La calle se encontraba despejada, silente. Un foráneo con ticket en mano toca la puerta y pregunta ‘¿acá es Bar Loreto?’, ante lo que un despeinado personal del recinto, con un rostro que narraba ásperas respiraciones hasta el amenecer replicaba ‘sí, pero más rato’. Toma a su pareja por la mano, y con igual entusiasmo se empina una lata de económica cerveza. La regurgita con calma, placer. Se sienta, saca un papelillo para minutos después acariciar el suave humo de la marihuana. Mira para todos lados: no hay policías, no hay público esperando, no hay si quiera una puerta abierta. Ya con los ojos teñidos de un tibio color rojizo reflexiona ‘falta ene, pero vale la pena…total, no tocan todos los días’.
Una afirmación tejida entre las sombras de los resabios del bohémico barrio Bellavista pero que guarda profunda razón en sí. En los últimos años, Föllakzoid ha ofrecido un escaso promedio de espectáculos en su país de origen, bordeando un promedio de dos por semestre. Paradigma que cambia en el extranjero. Y es que desde la edición de II (2013), el trío integrado por Domingo García Huidobro, Juan Pablo Rodríguez y Diego Lorca, se ha vuelto un acto predilecto en el viejo continente, alcanzando una cifra inédita de giras para un número criollo. No hay acuerdos entre agencias de booking, o un pobre intento de posicionar una marca ‘de exportación’, lo de ellos es un cupo ganado por el talento, prolijidad; y en Loreto se despidieron una vez más antes de partir a esta travesía.
La noche amenazaba con fuertes lluvias, unas que se diluyeron al igual que las humeantes respiraciones de un repleto recinto.Lúgubres e impacientes mentes se aparcan en las primeras filas, mientras a sus espaldas un tumulto comenta a viva voz con vaso en mano, sus acontecimientos durante la semana. Un anillo giratorio bañado en luces se posiciona al medio del escenario; enciende sus luces indicando que el trance está por comenzar.
Los primeros acordes desorientan a algunos, esos habituados a acompañar a la banda de Sacred Bones Records a todas sus presentaciones. Se nota una mayor improvisación, estudiada y bajo coordenadas de ataques ya definidas, pero que nutre de nuevos aires las composiciones de III. ‘Electric’ abre la velada bajo patrones codificados dentro de la misma lisergia.
Los minutos pasan y la hipnosis no se detiene. Nuestros pies están en lo más alto del espacio, gravitando en armonía. El anillo que decora el escenario sirve como el motor de nuestro viaje: parpadeante, se presenta como un todo absoluto energético de nuestras propias vibraciones. Oscuridad en Loreto matizada por el prolijo desempeño en instrumentos de la banda.
Quizás es la nueva apuesta que ofrecen en vivo, o su recientemente editado álbum junto a Jason Pierce de Spiritualized, pero el en esa noche cuarteto —acompañados por Camilo Palma en sintetizador—, llenó esos vacíos de su gama sonora que sólo el productor alemán Atom había podido suplir; llevar la música un paso más allá, abrazando todas las concepciones fuera de lo terrenal que pasan por nuestra mente.
La segunda pieza inicia con igual potencia, y es ahí cuando se entiende que lo de Föllakzoid cruza un sencillo, un hit. Tanto sus discos como espectáculos en vivo son un todo ordenado, un concepto, una obra de arte que no se puede fragmentar, y que en este caso más que estudiarla, hay que vivirla, entregarse a ella. Algunos bailan, otros meditan, unos optan por expulsar humo de sus bocas. El mensaje es universal, la interpretación propia.
‘Earth‘ marca su despedida. Tres canciones que si bien podría encasillarse dentro de un set mezquino —algo que constantemente se les critica—, entregó todo y más. Los aplausos no cesan y algunos aún sacuden sus cabezas y reconocen terreno, tal cual lo realizaría un astronauta en tierras foráneas; ese es precisamente el sentido: ahogarnos en su distorsión y baterías de sello kraut, transformándonos en seres que se eclipsan por el cosmos entero. Una última canción se toca a pedido del público.
Los próximos pasos del proyecto son claros: una extensa gira por Europa y la edición de su nuevo disco. Un periplo que más allá de promocionarlos como ‘el fenómeno de Sudamérica’, los invita como ya dueños de casa, editando trabajos con héroes de la psicodelia a nivel mundial y perfilando su música como una experiencia andina de remotos rincones. Una rubia cabellera extranjera presente esa noche lo atestigua. Entre un léxico de difícil y vasos de vidrio expresa: ‘en Europa todos los conocen, qué vacío está acá’.