Poder proyectar sobre el papel trozos de nuestra humanidad es una tarea difícil, aun más cuando creas música, y decides llevarla a esos planos. Muchos artistas han hecho este ejercicio antes, y mientras algunos son capaces de destapar una empática intimidad con el mundo, para otros los resultados acaban en reflexiones vacías, significados que nunca terminan de desempacarse. Pero la labor que ha hecho Lianne Charlotte Barnes en su tercera placa quita el aliento. Es sobrecogedora.
En el prolongado intervalo desde su trabajo anterior, Blood (2015), Lianne La Havas encontró y encaró múltiples desafíos personales. Desaires con la industria musical, pérdidas de seres queridos, el comienzo y término de una relación amorosa, y la búsqueda de la identidad informan esta metamorfosis de la cantautora londinense, sellados en el tiempo con una estampilla en la forma de este disco homónimo.
La bellísima “Bittersweet” abre este nuevo set musical casi con una especie de sorprendente clarividencia, relatando las peripecias de un amor condenado. Su trasfondo sonoro viste un elegante piano característico del R&B más orgánico, actuando como un contraparte más apagado a la euforia de “Unstoppable”, el icónico corte de apertura de Blood. “Agridulce lluvia de verano, he renacido”, proclama la vocalista, aún quemada por los daños, pero llena de una fortaleza victoriosa que se mueve al siguiente plano con rapidez.
“La escritura contemplativa denota una franqueza directa, más empoderada que en sus predecesores”
No conforme con elevar el listón en la primera canción, el álbum sólo crece desde ahí. El hit pop más extrovertido y delicioso, “Read My Mind” es una rebanada de funk ligero y elástico, con una melodía esotérica que es un auténtica ganadora. En este número, la compositora conjura a la perfección la locura imperfecta y el éxtasis del enamoramiento. “No hay nada que puedas hacer / Porque vengo por ti”, asegura con una determinación contagiosa.
Cuando se habla de vulnerabilidad y desnudez en la música, estas canciones capturan dichas características en una manera que no demuestra esfuerzos excesivos. En esta oportunidad, su escritura contemplativa denota una franqueza directa, más empoderada en su intencionalidad que en sus predecesores. Sobre líneas de bajo con sombras de Jaco Pastorius, Lianne se engancha y aumenta la intimidad en la etérea “Green Papaya”; del otro lado de la vereda, “Courage” no exagera ni tampoco se restringe en su súplica por salir adelante y enfrentar el fin de una relación.
De igual manera, las melodías, grooves e interpretaciones han adquirido una profunda expresividad, resonancia que permite transmitir las dimensiones emocionales con autenticidad. El delicado trabajo de guitarra de la británica conjura un sonido ondulante y pegadizo en “Can’t Fight”, y brilla en el golpeado y frágil manifiesto de “Paper Thin”. Así mismo, el ambiente es clave al sello atemporal del álbum: “Please Don’t Make Me Cry” viste un arreglo con piano de soul clásico, mientras la genial “Seven Times” y sus cuerdas casi flamencas se desplazan entre los 90’s y el sonido más moderno.
“Su set de composiciones más robusto, potente y delicioso hasta la fecha”
Puede resultar curioso que en una apuesta tan personal como esta, aún existe espacio para el cover de un favorito de fanáticos y críticos: el a este punto legendario “Weird Fishes/Arpeggi” de Radiohead, en esta ocasión sólo titulado “Weird Fishes”. Lianne ha hecho pública su adoración por esta composición desde su primera interpretación de ella en vivo, ocho años atrás, y el cuidado y dedicación que fue a la grabación queda totalmente clara, sobre todo, en su explosivo y conmovedor cierre.
No sólo la artista encuentra nueva vida en este clásico del quinteto de Abingdon, sino que además lo reapropia como su cántico de guerra mientras desciende a las profundidades de su tempestad interior. “Tocaré el fondo y escaparé”, declara con inminencia. Si bien su versión pueda no superar al original, ciertamente está a la misma altura, cosa que a menudo otros covers no logran. Se siente menos un tributo y más como el traspaso de una antorcha creativa.
Cuarenta minutos transcurren antes de que la catarsis alcance la resolución de “Sour Flower”, el magistral número de cierre, contando con una ejecución instrumental casi progresiva, que mira atrás con un sentido de satisfacción y aprendizaje que son genuinos. “Cuando llore, es porque soy libre”, declara Lianne en el coro, desprendiéndose de sus batallas personales con la certeza de haber aprendido y adquirido una nueva fortaleza. Una de sus creaciones más brutales, “Sour Flower” es una oda a la vertiginosa experiencia del crecimiento personal, cuya relevancia perdurará por décadas.
Con su álbum homónimo, Lianne La Havas ha capturado momentos de su vida en el impacto de su frágil fugacidad, constituyendo un viaje de sanación con el que más de una persona encontrará consuelo y compañía. No conforme con desnudar partes de su alma hasta la esencia más intrínseca, la compositora destila toda creatividad sin filtros ni peros, resultando en su set de composiciones más robusto, potente y delicioso hasta la fecha. El tiempo tomado y el cariño aplicado relucen en una colección que amerita atención total. En contarnos su narrativa de superación y transformación, Lianne encarna la historia de todes nosotres.