Uno de los homenajes más simples y multitudinarios en el centenario del natalicio de Violeta Parra ocurrió lejos de las conmemoraciones oficiales, en el Estadio Nacional, ante más de 56 mil personas. Fue en el concierto de U2, en el marco de “The Joshua Tree Tour”, cuando antes de ejecutar de inicio a fin el disco de 1987, Bono y los suyos presentaron una versión en vivo de “Bad”, canción señera del grupo, esta vez con parte de la letra de “Gracias a la vida” sobre los últimos instantes de la melodía.
Entre el público, la secuencia causó escasa euforia, pero sí atrajo flashes y un coro frágil que por momentos olvidó la letra. Intenciones y buena voluntad habían de sobra. De parte de los irlandeses (U2 conoce hace décadas a Violeta y deduce su arraigo local), y de la audiencia, bombardeada los últimos 10 meses y hasta el hartazgo con la efeméride más importante del año.
Con las celebraciones en curso (todavía queda la presentación de “Las últimas composiciones de Violeta Parra” en el Teatro Municipal este 8 de diciembre, con Ángel y Javiera Parra, el Coro del Municipal e invitados), cae la pregunta obvia: ¿cuáles serán las postales del centenario? Una lectora entusiasta de Violeta, menor de 25 años, lanza una queja onírica: “Me faltó una guitarra gigante en la Alameda, y un escenario en la base de esa guitarra, un concierto con Víctor Heredia, Silvio Rodríguez y qué se yo; yardas de pasto, comercio ambulante, y hipsters y pobladores de acuerdo una tarde cualquiera”.
La imagen parece rebuscada (la lectora lo reconoce), pero aquella postal gigantográfica y pomposa es lo que algunos entendemos (también) como homenaje, sobre todos quienes crecimos al alero de una sociedad alérgica a la memoria y al saludo de nuestros próceres artísticos. Imposible no recordar el centenario de Neruda, cuando Hispanoamérica en pleno (con un aparataje oficial que cruzó fronteras) rindió culto al poeta para sorpresa de buena parte de la población, a cinco años de la milimétrica elección presidencial entre Lagos y Lavín.
La comparación y la petición pueden parecer injustas, sobretodo teniendo en cuenta los esfuerzos económicos y administrativos por recordar a Violeta, que se tradujeron en financiamiento a proyectos que buscaban rescatar o reinterpretar (con limitaciones previamente visadas de la familia Parra) su legado cultural. Pero la pregunta sigue rebotando: ¿cuáles serán las postales del centenario de Violeta?
En un panorama donde solo hace meses tenemos la posibilidad de acceder a su catálogo completo (bajo un estándar mínimo) vía Spotify u otra plataforma de streaming, ni ediciones físicas y accesibles y visibilizadas en el espacio público, resulta complejo comprender el ímpetu de divulgación que se ha intentado inculcar en este aniversario. Lo cierto es que Violeta se tomó la agenda en la víspera de su cumpleaños, y que se hicieron muchas notas periodísticas al respecto, que se editaron libros biográficos y analíticos, y que su nombre fue subrayado con especial ahínco en el calendario escolar que ya se extingue, y del cual tenemos profundas dudas sobre su calidad.
A la luz de los hechos, y con la evidencia sobre la mesa (canciones, arpilleras, poemas), es posible que el solo gesto o amago de recordar a Violeta baste para que su semilla, ajena a cualquier impulso en vano, brote y se engendre en las mentes millenials que alguna vez, durante este año, vieron su nombre escrito en algún cartel o en una pantalla gigante de algún concierto de U2.