Por Lily Molina
En estos días el frío de Santiago es insufrible, sobre todo si se trata de un lunes donde se reanuda la rutina con la universidad o el trabajo, y aunque en situaciones de este tipo se acostumbra quedarse en casa, el poder que genera un concierto es tan fuerte que deja en segundo plano cualquier obstáculo que se interponga para poder distraerse el primer día de la semana. Eso fue exactamente lo que pasó con la cuarta venida de los ingleses Kaiser Chiefs, quienes debutaron en Chile el 2008 en el marco del Festival SUE en el Movistar Arena, donde compartieron escenario con R.E.M. y The Mars Volta, girando en ese entonces con el disco Off With Their Heads.
No se había tenido la oportunidad de asistir a un show más íntimo de los oriundos de Leeds, ya que luego de su concierto en el Movistar Arena, su siguiente visita fue en el Lollapalooza 2013, donde marcaron uno de los puntos altos de la primera jornada de esa edición, y más tarde en la Pista Atlética del Estadio Nacional junto a FooFighters el año pasado. En esta ocasión el panorama fue diferente, en un recinto acogedor y con buena acústica, como lo es el Teatro La Cúpula, espacio que congregó a los seguidores más fieles de este grupo.
Eran las 9:03 pm cuando el quinteto de indie rock apareció en tarima. Como de costumbre, Ricky Wilson se encargó de volver loco al público con todos esos detalles que lo convierten en uno de los frontmans más sencillos de la actualidad. Everyday I Love You Less and Less de su primer disco Employment (2005) dio inicio a un intenso show lleno de baile y energía. “Somos Kaiser Chiefs” espetaba el carismático e incombustible Ricky Wilson, entre ovaciones y vítores de un animoso público. El entusiasmo fue en crescendo cuando sonó el hit Everything is Average Nowadays, coreado por todos los presentes, donde Vijay Mistry dio muestras de su calidad y energía como baterista, que no decayó en ningún momento del intenso show. “Es agradable estar aquí de nuevo. La última vez que estuvimos acá fue con Foo Fighters” comentaba el frontman previo al ya clásico Never Miss A Beat, desatando el jolgorio máximo en la cancha.
La cercanía de la banda con sus fans es notoria, eso por la comunicación constante entre el cantante y su público. Esta vez el tecladista Nick Baines junto a Wilson bromearon con algunas frases hechas y palabras aleatorias en español, como con nombres de comidas por ejemplo: lomo o albóndigas (mencionadas en más de una oportunidad). En repetidas ocasiones también el frontman se acercó a la barrera de la primera fila donde parecía que en cualquier momento se lanzaba como para un crowdsurfing.
Parachute, que no ha sido lanzada oficialmente aún, al igual que Hole in My Soul, prepara la entrada para Ruby,una de las canciones más esperadas de la noche, con la cual el público vuelve a enloquecer sabiendo acompañar con una energía acorde a los buenos exponentes de este indierock inglés que nos recuerda que el mejor baile es el que se tiñe de rock. Aquí la Cúpula se convierte en un verdadero karaoke masivo. Otras de las melodías memorables como The Angry Mob y I Predict a Riot continuaron la fiesta un poco antes del encore, con toda la Cúpula coreando. Todo esto para finalizar con una extendida Oh MyGod, terminando así el primer show en solitario de Kaiser Chiefs cargado de potencia y desplante musical.
Como lo comentó en un momento Ricky Wilson, los que habían asistido esa noche eran sus verdaderos amigos. No hubo mucha concurrencia como en ocasiones anteriores, pero estaban los apropiados para suscitar la catarsis vivida esa fría noche de lunes, ideal para comenzar bien la semana.