La quinta versión del festival Lollapalooza dejó un sabor raro en el paladar de muchos. En esta edición, la brecha generacional fue algo que llamó poderosamente la atención de la gente que ha ido continuamente al festival. Algunos lo tildaban de Kidpalooza: las niñas con sus flores a lo Lana del Rey, era el paisaje mas icónico dentro del parque; los adolescentes, sus bastones para las selfies, era un lugar común. La cita, orientada para un público que bordeaba los 30 años, contextualizaba en terreno otro paisaje.
En Argentina vivían casi lo mismo que nosotros, pero con sideshows de otro nivel. Acá la nota alta la dio el dúo Bitman & Roban en sala Subterráneo la noche del viernes, el mejor de los sideshows que la organización realizó para esta edición. Christian Powditch y Josó Antonio Bravo en su astrológico regreso a los escenarios, reivindican el poder de los beats y la conjugación explosiva de mezclar las tornamesas con secuencias.
La caída de Snoop Dogg tuvo responsabilidad directa en la masiva venta de entradas en las redes sociales, sabiendo además que la fanaticada local del rapero aumenta exponencialmente; más aun por ser icono de la bendita planta. Mayoritariamente la gente fue por un show, y eso daba a entender la baja venta por día, pero el salvavidas del abono general lo solucionó.
Pero vamos a lo concreto. Día sábado. Presentaciones brillantes como las de The Suicide Bitches, Todos tus Muertos, Julius Popper, Jungle, las ráfagas sonoras de Tame Impala- que dio el mejor show de sus relación con Chile- y el labio veloz de Eminem, concitaban la expectación dentro del amplio abanico, pero para nichos enfocado en los más pequenos.
Dolores de cabeza con el ex The Strokes, Albert Hammond, donde el paso caminante y las guitarras fuera de onda, parecían mostrar un desierto de ruidos, sin conexión alguna. Incluso el show duró menos de lo pactado, sin que nadie le pidiera algo de su banda madre. Seguimos. El impuesto al alcohol cobraba victimas sobrias dentro del parque por la prohibición, sumándole el alto impuesto que costaría volver al expendio del mismo: las caminatas entre el calor aplastante.
Eagles of Death Metal sin Josh Homme hablaban de los guardias de Le Bataclán por el poco accionar en la seguridad del horrible 13 de noviembre en Francia. En masa llegaba la gente, con niños y adultos disfrutando. El “olé, olé, olé… Chile, Chile” se escuchó fuerte con Jesse Hughes tomando la bandera de nuestro país con el nombre de la banda. La actitud, su sonido y el buen recibimiento, daban cuenta de su gran puesta en escena.
El show del colectivo londinense Jungle prendía aún más el extenuante calor que asolaba la tarde del sábado. El estilo funk midtempo setentero reinaba en el recinto armando una fiesta sin parar. Rayos, relámpagos y fuerza sobrenatural en el sonido de los australianos de Tame Impala, que realizaron su mejor presentación en suelo nacional. Desde el escenario del Acer – Windows 10 Stage Gepe, cerraba su acto dando créditos del por qué es uno de los protagonistas de la escena nacional desde hace ya varios años. Artista ad portas del salto a Europa, ya que se presentara en una edición de exportación del festival Frontera este 28 de mayo. En tanto, el cuarteto nacional Föllakzoid cerraba el Lotus Stage. Viaje sideral, entre capas donde el bajo teletransportaban al publico a otro lugar. La mejor banda en su género entregó postales únicas. El cierre con el gran Eminem que repasó su discografia, con un poder bucal que no terminaba.
Domingo de nuevos horizontes
El día domingo atraía a otros nichos, con nombres como Ghost, Marina and the Diamonds, Kaskade, y Alabama Shakes, estos últimos con su southern rock y blues lustraban la imagen de Brittany Howard que con su guitarra SG G-400, hipnotizaba a las 30 mil personas que presenciaban su show. Brandon Flowers, recitando más de lo mismo, se presentaba como el parche de Snoop Dogg. Temas solistas y de The Killers, sonaban con la misma frialdad de cuando cerró en su primera edición (2011) el evento. Mención aparte para la presentación de Noel Gallagher y su banda. Cansancio tras su paso el día anterior en la versión argentina del festival, donde se mando un set de lujo pasando por sus discos como solista y los primeros tres álbumes de Oasis. Uno de los puntos altos del festival.
Mumford & Sons, de origen londinense, pero de raiz yankee, era prender la radio y escuchar los temas que suenan ahí día y noche. Encendían al publico de nicho, pero resultaron ser aburridos, monótonos y sin chispa. Para el cierre dos pesados pesados del mainstream: Die Antwoord y la princesa Florence Welch junto a la formación Florence + the Machine y sus pequeñas secuaces, que predominaban con una especie de jardín sobre sus cabezas.
Florence y su banda tenían en escena cerca de 15 toneladas en equipos, con un escenario lumínico de fondo, y su presencia brillando por sí sola. En el otro frente, el dúo sudafricano de hip hop Die Antwoord, mantenía la fiesta en el recinto, que tuvo un cierre anticipado.
Festival con la menor expectación si de repercusión de nombres se trata. Lollapalooza se centró en los nichos reducidos, el público privilegió la diversidad pasando por Jiminelson a Eminem y desde Aguaturbia a Noel Gallagher. Las flores abundaron con mayor poder este año y el rock hizo falta, no así el ruido.
