Abdul Vas sabía que había algo más fuerte que aquello que había oído y, al principio, no pudo encontrarlo, pero tras un tiempo descubrió cuatro letras: AC/DC. Cambió su vida. La deslumbrante y desenfrenada guitarra, el grito en falsete que encendía el desahogado reino del rock ‘n’ roll. Y de ellos absorbe su agalla. ¿Cómo? Fusionando perfectamente su espinazo, rock ‘n’ roll, blues y jazz, alcanzando nuevas alturas en rapsódicos y extendidos solos, a menudo con violentos y precisos toques en lino belga. La vida de Abdul venerando esta banda de rock australiana resuena en el músculo de los personajes que pueblan sus obras.
¿Los pollos?
Estaba pasando el tiempo con Abdul Vas, que estaba apoyado en unas tiras cómicas cuidadosamente exponiendo los dibujos de los cuales representaban pollos, camiones Navistar y Cincinnati Reds. La ardiente música de AC/DC inundaba toda la taberna en ese barrio de Kippenland con una llamarada verde. Los ojos verdes y sombras oscuras de gente por encima de su hombro, mirando su dedo blanco fluyendo por cada papel, señalando con áspera euforia los momentos anteriores y posteriores del surgimiento de AC/DC.
Abdul Vas, utiliza un rico código infraccionario para una ficción. Sus pinturas, dibujos y otras producciones pictóricas sobre diversos soportes, hablan de una ficticia inversión de nuestro genocidio alimentario. El pollo, objeto de una inversión de sentido, se representa como exterminador y fan de AC/DC, lo que hace imposible observarlo en ese proceso como comida, su destino en la realidad. El delirio de sus pinturas va dirigido a corregir la infantilización del animal en los códigos de representación de la industria del alimento y de la cultura, pero también a nombrar las evidencias del campo de concentración humano.
Paralelamente al momento en el que el urbanismo tomaba forma como dominio de toda ciudadanía el animal era objeto de una inversión de sentido, su destrucción como figura alternativa a lo humano era posible gracias a una infantilización acompañada de un exterminio pero, lo más grave, hacía imposible observarlo en ese proceso como comida, su destino.
Podemos pensar que a la pintura le ha pasado algo así como a los pollos, que se le ha observado como una naturaleza del hombre epocal antes que como pintura y así infantilizada, pop, brutal o expresiva o decorada asumía su lugar infantilizado, es decir contemporáneo. Es cierto que en esta fase de consumo imperial del todo comida, nadie quiere ser adulto o pollo tampoco, pero sin serlo se acaba como tal.
Los papeles se han adjudicado en el gran reparto de la representación política y cada uno tiene su nuevo y portátil narciso, ese que aparecerá descuartizado o sublimado en los papeles y otros medios de Vas.
En ese bloque mágico, por qué no putear a esa terminología freudiana también, los logos metal, las aserciones e invasiones autobiográficas, AC/DC, demostrándose abusivas de imagen en todos sus aspectos, posibilitan al espectador estar asombrado, molesto, identificado o soñador frente a una misma pintura. Ese es el objetivo de toda belleza actualizada, constituir al espectador en un usuario obsesivo.