En un verano de 1992, Tom DeLonge, de tan solo 17 años, conocería a Mark Hoppus, de 20. La amistad que ambos formaría se canalizaría en una de las bandas más importantes del rock del último cuarto de siglo. Dos años después de su primer encuentro, estarían publicando su primera obra artística: “Buddha”. Reconocido por muchos fanáticos como el debut del grupo, la banda la categoriza como un “demo”, siendo “Cheshire Cat” el reconocido formalmente como primer álbum de estudio del trío. Estos términos perderían sentido, porque de una forma u otra, vemos tres décadas de distancia entre que el mundo conocido a blink-182, y ahora.
La década que vio nacer a blink-182 es una radicalmente distinta a la anterior, e igualmente opuesta a la que le seguiría. Los 80s fueron el reinado del glam metal. Los cabellos largos, maquillaje, rock pesado (pero con estructuras pop para la fácil digestión). Los 90s trajeron consigo una ola de cinismo. El rock alternativo y grunge traía en su ADN artistas torturados y depresivos. Letras sobre muerte, tristeza y angustia.
La escena punk por otro lado estaba liderada por el hardcore. Artistas como Bad Religion, Bad Brains, Black Flag y Minor Threat. Esta escena independiente eventualmente también tendría su llegada masiva. Cuando el rock alternativo, artistas como Pixies y Sonic Youth, empezaron a hablarle a la generación MTV (hambre que tendría su festín con la publicación de “Nevermind” de Nirvana), el rock alternativo dejaría de ser, bueno, “alternativo”.
Pero la diferencia es que esta nueva generación renegaría la fama y el éxito. Conceptos como “vendidos” y “posers” serían las primeras palabras de muchos fanáticos, traicionados por sus bandas under y su nuevo éxito masivo. El punk sería la mayor víctima de esta enfermedad. Un punto de inflexión sería cuando Green Day firma con Warner Brothers en 1993, y publica su tercer LP “Dookie” a través de Reprise Records, dejando atrás a su casa independiente Lookout Records, que produjo sus primeros dos LPs. Para los fanáticos de la escena californania del área de la bahía de San Francisco, este sería el crimen mayor. Suceso parecido ocurriría cuando The Offspring abandona Epitaph para firmar con Columbia. Y así con una serie de artistas alternativos. Una vez firman con un sello discográfico serían unos “vendidos” y “posers”.
Este es el panorama que le dio su bienvenida a blink-182, pero la situación del trío sería distinta. A diferencia de sus camaradas, los oriundos de San Diego tuvieron un muy corto periodo en el under. Su único LP distribuido de forma independiente sería “Cheshire Cat”, producido por Cargo Records, y con dos éxitos moderados en las canciones que abren el álbum: “Carrousel” y “M+Ms”.
La verdad de las cosas, es que si bien blink-182 tuvo relativo reconocimiento en la escena alternativa de California, su explosivo éxito vendría de la mano con su contrato discográfico. “Dude Ranch”, su segundo LP, consolidaría al grupo como una pieza fundamental del pop punk noventero. Su canción más grande a la fecha: “Dammit”, sería un sencillo tan abrumador que se convertiría en una carga para el trío.
Es difícil imaginarlo en retrospectiva, pero en 1997, cuando la canción estaba en la cima del mundo, los sandieguinos corrían el riesgo de convertirse en un one-hit-wonder. La canción resultaría tan masiva que la banda incluso se cansaría de tocarla en vivo, y responderían en contra del público que fuera a verlos “solo para escuchar esa canción”. Así que todo caería en las expectativas de su tercer disco, entremedio despedirían a su baterista, integrarían a Travis Barker, y el resto es historia.
La primera palabra en la que pensamos cuando pensamos en blink y el punk de finales de los 90s es: humor. Lejos de la tristeza del grunge y el cinismo del rock alternativo, el pop punk es un género inherentemente divertido. Su música es una sencilla mezcla de armonías pop, con pedales de distorsión, baterías agitadas y letras adolescentes. Tom y Mark supieron canalizar esta energía al pie de la letra.
En la era MTV en que los videoclips definían la estética de un artista, quizá la pieza más memorable de esta época son las imágenes que acompañaban estas canciones. Los videoclips de “What’s My Age Again?” y “All the Small Things” son una piedra angular del rock de principios de este siglo. El primero tiene el icónico imaginario del trío corriendo desnudos corriendo por las calles de Los Angeles, California. La canción es tan divertida como el videoclip. Mark Hoppus canta sobre qué significa crecer, cuáles son las expectativas que caen sobre ti, cómo puedes alinear a todos a tu alrededor en tu búsqueda por una identidad. Todo empapado con chistes.
El videoclip de “All the Small Things” es una parodia a las boy-band del momento. Cosas como los Backstreet Boys y NSYNC. El trío hace constante burla sobre la sensualidad de dichos artistas, sus fanáticas(os) y lo ridículo de su puesta en escena. Aún con 25 años bajo el brazo, el video se mantiene fresco y divertido. Lo que es curioso considerando que la canción es un tema de amor dedicada a la novia de Tom en ese momento Jennifer Jenkins.
Sin embargo, a pesar de esta iconografía cómica, blink-182 definió el momento en saber mezclar su irónico humor juvenil con temas dramáticos. “Adam’s Song”, una de las canciones más queridas del grupo y tercer sencillo de “Enema of the State”. El corte habla sobre el suicidio. Narra una historia en primera persona sobre un joven aspirando a la muerte, los pensamientos que nublan su mente, y cómo el mundo se desmorona a su alrededor. La canción no tiene una pizca de ironía. Es un tema serio y maduro, tratado con el peso que requiere.
Y es que con el paso de los años, de las décadas, blink-182 cae en ese espacio perfecto entre la generación X y los millenials. Una juventud cercana al humor negro, absurdo e incluso incómodo, pero con serias ansiedades y traumas. Posteriormente el trío trataría temas como el divorcio en canciones como “Stay Together for the Kids”. Un tópico que le hablaría a una generación completa, y sería el perfecto canalizador de una serie de emociones que parecen intangibles. Y cada vez que blink tocaría un tema serio, lo haría con la altura de miras necesaria. Aún cuando su perspectiva pueda ser juvenil y absurda, los artistas sabían que cuando algo requería de seriedad, era en serio.
Es debatible si el punto más alto de la banda llegaría justo antes del primer final. Su álbum homónimo sería quizá su más serio, con canciones como “Feeling This” y “Always”, hasta la legendaria “I Miss You”, corte tan característico de la banda que trasciende la música misma. Hoy en día es posible reconocer la canción simplemente por las imitaciones que se suelen hacer de la voz de Tom DeLonge cuando dice “WHERE ARE YOU, AND I’M SO SORRY”.
Y quizá en un momento nos acostumbramos a tener a blink-182 dando vueltas. Los giros de la vida nos han quitado mucho de lo que pudimos tener. Hubo media década en que toda una generación de jóvenes conoció principalmente al trío como un grupo del pasado. No fue hasta los 2010s que se reunieron, solo para perder a su guitarrista un par de años después.
Pero finalmente los tenemos de vuelta. Y si bien ahora todos somos mayores, la música de blink parece no envejecer nunca. Es una música que siempre se mantendrá joven y vívida. De buen humor, dispuesta a escucharte. Es música sincera, honesta. Temas que no desesperan en peyorativos como “poser”. Todos somos bienvenidos.
Al final del día el legado de blink-182 es haber estado ahí para una generación de persona que necesitaban orientar su humor y ansiedad. El perfil de auditores del trío puede parecer cerrado, pero me atrevería a decir, con humildad, que somos todos. Que todos tuvimos una canción de blink-182 nos habló como adolescentes, o que nos habla ahora, recordando el pasado.
Porque aún contra todo, el grupo y sus integrantes envejecieron con nosotros. Y nosotros somos su legado. El habernos criado con su estética, su música, su alegría, y su ansiedad. Así que da gusto verlos de vuelta. De regreso a hablarnos sobre aquello que odiamos, y aquello que nos hace reír. Si bien el pop punk descendió su popularidad una vez entramos en la última década. El legado de blink trasciende del punk, es una influencia generacional. Y podemos respirarla todavía.
No se pierdan a blink-182 el sábado 16 de marzo en Lollapalooza Chile.