A meros años de su última presentación en tierra nacional, Metronomy encontró un futuro incierto en su retorno a la capital. Semanas de revolución e incertidumbre ponían en desequilibrio un posible reencuentro que, a fortuna de los espectadores, se terminó concretando en un demoledor show en Matucana 100. Un nuevo trabajo bajo el brazo titulado “Metronomy Forever” (2019) y varias corridas de éxitos listas para explorar en desoladores ruidos sintéticos.
El quinteto británico ha llevado un descenso artístico desde la cima de su creatividad en “The English Riviera” (2011). Y si bien nunca han rozado la mediocridad, han jugado peligrosamente con sonidos menos auténticos. No obstante, lo que se vivió pasada la noche del jueves fue balde de realidad. Con un carismático en vivo, los cinco integrantes envolvieron sus respectivos instrumentos en entretención y psicodelia.
La apretada producción de su sexto álbum de estudio encontró un increíble sonido en la pureza y brutalidad del material en vivo. Producciones con el corazón en la composición elevaron sus niveles en las manos de carismáticos individuos y talentos. Si bien tras bambalines Joseph Mount es el líder en todo nivel creativo, al momento se levantarse sobre la escena no hay pieza que no destace por sí sola. Las delirantes y coloridas líneas de bajo de Olugbenga Adelekan brillaban a la par del pulso de la noche. Cortes como “The Bay” y “Old Skool” fantaseaban en creativos movimientos de cuatro cuerdas, mientras el ritmo no perdía compás que sostener.
Aún cuando el espacio fuera íntimo, daba la instancia para hacer de cada silencio una fiesta. Cada integrante exploraba su sector en electrizantes movimientos, tanto bajo sus pies como arriba de sus dedos. El público respondía a la química con una explosiva emoción, deslizándose junto a las armonías vocales de las canciones y respondiendo a cada melodía que diera paso a un carismático movimiento vocal. La energía fue tan electrizante que los espectadores no desperdiciaron los silencios entre cortes para moverse al ritmo de la protesta social, cantos a la par de “El Pueblo Unido Jamás Será Vencido” y “el que no baila es paco” marcaron un sólido sello sobre el árdido movimiento social. El grupo se volvió consciente de la rabia política y Joseph llegó a agradecer el estar ahí en ese momento para compartir con sus fanáticos chilenos.
El colorido juego de luces y humo envolvió eléctricamente cada sucesión de armonías y compases. Oscar Cash y Michael Lovett jugaron con sus sintetizadores mientras elevaban cada instante de la noche en una fiesta. Al cierre de “Reservoir” deslizaron sus dedos sobre los sintetizadores mientras la atmósfera hilaba en un ácido estar. Cash vibraba en una divertida puesta en escena, reaccionando a cada punteo y pulso sobre la amplificación. Una discografía altamente enfocada en su sonido synth-pop e indie pop deja mucho de su respectivo peso en la energía de los sintetizadores, y en esta ocasión cada instrumentalista y sonidista movió las perillas y teclas para que la masa de sonido recayera íntegra sobre los oídos de los presentes. De vez en cuando se escaparía un bajo sobre el rango, pero general brillaría en un sólido trabajo instrumental.
Sus éxitos vibraron el terreno en nombres como “Love Letters” y “I’m Aquarius”, pero la carne del show fue su última producción y su demoledora presentación en vivo. Siendo un trabajo cuya versión en estudio flaquea precisamente en elementos de producción, cada pieza estuvo en su lugar al momento de deslizarla en un cálido en vivo. “Saled Caramel Ice Cream” y “Walking in the Dark” fueron piezas principales en una increíble, íntima y energética presentación. El ritmo de la batería permitió que ninguna pista fuera contra el colorido pulso bailable de la composiciones. Anna Prior exploró sus cajas y platillos que suave brutalidad, mientras se daría la oportunidad de tomar el micrófono y unirse a la fiesta en canciones como “Everything Goes My Way” y “Corinne”. La mezcla de voces estuvo al nivel de una producción de estudio, con dulce química entre los cantantes, y energéticos timbres acompañando las letras.
Metronomy es una banda que pareciera casi existir para su en vivo. Aún con demoledoras producciones bajo el brazo, su mejor momento lo ven cuando se miran a los ojos y toman sus instrumentos, impregnando una química personal que solo es posible alcanzar cuando cada ser humano sobre el escenario está comprometido con el trabajo final. Desde las baquetas, hasta las cuerdas y los sintetizadores, cada integrantes del grupo parecía estar en una magnética sincronía, el único estado energético que le puede hacer justicia a tal nivel de interpretación. La perfecta mezcla de pasión sobre los dedos, y creatividad en el estudio.
Terminado un asolador concierto con la melancólica “Upset My Girlfriend” y la psicodélica “Radio Ladio”, exploraron cada rincón de la amplificación a su disposición. El quinteto británico sigue evolucionando y puliendo su estilo hasta llegar a un carismático y característico sello, imposible de escapar desde sus potentes sencillos radiales hasta sus explosivas presentaciones en vivo. Sea en la alta palestra de un festival, o en un íntimo encuentro con un Chile revolucionado, Metronomy conecta las emociones y abre dos o tres capas de sonido. La cúspide de la química pop.
Setlist:
- Wedding
- Lately
- The Bay
- Wedding Bells
- Corinne
- Whitsand Bay
- Everything Goes My Way
- Heartbreaker
- Reservoir
- Walking in the Dark
- Boy Racers
- Lying Low
- Old Skool
- Insecurity
- I’m Aquarius
- The End Of You Too
- Salted Caramel Ice Cream
- The Look
- Love Letters
- Sex Emoji
- Upset My Girlfriend
- Radio Ladio