No más de 60 personas esperaban en el Teatro La Cúpula (Lotus Stage) el show de Julius Popper, la banda penquista que debutó en Lollapalooza Chile y en las ligas mayores de los conciertos masivos este año, después de casi una década de trayectoria. A esa hora (1 de la tarde), la escasa audiencia era evidente. Y por lo mismo, el comienzo fue incómodo.
Ante butacas prácticamente vacías, el grupo pisó tímidamente el escenario. Las luces se apagaron. Debía comenzar el show de inmediato, pero los músicos optaron darse un tiempo para mirar a la escasa audiencia en silencio, largos cinco segundos, quizás para darse ánimo con los tímidos gritos de euforia de sus fans más acérrimos que los rodeaban abajo.
Así comenzó el recital: tímido, ensimismado, auténticamente provinciano. Ocho músicos en escena dieron vida a la Julius Popper: tres bronces (trombón, trompeta, saxofón), bajo, batería, guitarra principal y guitarra rítmica. Ya constituidos en Lolla, no tuvieron miedo de mezclar la base rítmica del blues con los soportes ska y soul que aporta el trío de bronces, una fórmula que a estas alturas es su marca registrada, una declaración de principios.
El tibio inicio dio paso al primer clásico en escena: Que la Maten Ya, que fue coreada con furia por sus seguidores, la mayoría con pasado sureño, específicamente de la Octava Región, la cuna de los Julius. Porque para entender su música, hay que instalarse en Concepción y rememorar la larga tradición rockera penquista, hermanada por osmosis con los sonidos ingleses. Girtos de la Universidad de Concepción y de Los Angeles se escucharon entre la audiencia. Allá, los Julius son famosos: los entrevistan, aparecen en programas de televisión, y esperan ansiosos explotar. Algunos pronuncian su nombrecomo los herederos de la posta que dejaron Los Bunkers con su separación. Por eso este show era importante. Ellos lo sabían. Y el público también.
El hit Que la Maten Ya sirvió para aquietar aguas y generar confianza entre la banda, evidentemente nerviosa sobre el teatro. De ahí en adelante, ya sueltos y seguros, todo fue fiesta. La base blusera de Julius Popper fue una solución perfecta para el baile rítmico de los bronces, generando una especie de carnaval privado, a esas alturas casi íntimo en La Cúpula. La estructura del recinto les jugó una evidente mala pasada: los bronces por momentos se comieron la voz principal de Alejandro Venegas, y e incluso la guitarra principal.
El grupo aprovechó la ocasión para repasar sus dos primeros discos, Julius Popper? (2009) y No eres tú, soy yo (2013), pero también para adelantar lo que será su tercera placa, con miras a estrenarse este año luego del proceso de masterización. El material nuevo fue muy bien recibido por el público, y delinea el rumbo que tomará la agrupación de aquí en delante: rockear más, exprimir la potencia de los instrumentos de vientos y apurar la marcha desde los teclados y la batería. En el fondo, pulir la fórmula que hace más de una década viene funcionando.
“Son demasiado amables”, pronunció Venegas a medida que el público coreaba más y más las canciones y el teatro se llenaba. Ya no eran 60, sino 300 las personas. Y por eso el agradecimiento del vocalista, que alcanzó su climax con Huke, otro clásico del grupo, canción netamente blusera, con la que desgarró su garganta al compás de palmas y gritos.
“La Innombrable”, acaso la canción más famosa del grupo, abrió la etapa final del concierto, que se dedicó básicamente a homenajear a sus referentes: The Kinks, Lucho Gatica, el sonido de The Beatles (gran versión del cover de Bésame Mucho) y Charly García entre ellos. “Ustedes son lo máximo, son muy importante para nosotros”, dijo con halo sincero Venegas, casi disculpándose, casi agradeciendo la posibilidad de tocar para el público. Y es que Julius Popper, ante todo, es una banda genéticamente provinciana, ahuasada, que saluda cuando llega y se despide cuando se va.
Con el show finalizado, los integrantes, como niños chicos, festejaron entre los instrumentos y posaron para las selfies que intentaban inmortalizar el momento.
Con las luces apagadas, Venegas colgó su guitarra y raudo se fue donde el núcleo duro de fans que lo esperaba en primera fila. Allí los abrazó, les dio la mano, comentó brevemente el concierto, y otra vez, majaderamente, les dio las gracias por haber venido, a las 1 de la tarde, al show de los Julius Popper.