En una exhaustiva investigación, las periodistas Tania Tamayo y Alejandra Carmona indagan en el actual escenario de escasez hídrica desde su aparatoso origen en una ley amarrada por la dictadura cívico-militar, que convirtió a Chile en el único país donde el agua es un bien de mercado, y profundizan en cómo estos privilegios son hasta hoy celosamente defendidos por poderosos gremios e intereses económicos y políticos que no se dan tregua para perpetuar una consigna que permea todo el sistema nacional: abundancia para unos pocos y sed para muchos.
En el libro El negocio del agua, vemos cómo Chile se seca a velocidad vertiginosa de manera selectiva. En Petorca, miles de personas racionan su consumo diario, mientras extensas plantaciones de paltos demandan miles de litros para alimentar el negocio del oro verde. En el desierto de Atacama, valles antaño fértiles como Quillagua hoy languidecen como pueblos fantasmas mientras las mineras vecinas de Codelco y Soquimich, absorben las napas a niveles industriales, sin esperanza de retorno, ni asomo de control. Más al sur, en Osorno, miles de personas se ven afectadas por el derrame de petróleo en el agua de consumo potable.
Mientras los pequeños agricultores cavan pozos cada vez más profundos para asegurar el riego, grandes conglomerados de exportadores reciben sustanciosos subsidios del Estado que disparan sus ganancias, como es el caso del actual ministro de Agricultura, Antonio Walker.
Las empresas forestales, a su vez, extienden los monocultivos de eucaliptus y pino que secan sistemáticamente el suelo, privan de agua a las poblaciones aledañas y potencian los cada vez más frecuentes megaincendios estivales.