“Pero para nosotros, esta novela corta suya ¿no cumple acaso esa misión casi sagrada que les encomendaba ella a las palabras: luchar contra el tiempo, luchar contra el olvido, luchar contra la muerte, ‘hacerle justicia a esa presencia absoluta del instante, a esa eternidad del instante que ya es para siempre’?” Así termina “Las Inseparables” en su epílogo escrito por la hija de Simone de Beauvoir, Sylvie le Bon de Beauvoir, quien comparte su primer nombre con la protagonista y narradora de esta historia. Esta pequeña novela -sólo en su longitud- mezcla ficción con memoria, transformando un período de amistad de Simone en un relato eterno que pretende inmortalizar a Zaza en las palabras de quien la amó.
“Las Inseparables” fue escrita en el año 1954 pero fue sólo este 2020 que se publica por primera vez, y aquello sucede por la vulnerabilidad que derrama de Beauvoir en esta narración de corte autobiográfico disfrazado como ficción, revelando así el primer amor de la escritora francesa: Elisabeth Lacoin. En la novela la narradora tomaría el nombre de Sylvie, mientras que a Lacoin se le atribuye el nombre de Andrée, repasando el cruce de estas dos vidas en un sólo relato. Sylvie nos cuenta sus primeros encuentros con Andrée en un liceo francés y la seguidilla de eventos que comparten como confidentes: amoríos, problemas familiares y dolor. Lo interesante de esta experiencia es cómo de Beauvoir impregna estas páginas con sus apreciaciones de Elisabeth, quien muere trágicamente en sus tempranos 20, siendo también una compleja situación que mezcla ficción y realidad.
“El hecho de elegir la ficción implicaba transposiciones varias y modificaciones que hay que descifrar. Los nombres de personajes y de lugares, y las situaciones familiares son diferentes a los reales. (…) “Las inseparables” -como expresión- tiende un puente entre la realidad y la ficción.” Son claras las intenciones de la autora, si bien es inmortalizar de manera literaria su amistad con Lacoin, la ficción en la que la transforma le da a esta novela otra cualidad; esta historia vive de forma paralela a la realidad y no pretende en sí mismo ser una autobiografía. Por eso es que llamamos a esta novela una de “corte autobiográfico” sin necesariamente ser una fuente fidedigna de información. Aún así, cuando la hija de la autora repasa los hechos versus la ficción tenemos un plot similar, e intuimos como lectores que las intenciones y sentimientos aquí plasmados son igual de certeros.
“Zaza -sobrenombre de Elisabeth- murió porque intentó ser ella misma y porque la convencieron de que esa pretensión era algo malo. (…) el deber de una chica consistía en olvidarse de sí misma, en renunciar a sí misma, en adaptarse. Porque Zaza era excepcional, no pudo ‘adaptarse’ “, cuenta le Bon en el epílogo. Es justamente en aquel eje en el que se centra esta historia: Sylvie como narradora ficticia pretende dibujar el retrato vivo de Andrée sin pretensiones de replicar la represión patriarcal que vivían ambas y de alguna forma que Andrée o Zaza o Elisabeth vivieran en un mundo al que pertenecían, donde sus decisiones de vivir eran respetadas, donde ella pudiera ser libre.
Esta novela no es una pretensiosa forma de acercarse a la realidad, es un reflejo de memorias mezcladas con la pluma en clave ficción de de Beauvoir, es un acto de liberación que comienza en 1954 pero que detona para nosotr@s apenas el 2020. ¿Por qué se tardó tanto en aparecer? se preguntarán. La respuesta tiene varias perspectivas: primero, Simone no estaba satisfecha con su propia escritura y con el retrato creado; segundo, relataba el amor incondicional que sintió hacia otra mujer. Y aquello es un acto de desacato en sí mismo. No son las múltiples facetas Elisabeth las que son liberadas en la novela, sino también desligarse de las pretensiones propias sobre la escritura. Esta novela puede verse disminuida por la brillante y extensa escritura filosófica, feminista y autobiográfica de Simone de Beauvoir, pero “Las Inseparables”, tal como relata su hija, es una valiosa muestra de la autora.
Es difícil construir una reseña sobre las “Inseparables” luego del gran epílogo que construye la real Sylvie le Bon, pero podemos continuar con las conversaciones que ambas, madre e hija, nos dejan. La represión patriarcal es una forma de muerte que se ilustra muy bien en este relato, y es por esa razón que se vuelve tan importante su publicación, y debemos seguir cuestionando por qué es que aún, casi un siglo después de los reales acontecimientos de la novela, estas problemáticas siguen persistiendo. Zaza queda en nuestra memoria como la intrépida Andrée que demuestra su valentía, pero es abatida por demostrar su propio individualidad. Simone de Beauvoir nos deja un legado con “Las Inseparables”: seguir luchando contra la memoria, contra el tiempo y contra las fuerzas represivas que aún nos disminuyen.
“Si tengo esta noche los ojos llenos de lágrimas, ¿es porque ha muerto usted o porque yo estoy viva? Debería dedicarle esta historia, pero sé que no está ya en ninguna parte, y si me dirijo a usted aquí es como un artificio literario. Por lo demás esta no es de verdad su historia, sino solo una historia inspirada en nosotras. Usted no era Andée y yo no soy esa Sylvie que habla en nombre mío.“