Siendo la séptima y última adaptación del clásico universal de Louisa May Alcott “Little Women“, Greta Gerwig no se ha sumergido en una tarea fácil. Desde las apasionadas historias de la familia March, Alcott pareciera introducirse en nuestras vidas una vez más, esta vez para jamás dejarnos. Desde una dirección prolija y un vestuario más que fascinante, Gerwig ha hecho de esta historia una propia, apoderándose de la historia con fervor y color, una que a estas alturas, le pertenece a todas.
¿Qué es lo que se necesita para hacer de Little Women una historia precisa en la pantalla? Indudablemente, la dirección de Greta Gerwig. Habiendo hipnotizado las pantallas con Lady Bird hace dos años, la actriz, directora, productora y guionista tomó esta intrépida historia que ha marcado generaciones desde 1868, adaptando el guión con una particular huella artística. La historia de Jo, Meg, Beth y Amy es visceral, pasional y sensible, y es justamente esa esencia la que no se puede escapar de este acontecimiento cinematográfico. Para esto la directora decide quebrar su temporalidad lineal para deconstruir una narrativa familiar a modo flashback, así construyendo las diferentes sensibilidades de los protagonistas como una seguidilla de eventos catastróficos,jugando así cn el tiempo y la percepción de éste.
Urgente, moderna y fresca, así es como percibimos esta adaptación cinematográfica
Con la fotografía de Yorick Le Saux, la decoración de set de Claire Kaufman y el vestuario de Jacqueline Durran, se construye el contexto de los March en Massachusetts. Como hemos anticipado, la narrativa no se proyecta de manera lineal, por lo que el eje central para unir las temporalidades es Jo. Interpretada por Saoirse Ronan, seguimos a la segunda hermana March en sus esfuerzos por conseguir la publicación de sus cuentos, mientras recorremos sus pasadas aventuras: desde el baile con Laurie hasta su escapada a New York, desde su repentino corte de cabello hasta su batalla por el desamor.
Amy, a cargo de la nominada a la Academia Florence Pugh, florece cuando por primera vez la vemos en Europa, en esta adaptación con su Tía March (Meryl Streep). Aquel cambio en la trama es esencia, ya que aparte de no tener que introducir más personajes en la pantalla, logra desarrollar la personalidad y ambiciones de la frusrtada familiar y la relación que posee ella con su más joven sobrina. Desde bailes ostentosos a las jugarretas y rabias con Jo, Pugh logra darle vida a uno de los personajes más odiados de la literatura de Louisa May, tornándola no sólo carismática sino como una cercana y atormentada adolescente que intenta surgir en una sociedad dominada por el patriarcado.
Meg, la primera hija de Marmee (Laura Dern), es presentada esta vez por Emma Watson, quien nos encamina por la vida casera y llena de obstáculos que presenta una adulta recién casada. Desde su boda hasta los galmurosos primeros bailes de la alta sociedad, Meg nos enseña el valor de la humildad y la autenticidad que proporciona una biografía sin ostentaciones. John, Daisy y Demi, aportan en esta faceta una Meg adulta que jamás deja de ser una March.
Beth por su lado, resalta con la bella actuación de Eliza Scanlen, mientras con su piano jamás lejano, nos cuenta el desvanecimiento de su salud a través de sus calmados y sensibles ojos azules. Beth representa todo lo que el ideal March sostiene en la novela de 1868, la autenticidad de lo femenino y cómo es que aquella categorías realmete no tiene límites cuando hablamos de esta bella narrativa atemporal.
Urgente, moderna y fresca, así es como percibimos esta adaptación cinematográfica. La historia ya inmersa en nuestras manos lectoras que atravesaron cada página con atenta pasión, nos vuelven a aquellos momentos, pero con un real manifiesto que propaga la huella de Greta Gerwig. Aquellos pequeños twists que agrega en este story telling ayudan para darle sustancia a lo plasmado en la pantalla, cobran sentido y logran que la directora se apropie de Little Women con seguridad. Aquella novela, que fácilmente podría haber sido escrita ayer, hace 200 años o hace tan sólo 10, representa la sutil belleza de contar historias reales que enmarcan el crecimiento de los personajes femeninos y cómo la presión patriarcal las limita en sus decisiones de vida, o intenta limitarlas más bien. Sin defraudar, Greta Gerwig compone con un elenco preciso en esencia una adaptación cercana, deconstruida y atemporal. Una jugada audaz que nos muestra la perspectiva femenina de una narrativa esencialmente visceral.
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