discurso extenso pero memorable. Dice que la siguiente canción es especial para ellos como banda porque demuestra una declaración filosófica que sigue viva y latente en los tiempos que corren, a pesar de haberla escrito hace más de una década. Reivindica sus ideas feministas a negar los estereotipos que el “patriarcado, el sistema o lo que sea” han creado sobre la mujer, en el que “tiene ningún valor” si no es bella. Manson, según se describe, se ha vuelto más política y contestaría. También tiene palabras para la industria del espectáculo que explota ideas de las que ellos están en contra, la misma de la que decidieron escapar al editar su nuevo disco de manera independiente, pero que les ha traído dificultados de distribución y para sonar en la radio. “Nadie necesita ser perfecto”, resuena en el teatro y los aplausos estallan. Esto fue más que una simple interacción con el público, fue una declaración de principios que no tiene otro adjetivo que honesta.
“You should see my scars; And try to comprehend that which you’ll never comprehend”, se escucha al final “Bleed Like Me” y se entiende de qué se trata todo.
“Only Happy When It Rains” y “Push it” suenan antes del encore que no tuvo ni un segundo de calma, sino que se apropió de la energía de esas dos canciones para vitorear y exigir la vuelta de la banda que estaba dando un espectáculo memorable.
“Queer”,” Cherry Lips” y “Empty“ repasan tres momentos de su carrera, en tres discos. Inicios, nuevo milenio y presente, pero el final de un espectáculo que no hace pensar a Garbage como otra cosa menos que un culto.
Un escenario vacío, un telón de fondo que revive el momento que se acaba de vivir, y los últimos fanáticos que siguen en la primera fila aguardando la generosidad de los técnicos para conseguir set list y uñetas tiradas. Una asistente se lleva una pluma que el traje de Shirley Manso soltó durante su enérgica presentación. Una pluma que promete ser el recuerdo de esa conexión mística que la banda tuvo con el público chileno.